Por Denis Rogatyuk
La actual crisis socioeconómica en Argentina se convirtió en el trampolín perfecto para el meteórico ascenso de Milei en todo el país el pasado 13 de agosto. La Administración de Mauricio Macri fue la primera en marcar el comienzo de una nueva era de austeridad con la implementación de un programa político del FMI y la reorientación de Argentina hacia Estados Unidos. La elección de Alberto Fernández generó esperanzas de un alivio de la austeridad y los pagos obligatorios de la deuda, como la exitosa renegociación de la deuda de Argentina por parte de Néstor Kirchner en 2003. Desgraciadamente, al igual que el veredicto castigador de la Troika contra Grecia en 2015, Argentina bajo Fernández se vio obligado a continuar el camino de ajustes económicos obligatorios en cambio de los prestamos adicionales. Junto con la pandemia de covid-19 y el aumento de los precios de la energía y los alimentos tras el conflicto en Ucrania, una tormenta perfecta de crisis asoló la economía argentina, llevando su tasa de inflación al nivel más alto desde la depresión económica de 2001. Y el único que ahora puede recoger los frutos de esta tormenta es Javier Milei.
El mesías contradictorio
No se puede negar que Milei muestra la versatilidad y transversalidad política pocas veces vistas en un líder. Desde llamar «basura» a los socialistas y progresistas hasta quejarse de la cultura de la cancelación; desde apoyar la vacunación contra el covid-19 hasta estar abierto al concepto de la venta de niños; desde defender la liberalización completa de las drogas y la legalización de la sustracción y venta de órganos hasta su firme oposición al aborto; desde criticar al Gobierno de Mauricio Macri por «gasto excesivo» hasta ofrecerle un cargo de representante en su futuro gobierno. Sin embargo, detrás de su férrea doctrina de libertarismo ultraconservador antisistema se esconde un conjunto profundamente contradictorio de creencias sociales y económicas, cuyo único propósito es aprovechar la ira contra el Gobierno peronista y el disgusto hacia Juntos por el Cambio y convertirse en un bloque electoral sólido. Su supuesto amor por los mercados libres y el libre comercio también viene acompañado de ciertas restricciones notables, como una virtual prohibición de las relaciones comerciales con China, la salida de Argentina del mayor bloque comercial de América del Sur, el Mercosur, y un severo límite al comercio con su mayor país vecino, Brasil.
Sin embargo, quizás la mayor contradicción sea la propuesta de Milei de dolarizar la economía argentina como forma de lidiar con la inflación de tres dígitos. Citando el ejemplo de Ecuador, Milei propone abolir efectivamente el banco central argentino y depender de la Reserva Federal de Estados Unidos para la estabilidad financiera del país. Dejando de lado las consecuencias financieras que esta medida, probablemente, causará a cualquiera que no posea la moneda de EE.UU. en el momento del «cambio», tal medida parece perjudicial en el largo plazo, puesto que la hegemonía financiera del dólar estadounidense continúa disminuyendo y el mundo se mueve cada vez más cerca de la multipolaridad (otro término que Milei rechaza de plano).
Los años 90 llamaron: ¡quieren recuperar sus políticas!
¿Qué podemos esperar de una posible presidencia de Milei? Algunos dirían que sus políticas son una recreación de la Presidencia de Carlos Menem o quizás una versión más extrema de las reformas del Gobierno de Mauricio Macri. Pero podemos responder a esa pregunta mirando a Rusia durante la década de 1990, en particular el caso de otro líder político que inicialmente inspiró a millones a una rebelión contra un «sistema corrupto», sólo para terminar como el personaje despreciado en su historia moderna: Borís Yeltsin.
Aquellos de nosotros (como yo) que crecimos durante la era Yeltsin, podemos recordar bastante bien la implementación de la ‘terapia de choque’, destinada a desmantelar el viejo Estado. La tasa de pobreza también se había disparado a más del 50 % en 1993, junto con una tasa de inflación que alcanzó un máximo del 1.100 %, mientras que el PIB se contrajo aproximadamente un 40 %. El Gobierno de Yeltsin también utilizó un sistema de ‘vales’ durante su desafortunada privatización masiva de los años 90. Miles de empresas estatales fueron vendidas mediante una distribución masiva de ‘vales’ entre la población, lo que llevó a una rápida adquisición de empresas clave de gas, petróleo y banca por parte de un puñado de oligarcas. Cualquier promesa de un orden constitucional democrático y estable se extinguió en octubre de 1993, cuando el Gobierno de Yeltsin destituyó al Congreso y al Soviet Supremo, y sus fuerzas desataron un bombardeo del edificio de la Casa Blanca, un centro de resistencia contra sus reformas neoliberales. La crisis internacional de 1997 y la renuncia de Yeltsin en favor de Vladímir Putin sellaron el destino del experimento ruso con el libertarismo.
Una réplica de la personalidad de Milei se encuentra en otro infame líder político que llegó al poder en circunstancias similares hace casi dos milenios: Calígula del Imperio romano. Al igual que Milei, el emperador Calígula fue visto como un soplo de aire fresco tras el reinado prolongado y algo estancado del emperador Tiberio. Y al igual que Calígula, Milei a menudo se jacta explícitamente de sus extraños apetitos sexuales, así como de sus místicos encuentros espirituales que ilustran su personalidad individualista y hedonista. Al igual que la hermana de Calígula, Agripina, la propia hermana de Milei, Karina, tiene un papel importante en su vida política como la responsable de seleccionar a los candidatos adecuados utilizando las cartas del Tarot y la astrología. Y mientras Calígula estaba obsesionado con erigir estatuas y monumentos que llevaran su imagen, Milei parece preferir hacer figuras de acción de sí mismo para proyectar su imagen. También se puede comparar la cruzada personal de Milei contra la «Casta» de la política establecida de Argentina con los propios ataques de Calígula y las purgas del Senado romano y otros miembros que eran considerados parte de la antigua «élite». Y aunque muchas de las excentricidades de Calígula se atribuyeron a traumas psicológicos y enfermedades mentales, varios líderes y publicaciones han aplicado cada vez más el término «loco» a Milei, independientemente de su punto de vista político.
La pregunta que deben hacerse ahora es: ¿les gustaría experimentar la vida en la Rusia de los años 90 o presenciar la degradación de Roma bajo Calígula? Javier Milei podría responder ambas preguntas simultáneamente.
Denis Rogatyuk, para RT