Por Julio C. Gambina /
Las reflexiones que siguen se inspiran en una intervención realizada el pasado 20 de diciembre en el cierre de la “Escuela José Rigane”, que organiza la FeTERA con participación diversa en todo el país de militancia propia y de la Corriente sindical “Carlos Chile”.
En la ocasión, de manera impensada, se conjugaron dos acontecimientos de masas. Uno remite al masivo festejo estimado en 5 millones de protagonistas, feriado nacional mediante, por la “copa mundial” de futbol conquistada por la selección argentina en Qatar 2022. El otro remite a un nuevo aniversario conmemorativo de la pueblada del 19 y 20 de diciembre del 2001. Esta lucha le puso final al régimen de convertibilidad monetaria que operó entre 1991 y 2001, con las gravísimas consecuencias sociales que explican fenómenos estructurales actuales, como la pobreza y, en definitiva, un ciclo de ofensiva del capital en contra del trabajo (desempleo, precariedad, caída de los salarios y otros ingresos populares, etc.).
Más allá de la recuperación de ambas movilizaciones y con especificidades propias en 2022 y en 2001, importa la reflexión en torno a que desde el 2001/03, se procesaron cambios políticos en la gestión del capitalismo local, que hoy parecieran tener límites y que convocan a reflexionar sobre los tiempos por venir.
Alegría ante la copa y el fútbol
La gigantesca movilización de algarabía al término de la final en Qatar, el domingo 18/12/2022 en todos los rincones del país, y una inesperada réplica, especialmente concentrada en la zona metropolitana para saludar a los jugadores y al equipo técnico del 20/12/2022, necesita ser discutida, en sus alcances y potencia como acción de masas.
Si bien se trata de la movilización por una gesta deportiva, el hecho nos conmueve y entusiasma, en tanto parte de ese plural social movilizado. Se dice que todas las identidades políticas estaban presentes, pero la masividad y principal protagonismo estuvo expresado por una presencia juvenil proveniente de la amplia zona metropolitana, especialmente de los territorios poblados por sectores populares.
Es cierto que cada quien participó como pudo, en su territorio y en comunidad, barrial o laboral. Lo que se vivió es una movilización masiva de contenido popular, que como tal, debe ser considerada y analizada sociológica, política y culturalmente, por la necesidad de “estar en la calle”, en esta ocasión para celebrar el hecho deportivo. Es un tema no cerrado, que permite variadas interpretaciones, incluso la que sugerimos favorable a una movilización en la búsqueda de nuevos horizontes políticos de carácter alternativo a los que propician los defensores del sistema capitalista, en el gobierno o en la oposición.
Veinte años no es nada
Nos interesa remarcar la simultaneidad histórica de la fecha, con la recuperación del 19 y 20 de diciembre del 2001, hace 21 años, donde hubo una “rebelión popular” que dio por la borda con el gobierno de turno. No es un dato menor que el ministro de economía de ese gobierno que presidia el dirigente de la UCR, Fernando de la Rúa, era Domingo Cavallo. Un funcionario gubernamental emblemático de los años 80/90, ministro en el gobierno del PJ de Carlos Menem, y por supuesto, Presidente del BCRA de la dictadura genocida en 1982.
Cavallo es tristemente recordado por la estatización de la deuda privada hace 4 décadas, que aún condiciona el presupuesto y la política en el país, más aún con la sumisión al FMI. Muchos de los problemas que hoy tenemos en la Argentina por la deuda, tienen origen en aquella estatización de la deuda privada. Los capitales privados se habían endeudado y transfirieron su deuda al Estado. Eso quiere decir que vía presupuesto el pueblo argentino viene pagando, hace 40 años, una deuda que fue asumida por el capital privado y que fue utilizada para mejorar sus ganancias, para elevar sus patrimonios, para constituir su posición de poder, de capitales como el caso de Acindar, la transnacional que presidía Martínez de Hoz antes de transformarse en el ministro de la dictadura desde 1976.
