El ataque masivo de Irán contra Israel el 1 de octubre de 2024 ha puesto de relieve varias preguntas sobre las verdaderas capacidades y estrategias de Irán. La acción, que involucró drones y misiles, parece un intento audaz de marcar una posición firme, pero muchos analistas se preguntan: ¿con quién cuenta Irán realmente y cuál es su estrategia en medio de un escenario internacional tan adverso?
A nivel internacional, Irán se enfrenta a un aislamiento significativo. Sus tradicionales aliados, Rusia y China, no parecen estar dispuestos a involucrarse militarmente en un conflicto que podría desestabilizar aún más la región. Rusia está profundamente comprometida en la guerra en Ucrania y ha evitado involucrarse directamente en el conflicto israelí para no perder influencia en otros frentes de su interés estratégico. China, por otro lado, aunque mantiene vínculos económicos importantes con Irán, tiene sus prioridades en preservar sus relaciones comerciales con Occidente, particularmente con Estados Unidos y Europa, lo que la disuade de implicarse militarmente en el Medio Oriente.
Irán, consciente de esta situación, parece depender principalmente de actores regionales que son extensiones de su poder, como Hezbollah en el Líbano y las milicias hutíes en Yemen. Sin embargo, estos aliados tampoco pueden ofrecer un respaldo militar significativo si la situación se convierte en un conflicto directo entre Irán e Israel.
A nivel estratégico, Irán parece atrapado en una posición en la que no puede permitirse no responder a los ataques israelíes sin perder credibilidad tanto a nivel doméstico como regional. Los analistas coinciden en que los líderes iraníes se ven obligados a escalar el conflicto para satisfacer a los elementos más radicales dentro del país, particularmente el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC). Sin embargo, Irán busca evitar una guerra a gran escala que podría ser devastadora tanto económica como militarmente.
En lugar de una guerra convencional, Irán probablemente seguirá utilizando tácticas de guerra asimétrica, como ataques con drones y el uso de proxies para llevar a cabo incursiones limitadas, que aunque dañinas para Israel, no desencadenen una respuesta internacional masiva. La estrategia de Irán podría ser más un esfuerzo por restaurar el ‘status quo’ y evitar una confrontación directa que, en las actuales circunstancias, parece insostenible para Teherán.
A pesar de los esfuerzos por proyectar poder en el exterior, el verdadero desafío para el régimen iraní podría estar dentro de sus propias fronteras. El creciente descontento de la población iraní, particularmente entre los jóvenes, ha debilitado significativamente la legitimidad del gobierno. Las protestas que estallaron en 2022 y continúan de manera intermitente son un reflejo del rechazo a las políticas del régimen, tanto en lo económico como en lo ideológico. Gran parte de la población, especialmente los jóvenes, se muestra cada vez más desconectada de los valores teocráticos del régimen y pide mayores libertades políticas y sociales.
Este contexto interno pone en duda la capacidad de Irán para sostener un conflicto prolongado con Israel, especialmente si no cuenta con el apoyo activo de sus aliados y enfrenta un creciente descontento interno. Aunque el gobierno ha intentado reprimir las protestas mediante la censura y la represión, la desconexión entre el régimen y su juventud sigue siendo un factor crítico que podría limitar la efectividad de su estrategia exterior.
Irán parece estar jugando un juego peligroso en un tablero internacional que no le favorece. Sin el apoyo activo de sus aliados tradicionales y enfrentándose a una población descontenta, su estrategia de escalar el conflicto con Israel podría tener consecuencias devastadoras. Aunque el régimen ha logrado hasta ahora manejar la situación utilizando tácticas asimétricas y el respaldo de proxies, su capacidad para sostener este enfoque a largo plazo es incierta.
La verdadera pregunta es si Irán puede permitirse continuar con esta estrategia, o si, finalmente, se verá obligado a reconsiderar su postura tanto a nivel regional como interno.
