Vladímir Zelenski, el líder ucraniano que ha sabido mantenerse en el ojo del huracán internacional, ha soltado una bomba que deja más preguntas que respuestas: asegura que en su reciente charla telefónica con Donald Trump, el magnate convertido en presidente de Estados Unidos, no se tocó ni de lejos el tema del control estadounidense sobre las centrales nucleares de Ucrania. Pero, ¿es esto realmente creíble o hay algo más oscuro gestándose tras bambalinas?
La Casa Blanca, con su habitual tono de autoridad, había dejado caer el pasado 19 de marzo de 2025 que Trump propuso a Zelenski que las centrales nucleares ucranianas —esas joyas energéticas en medio de un país devastado por la guerra— pasaran a manos estadounidenses como una supuesta «medida de protección». Según la portavoz Karoline Leavitt, el argumento era que la experiencia técnica de EE.UU. en la gestión de plantas nucleares sería la salvación para una infraestructura crítica constantemente amenazada por los ataques rusos. Una oferta que, a primera vista, suena a una mezcla de generosidad y oportunismo, pero que ahora Zelenski desmiente con una rotundidad que invita a la sospecha.
¿Por qué esta contradicción tan abrupta? Zelenski, desde Noruega, insistió en que las centrales son propiedad estatal del pueblo ucraniano y que lo único que se mencionó fue una posible inversión estadounidense en la central de Zaporiyia —la mayor de Europa, actualmente bajo control ruso— en caso de que Ucrania la recupere. ¿Un malentendido inocente entre dos líderes bajo presión? Difícil de tragar. Trump no es precisamente conocido por su sutileza diplomática, y la idea de que EE.UU. se haga con activos estratégicos en un país al borde del colapso no es nueva en su historial de negociaciones duras. Recordemos su presión anterior para que Ucrania cediera minerales raros a cambio de apoyo militar: un patrón que huele a chantaje geopolítico.
Entonces, ¿qué está ocultando Zelenski? ¿Acaso teme que admitir estas conversaciones revele una debilidad intolerable en su posición, mostrando a Ucrania como un peón en el tablero de las ambiciones estadounidenses? O tal vez, y esto es aún más jugoso, ¿Trump lanzó la propuesta y Zelenski la rechazó de plano, pero ahora ambos juegan al despiste para no avivar las tensiones con Rusia, que ya ve cualquier movimiento occidental como una provocación? La central de Zaporiyia, en manos rusas desde el inicio de la invasión, es un polvorín nuclear que podría escalar el conflicto a niveles catastróficos si se percibe que EE.UU. está maniobrando para arrebatársela.
El morbo se dispara cuando consideramos las agendas ocultas. Zelenski, con su imagen de héroe resistente, no puede permitirse que lo vean cediendo soberanía a cambio de promesas vagas. Trump, por su parte, podría estar buscando un trofeo energético para vender como victoria en casa, mientras presiona a Ucrania desde las sombras. Y en medio de este tira y afloja, el silencio de Putin —que no ha reaccionado aún a este cruce de versiones— añade una capa de intriga. ¿Está esperando el momento perfecto para contraatacar, o ya sabe más de lo que ambos líderes están dispuestos a confesar?
Lo cierto es que este desmentido de Zelenski no cierra el caso, sino que abre un abanico de especulaciones. ¿Fue una conversación que nunca ocurrió, o una que ocurrió pero que ambos prefieren enterrar? La guerra en Ucrania ya es un nido de secretos y traiciones; este episodio solo alimenta la sensación de que, bajo la superficie de las declaraciones oficiales, se está tejiendo un juego mucho más sucio del que nos atrevemos a imaginar.
LRS