Orlando Martínez Howley fue un periodista dominicano cuya vida y muerte dejaron una marca indeleble en la historia de la República Dominicana, particularmente en la lucha por la libertad de expresión y los derechos humanos.
Nacido el 23 de septiembre de 1944 en Las Matas de Farfán, provincia de San Juan, Martínez se formó como periodista en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) durante un período de intensa agitación política y social en el país. Su trayectoria se destacó por su compromiso con la verdad, su valentía para denunciar injusticias y su militancia en el Partido Comunista Dominicano (PCD), lo que lo convirtió en una figura emblemática del periodismo crítico e independiente.
Martínez comenzó su carrera periodística en un contexto dominado por la represión del régimen de Joaquín Balaguer, conocido como «los doce años» (1966-1978), un período caracterizado por la persecución política, el autoritarismo y la censura. Como director de la revista Ahora y columnista del periódico El Nacional, donde publicaba su columna «Microscopio», Martínez utilizó su pluma para exponer los abusos de poder, la corrupción, las torturas y el saqueo de recursos por parte de corporaciones extranjeras, temas que pocos se atrevían a abordar públicamente en esa época. Su estilo era directo y mordaz, lo que lo convirtió en una voz incómoda para el gobierno.
Uno de sus escritos más conocidos, la columna «¿Por qué no, doctor Balaguer?», publicada el 25 de febrero de 1975, es considerada el detonante de su asesinato. En ella, Martínez desafiaba al presidente Joaquín Balaguer a enfrentar la corrupción de su administración y cuestionaba la represión que mantenía a dominicanos exiliados o silenciados. Con frases como «si es inevitable que esta situación continúe, ¿por qué no se decide usted a subirse en el avión o el barco y desaparece definitivamente de este país?», Martínez no solo criticaba al régimen, sino que lo confrontaba de manera directa y sin temor, un acto de audacia que sellaría su destino.
A pesar de su militancia comunista, quienes lo conocieron afirman que en sus últimos años Martínez se había distanciado de la ortodoxia partidaria, enfocándose en un periodismo ético e independiente que trascendía las ideologías. Su trabajo no solo buscaba informar, sino también despertar conciencia en una sociedad sometida al miedo y la opresión.
El 17 de marzo de 1975, a los 30 años, Orlando Martínez fue asesinado a balazos mientras conducía su automóvil por la avenida José Contreras, cerca de la UASD, en Santo Domingo. El ataque, perpetrado por un grupo de sicarios vinculados al régimen balaguerista, fue un acto deliberado para silenciar su voz disidente. La ejecución tuvo características de un crimen de Estado, planeado desde las altas esferas policiales y militares, como han señalado diversos testimonios y análisis posteriores.
El asesinato de Martínez conmocionó a la sociedad dominicana y marcó un punto de inflexión en la percepción del periodismo como un oficio peligroso pero esencial en la defensa de la democracia. Su muerte evidenció la brutalidad del régimen de Balaguer y la intolerancia hacia cualquier forma de crítica. Sin embargo, también galvanizó a sectores de la población, periodistas y movimientos sociales, quienes vieron en Martínez un mártir de la libertad de expresión. Su célebre frase «las ideas no se matan» se convirtió en un lema de resistencia contra la censura y la violencia estatal.
El crimen permaneció en la impunidad durante más de dos décadas. No fue hasta el año 2000, bajo el gobierno de Hipólito Mejía, que se reabrió el caso y se condenó a algunos de los autores materiales —militares como Mariano Cabrera Durán, Rafael Lluberes Ricart y Joaquín Pou Castro— a 30 años de prisión. Sin embargo, los autores intelectuales, incluyendo posibles vínculos directos con Balaguer, nunca fueron juzgados, dejando una sensación de justicia incompleta. El propio Balaguer, en sus Memorias de un Cortesano de la Era de Trujillo, dejó una página en blanco al referirse al caso, un gesto que muchos interpretan como una admisión tácita de responsabilidad o una negativa a enfrentar la verdad.
Cincuenta años después, el asesinato de Orlando Martínez sigue siendo un símbolo de la lucha por un periodismo valiente y comprometido en la República Dominicana. Su muerte no solo expuso los peligros de enfrentarse al poder, sino que también inspiró a generaciones de comunicadores a perseverar en la búsqueda de la verdad, incluso bajo amenaza. La UASD, el Colegio Dominicano de Periodistas y diversas organizaciones continúan homenajeándolo anualmente, destacando su integridad y su sacrificio como un ejemplo a seguir.
El significado de su vil asesinato trasciende el acto en sí: fue un intento fallido de apagar una voz que, paradójicamente, se amplificó con su muerte. Martínez se convirtió en un ícono de la resistencia, un recordatorio de que el periodismo, cuando se ejerce con ética y coraje, puede desafiar a los más poderosos y contribuir a la construcción de una sociedad más justa. En un país donde la libertad de expresión sigue enfrentando retos, su legado permanece vigente como un llamado a no ceder ante la intimidación y a honrar la verdad por encima de todo.
LRS