Estos acontecimientos protagonizados con más de dos décadas de distancia, uno en 2001 y otro en 2022, nos sirven para propiciar una discusión, a modo de balance del año, de lo que venimos considerando en diferentes ámbitos de discusión sobre el “movimiento obrero y popular”, partiendo de los cambios que ha habido, que hay y que sigue habiendo en la clase trabajadora en la Argentina y en el mundo. Son cambios que impactan de manera muy diversa, desde el punto de vista de los ingresos y condiciones de trabajo y vida de las trabajadoras y los trabajadores.
Hemos definido en variadas ocasiones a este tiempo histórico desde 1975/76 como la ofensiva del capital contra el trabajo, agudizado en la década del 90 y bajo el gobierno Macri entre 2015 y 2019.
Enfatizamos que no es solo desde la dictadura para acá, porque la verdad es que hay una continuidad esencial bajos gobiernos constitucionales, por eso es importante hoy conmemorar el 2001, porque fue una “revuelta popular” donde tuvo a la clase obrera ya reestructurada y modificada, tanto sean trabajadoras y trabajadores en el movimiento sindical, como con trabajadores y trabajadores desocupados que luchaban y luchan desde el territorio.
Cuando uno piensa en el origen de las “piqueteras” y los “piqueteros”, aludimos a su carácter de trabajadores y trabajadoras, en muchos casos militantes sindicales, sociales, políticos, en organizaciones populares de los años 60/70 del siglo pasado, y que, al estar fuera del proceso de producción y circulación “formalizado”, por los despidos, llevaron adelante esa inmensa tarea que pasó a la historia, primero como “fogoneros”, porque prendían fuegos en las rutas, especialmente en la Patagonia.
Esos fogoneros, después fueron designadas/os, ya en el cordón industrial de las grandes ciudades, en Buenos Aires, Rosario, Córdoba, y otras ciudades del país federal como “piqueteras/os”. Desde la Corrientes sindical recuperamos especialmente a Carlos Chile y la construcción del Movimiento Territorial de Liberación, el MTL, en esa perspectiva de identidad nueva que adquirió el movimiento obrero y popular, que desarrollaba su accionar en el territorio.
Se trataba y trata de una expresión político social producto de esos cambios del capitalismo contemporáneo.
Importa el accionar de masas
Por eso es importante que hoy, junto con celebrar el campeonato mundial de la selección de futbol, junto con disfrutar la alegría y festejar esta tercera copa del mundo, mucho más considerando que fue realizado por un colectivo más allá de cualquier figura, por más emblemática que fuera. No se trata de Messi y 10 más, sino de un colectivo que conquistó la masiva simpatía popular. Para quienes protagonizamos una experiencia de militancia colectiva, en la FeTERA y/o en la Corriente sindical Carlos Chile, que militamos un reagrupamiento del movimiento obrero y popular, pensar en términos de “trabajo grupal”, colectivo, serio, consecuente, permanente, resulta importante y estratégico.
Claro que no obviamos las denuncias de las mafias que rodean y condicionan al deporte desde la mercantilización, especialmente al futbol y las organizaciones empresarias que los manejan.
En ese sentido resulta emblemático el mundial de Qatar, por el irrespeto a los derechos humanos, especialmente de trabajadores y trabajadoras, inmigrantes del sur empobrecido, que en tiempo récord y bajo una súper explotación construyeron esos estadios desbordantes de tecnología y consumo de energía.
Más allá de ello, resalta la corrupción de las autoridades europeas y de la burocracia del sindicalismo mundial que negociaron con el régimen dictatorial qatarí para ocultar la explotación sobre la fuerza de trabajo que hizo realidad la infraestructura del mundial. No es más que una expresión multiplicada de la ofensiva del capital contra el trabajo.
Por eso, en esta reflexión sobre el movimiento obrero y sus desafíos en la actualidad, hay que recuperar el 2001 argentino, clara manifestación de resistencia a la ofensiva del capital contra el trabajo. Una resistencia que contribuyó de manera esencial a las luchas en toda la región latinoamericana y caribeña.
Una región que vio nacer esto que se llama “neoliberalismo”, surgido desde el ensayo en Chile en 1973, luego del golpe contra Salvador Allende y el gobierno de la Unidad Popular.
El próximo año se cumplirán 50 años, es decir, medio siglo de una brutal ofensiva del capital contra el trabajo bajo estas experiencias denominadas bajo el rótulo del neoliberalismo.
