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Tony Curiel un Barítono Galante

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Tony Curiel se destacó en el canto lírico como en la canción popular en La Voz Dominicana, fue hijo legítimo de la formidable dinámica multifacética /

 

Un Barítono Galante

 

El barítono Tony Curiel (Santiago, 1931-Santo Domingo, 2009), quien se destacó tanto en el canto lírico como en la canción popular en La Voz Dominicana, fue hijo legítimo de la formidable dinámica multifacética de esta empresa de comunicaciones, el más completo complejo cultural que se gestara bajo la Era de Trujillo. Santiaguero de nacimiento, se inició con la orquesta de los hermanos Solano en San Pedro de Macorís, donde vivió sus años mozos. En 1954 participó en el popular programa Buscando Estrellas, ganando una beca para perfeccionar sus condiciones vocales en la Academia de Música y Canto de La Voz Dominicana que dirigía el maestro José Dolores Cerón. Allí recibió orientación de los profesores de canto, la soprano austríaca Dora Merten y el italiano Mario Ferretti.

Al año siguiente, Curiel hizo su debut en el Canal 4 de TV en el marco de la XIII Semana Aniversario, interpretando la criolla Lucía (letra de Joaquín Balaguer y música de Machilo Guzmán), en una producción dramatizada con la participación de la bailarina Blanquita Russo. Libreto de la autoría de Pedro R. Vásquez, un hombre serio, culto y trabajador avecindado en la calle San Francisco de Macorís del sector de San Juan Bosco, vinculado por largo tiempo a esta empresa. Integrado para actuar con la orquesta Angelita dirigida por el maestro cubano Yoyo Casteleiro, ya en 1956 -nos dice Arístides Incháustegui- Curiel era promocionado como «el nuevo astro de la canción romántica».

Ese mismo año de 1956 caracterizó a Alfio en la ópera Cavalleria rusticana de Pietro Mascagni, una historia de infidelidad conyugal y lance duelístico con desenlace trágico por el honor ofendido, que se desarrolla en una aldea siciliana a finales del siglo XIX. Ocasión en que actuó junto a la soprano petromacorisana Violeta Stephen y el tenor romanense Napoleón Dhimes, en montaje escénico de Pedro René Contín Aybar y producción para TV de Freddy Miller, escenografía de Manolo Quiroz y vestuario diseñado por el coreógrafo Kali Karlo (quien actuara en 1944 en el cine mexicano en los filmes Amok con María Félix y Esclavitud con Myrta Silva y Miguelito Valdés, Mr. Babalú). Con el respaldo de la Orquesta Sinfónica y el Coro de La Voz Dominicana, dirigidos por los maestros Cerón y Vito Castorina, respectivamente.

En 1957 Curiel hizo de Giorgio Germont en la ópera La Traviata de Giuseppe Verdi, compartiendo roles estelares con Rafael Sánchez Cestero, la Stephen, Elenita Santos y Armando Recio.

Sus dotes para representar papeles de galán le llevaron a compartir con la bella y talentosa actriz Monina Solá –una de las figuras icónicas del teatro escenificado en la radio y la televisión dominicanas- en dramas como Mi decisión, libreto de Contín Aybar basado en una canción de George Moore. Estas condiciones especiales le catapultaron en presentaciones en la televisión con la hermosa bailarina y actriz uruguaya Eda Lorna (estrella de filmes mexicanos como Aladino y la lámpara maravillosa), en producciones dramatizadas como Amor indio (Hammerstein-Harbach-Friml), Luna sevillanaSed de vivir y Parábola del caminante.

Tony Curiel era poseedor de un pulcro carisma juvenil, evidenciando gran seguridad en el dominio de sus recursos vocales y un sobrio despliegue de la gestualidad. Pese a la corta edad y la discreta estatura -que compensaba con una pronunciada «onda» en su pelo negro lustrosamente envaselinado a la moda de la época-, se movía con garbo y aplomo en el escenario.

Versátil en la vocalización de géneros populares y cultos: bolerosboleros morunos, criollas, valses peruanos, pasillos, joropos, pasodobles, arias y romanzas. Para nuestro amigo Fabio Herrera Roa coexistían «dos voces» en este artista: la del barítono suavizada para cantar boleros, apelando a la media voz aunque siempre manteniendo el timbre grave; y la del barítono atenorado que liberaba sus potentes recursos, una voz rica en matices, ideal para interpretar pasodobles y canciones más demandantes. A juicio del maestro Papa Molina, con quien conversáramos al respecto en el hogar acogedor de Papito Moreta Damirón y su esposa Ángela, y viviera de cerca el desarrollo de la carrera de nuestro cantante, ello lo lograba Curiel, siempre afinado, gracias a su esmerada educación vocal.

De sus grabaciones retenemos el elepé Quiero verte (1959), encabezados sus 12 cortes por el bolero del maestro Rafael Solano que le da título, que éste decía con voz queda acompañándose al piano en las audiciones dominicales de la emblemática Hora del Moro por Rahintel. El arreglo de esta pieza que hace la Súper Orquesta San José dirigida por Papa Molina es excelente, con memorables solos de trompeta. El contrapunto del vocalista con el sonido de la banda crea el clima de intimidad anhelante que el verso declama y reclama: «Quiero verte/ yo necesito estar contigo/ aunque tú ya no me quieras/ yo quiero verte mi amor». El álbum fue producido por el sello Riney de Ney Rivera –cantante, compositor y empresario dominicano radicado en Puerto Rico-, con boleros criollos y el respaldo musical de la Súper y la Orquesta Especial de Ángel Bussi.

Figuran en esta selección las creaciones Ahora sí que estoy enamorado, de Gladys Caro -quien fuera consorte del galeno compositor Manuel Sánchez Acosta y de grata recordación en su hogar de Bolívar con Pasteur que visitaba en los 50 y 60-, Por culpa tuya, de Bienvenido Brens, Quién será y Quisiera, de George Moore, uno de los autores más considerado por los vocalistas de La Voz Dominicana. Asimismo, los temas Ya no te recuerdo, de Luis Chabebe, No me explico, de Vinicio Camilo, Será, del juglar elegante y bohemio Tony Vicioso, Desventura, de J. Fisín Santos. Aparecen en este LP los boleros morunos El corazón no engaña («y este loco penar/conmigo va a acabar») de Felito Gómez y Si me camelas te camelo de Ney Rivera.

Con el Trío Romanceros de Quisqueya (integrado por Ismael Tapia, José Rodríguez y Rafael Mancebo) y con el apoyo de Bienvenido Fabián al piano, aparecen otras grabaciones realizadas en discos sencillos por Tony CurielPor un beso, de George Moore, el bolero Miedo de quererte de Miguel Ángel Amadeo, así como el vals peruano No te vayas de Javier Arce: «No, no te vayas corazón/ sin decirme el porqué/ me quieres dejar/ Ven, te suplico mi amor/que sin ti moriré/ en esta soledad». Un tema de verdadero amargue de vellonera borracha.

Para completar la onda de fatalidad sentimental, Mi noche fatal de Bienvenido Fabián y Espérame de Ramón Castro. Remachada por el tango Sombras (Contursi-Lomuto), al que Javier Solís le puso alas de bolero-ranchera en el cenit de su carrera de gallo cantor, que figura en arreglo de bolero del maestro Ángel Bussi en la voz de nuestro artista. Con este excelente bandoneonista argentino y el trío Los Juglares se registraron en cilindro de acetato los tangos Volvió una noche («no la esperaba/ había en su rostro tanta ansiedad/ que tuve pena de recordarle/ su felonía y su crueldad», del tándem Gardel-Lepera) y Plegaria de Eduardo Bianco.

Una pieza muy bella cantada por Curiel es A tus ojos, del veterano compositor y animador de veladas culturales don Salvador Sturla, cuya residencia en la avenida Independencia fue casa abierta a la amistad y a la alegría contagiosa. También interpretada con voz de ensueño por una juvenil Luchy Vicioso, portadora de unos hermosos ojos azules de lago manso, encandiladores: «Tus ojos de estrellitas mañaneras/despiertan en mi vida la ansiedad».

Otra composición preferida en el repertorio de este artista de temple sobrio -de la autoría acertada del médico Federico Asmar Sánchez- es la coloquial Presumida, dotada de un aliento rítmico pegajoso, que también hizo suya en el escenario de Rahintel la doctora Yvette Pereyra. «Óyeme bien/ no te la des/ si te conviene conviene/ o si no lo dejas/ Ya tú lo vez/ que tú te crees/ que si te marchas y me dejas/ la vida me es imposible/ Ya yo te hablé/ con claridad/ para que sepas que nuestro amor/ es por pasar el rato/ Si te conviene conviene/ o si no lo dejas/Por tanto tú/ te puedes ir/ y que te vaya bien».

Un bolero que muestra los quilates tanto de Tony Curiel como de la San José es el emblemático Profecía (La realidad de hoy), del maestro cubano Adolfo Guzmán, quien casara con mi prima Ligia Piantini y residiera en los 50 por una temporada en el país. Popularizado por el gran Pedro Vargas, existe una versión de maravilla del cuarteto vocal D’Aida, formado por las hermanas Omara y Haydee Portuondo, Elena Burke y Moraima Secada, bajo la dirección de Aida Diestro: «No quiero verte más/ me voy muy lejos/ Olvídame será mejor así/ Yo sé que tú también lo has deseado/ No hay solución digámonos adiós/ La vida tiene cosas caprichosas/ que nunca se podrán profetizar/ Yo sé que tú lo has deseado/ Me alejo sin rencor».

Curiel cultivó con gracia los valsecitos peruanos y los pasillos, con el soporte de las guitarras y los coros de Los Juglares, el piano de Bienvenido Fabián y el fuelle sonoro de Ángel Bussi. Así quedó registrado en piezas como Mi amor se fue, con letra del locutor, coleccionista e historiador de las comunicaciones Jesús Torres Tejeda. El pasillo No quisiera quererte y el valsecito Si hubieras comprendido. Los aires de España sedujeron al artista como a otros cantantes entonces. Pasodobles como Rosario y canciones como Romance español así lo atestiguan.

Casado con la también cantante Ángela Vásquez, de la maravillosa hornada femenina de La Voz Dominicana. Padre de la vedette y actriz Angelita Curiel (la estupenda Mulatona), Tony Curiel prefirió apartarse del escenario para cultivar profesionalmente en el país y en Estados Unidos su oficio original de mecánico dental, en el cual ganó merecida reputación. Una pena para el arte y una ganancia neta para la técnica bucal. Entre la voz y la dentadura, es obvio que el artista optó con tino por lo que más dura.

Pese a ello, la ligadura sentimental con La Voz Dominicana y su hábitat embrujante se mantuvo siempre viva, al grado que permaneció residiendo junto a su familia en su entorno mágico, en casa siempre abierta a la tertulia y al cultivo de la franca amistad.

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