Una ofensiva que desde Nuestra América y las dictaduras terroristas del cono sur se proyectaron a escala global, muy claramente expresado por el régimen autoritario y explotador de Qatar.
Son dos las caras del mundial. La alegría del triunfo deportivo, la seriedad del trabajo de jugadores y equipo técnico, son expresión de la sintonía con el pueblo argentino, que, si así no fuera, resultaría imposible la movilización de millones de personas en las calles. La otra cara es la mercantilización del fútbol, de la FIFA y el poder económico y político que rodeó la designación de la sede del mundial 2022.
La movilización del 2001 fue un momento de la rebelión popular que se venía acumulando con las luchas de los años 80/90 contra las privatizaciones, como la desplegada por las organizaciones de la FETERA y el liderazgo de José Rigane, en una larga tradición de lucha contra la privatización de YPF, contra la privatización de la energía. José Rigane fue uno de los abanderados en el movimiento obrero para generar ese ciclo de luchas que desembocaron en la pueblada del 2001.
Vale entonces la recuperación de estos acontecimientos para pensar los desafíos del movimiento obrero y popular tal como es hoy, sea movimiento sindical, movimiento territorial, o movimiento social en sus distintas dimensiones.
Se trata de volver al 2001 porque ese fue el límite que el movimiento popular en lucha generó ante la estrategia de la ofensiva del capital en el país.
La ausencia de una alternativa política popular en el 2001 y hasta el 2003 hizo posible la recomposición de los mecanismos de acumulación económica y política del orden capitalista local.
Desde nuestro protagonismo en la CTA, desde la fundación en los 90, fuimos parte de la acumulación de poder popular, aun cuando se requiere discutir más a fondo el papel de la Central ante los acontecimientos del 2001 e incluso luego del 2003, que derivaron en las sucesivas divisiones explicitadas desde el 2010 hasta el presente, aun cuando se discutía durante esa primera década del siglo la construcción de un “movimiento de liberación nacional, social y cultural”, definido en Congreso de Mar del Plata en el 2002. Incluso, con las mediaciones posteriores de la conformación de un “movimiento por una constituyente social”, con masivos actos en el 2008 en Jujuy (anfitriona Milagro Salas y su experiencia de organización popular), y en el 2009 en Neuquén donde se pudo compartir la experiencia de la constituyente boliviana sancionada en ese mismo año.
Fueron experiencias discontinuadas que aún restan balancear, tanto la actitud de la dirección de la Central ante los acontecimientos del 2001, como el abandono de las estrategias del 2002 por un “movimiento de liberación” y luego por una “constituyente social”, para optar por una experiencia electoral asumida por los principales referentes de la CTA.
Vale recuperar la historia para pensar el presente y los próximos desafíos.
¿El 2023, año de renovación electoral para la gestión del capitalismo en la Argentina, será un momento de reconstrucción del sistema de dominación y explotación bajo nuevas expresiones de la política, tal como ocurrió en el 2003?
O, por el contrario, ¿la extensión de la protesta social nos llevará nuevamente a un clima social de movilización como en el 2001, desafiando la construcción de alternativa política?
Del 2001 emergió la necesidad de un cambio político y ante la ausencia de alternativa al sistema capitalista, lo que emergió fue un nuevo tipo de representación política, donde los partidos tradicionales se reconfiguraron en coaliciones que a ellos contiene y que hace tiempo disputan quien gobierna. El kirchnerismo lidera una de las coaliciones, hoy en crisis. El macrismo, la opositora, también en crisis, incluso con la ultraderecha corriendo la agenda de debate en el gobierno y en la oposición, favoreciendo los intereses de las clases dominantes, incluso la operatoria de la embajada de EEUU.
Existe hoy una oportunidad histórica para pensar y discutir el ciclo de dos décadas de lucha y recomposición del sistema capitalista en Argentina, su crisis actual y los desafíos en el corto y mediano plazo. Por eso, la prédica por la reorganización del movimiento obrero sustentada desde la FeTERA y la Carlos Chile, como expresión de la lucha en el movimiento obrero y popular para construir alternativa política y disputar el poder en el país.
Buenos Aires, 22 de diciembre de 2022
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Julio C. Gambina
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