LECTURAS EN PRINCETON /
Autor José Carvajal /
(Apuntes de una investigación más amplia) /
Espero estar equivocado, pero en todas las fuentes humanas contactadas y los materiales que he revisado hasta este momento no encuentro veracidad de que la celebrada poeta y narradora dominicana Aída Cartagena Portalatín fuera finalista del prestigioso Premio Biblioteca Breve 1969, como dijo la autora hasta su muerte en 1994.
Ese premio creado por el editor Carlos Barral y un grupo de compañeros de Seix Barral fue otorgado la primera vez en 1958 y se tiene como el detonante del llamado Boom de la narrativa latinoamericana después que lo obtuvo el peruano Mario Vargas Llosa en 1962, por su novela «La ciudad y los perros».
Las figuras centrales del Boom son, además de Vargas Llosa, el argentino Julio Cortázar, el mexicano Carlos Fuentes y el colombiano Gabriel García Márquez.
Fuentes ganó también el Biblioteca Breve, en 1967, por «Cambio de piel». Ese fue un año de grandes conquistas literarias para América Latina, porque además el sello argentino Editorial Sudamericana sorprendió al mundo de las letras en español al publicar la primera edición de la exitosa novela «Cien años de soledad» de García Márquez y se concedió el
Premio Nobel de Literatura al guatemalteco Miguel Ángel Asturias.
Al parecer, ni García Márquez ni Cortázar optaron al Biblioteca Breve, pero ambos eran cercanos al grupo Seix Barral que convocaba el premio, y en su momento fueron invitados a participar como jurado. García Márquez desempeñó esas funciones en 1970, junto a Vargas Llosa.
Es una historia larga que trataré de contar en pocas palabras. La fuente que han usado los estudiosos de la literatura dominicana para dar veracidad a lo de Aída Cartagena Portalatín como finalista del Biblioteca Breve de 1969 es la misma autora. Ella lo dijo, lo afirmó, lo escribió, lo repitió en entrevistas, y no había por qué dudar de su palabra.
Sin embargo, no hay documentos que avalen dicha versión. Ni siquiera en el libro «Archivos», dedicado a ella, publicado por el sello Cielonaranja que dirige el editor, investigador y sociólogo Miguel D. Mena; aunque creo que D. Mena no menciona nada del Biblioteca Breve en la introducción que hace a ese registro historiográfico llamado a ser definitorio en la carrera de la escritora.
En 1969 el premio fue otorgado al español Juan Benet, por una obra titulada «Una meditación», y que la misma Aída Cartagena calificó de «buena novela», según un artículo que publicó en abril de 1982 en el suplemento Isla Abierta del periódico Hoy.
Cito el artículo: «De 152 obras que concursaron fueron seleccionadas 25. Después de dos reuniones con empates entre los dos, en la tercera reunión yo me quedé en la cola de finalista. El genio premiado: Juan Benet».
Carlos Barral, creador del Biblioteca Breve y director de Seix Barral, menciona en sus memorias el premio concedido a Benet, pero en ningún momento se refiere al supuesto empate coprotagonizado por Aída Cartagena, como se explaya en hacerlo con otra disputa por el premio. Incluso, documentos a mano me inclinan a pensar que en 1969 no hubo «finalistas».
Creo que en 1965 es la única ocasión que se habla de un empate. Cito a Barral: «Llegaba finalmente el momento de las negociaciones con los miembros del jurado que ya habían leído los manuscritos seleccionados y empezaban a formar criterios. Era el paso más difícil, que podía llevar sin perspectiva al almuerzo final […] y provocar en él dimisiones irrevocables, como la de Luis Goytisolo, que no soportó la solución de un empate entre «La traición de Rita Hayworth”, novela de Manuel Puig, y la espléndida novela de Juan Marsé «Últimas tardes con Teresa»».
De hecho, luego de leer los tres volúmenes de memorias de Barral y notar que Aída Cartagena no era mencionada, jugué a buscarla en los índices onomásticos de esos libros, por si acaso, y no figura en ninguno de ellos.
Aun así, aquí comparto una versión muy personal relatada por la autora y publicada en la revista de temas afroamericanos Callaloo, que se edita en inglés y cuya cita traduzco literalmente: «…mi novela, «Escalera para Electra».
Estuvo a punto de ganar un premio en un concurso patrocinado por Seix Barral en España. Estuve pensando en enviar el manuscrito, pero me fui a Venezuela y me lo llevé, con las correcciones y todo.
Un amigo vino a visitarme y dijo «déjame ver eso», y yo dije «no, es una novela que he escrito, que pienso que he escrito». Lo tomó y dijo «no, lo que piensas no tiene nada que ver con eso, esto es una novela. La fecha límite para el concurso es dentro de tres o cuatro días, déjame quedármelo toda la noche. Quiero leerlo».
Estaba muy enojada con él, lo juro. Entonces regresé a casa, y como veinte días después recibí un mensaje urgente de la secretaria del concurso, ya que «Escalera para Electra» estaba entre 25 finalistas de 150 entradas.
Fue un gran lío, ya que no me había sometido a todas las reglas del concurso, pero de todos modos querían mi trabajo. Tenía algunas personas de mi lado, como Carlos Fuentes, que defendieron mi novela.
Pero Carlos Barral se opuso a que me dieran el premio porque mi novela apenas tenía 102 páginas y las novelas ganadoras solían tener 350 páginas».
En otra entrevista que aparece en «Archivos», del sello Cielonaranja, firmada por Milcíades Frías Jiménez, Aída Cartagena da señales de fantasear con lo que habría ocurrido en aquellas reuniones en Seix Barral; digo fantasear porque, como es lógico, ella no estuvo presente.
Pero igual tenía un «testimonio» imaginario: «Ahí estaban Carlos Fuentes, E. Camargo, Carlos Barral, que no debía haber estado, que era de los dueños de Seix Barral. Y se armó ahí una “tángana”, porque tenía que tener trescientas páginas y la mía nada más tenía noventa y nueve páginas. Tenía muchísimas cosas que fallaban porque no estaban dentro de las bases y con todo eso volvió a la última (vista) y en la última, se cayó a finalista».
Por alguna razón no quiero pensar que Aída Cartagena deliraba un poco al decir: «Me enviaron una carta, que iban a publicarme. Digo: “no, no se preocupen por publicar mi novela…”».
Hago un paréntesis para indicar que no he podido constatar quién es el tal «E. Camargo» mencionado por la autora dominicana. En ninguna parte figura alguien de Seix Barral con ese apellido; a beneficio de la escritora podría decir que tal vez se confundió.
Además de no hallar prueba del «mensaje urgente de la secretaria del concurso» al que alude Aída Cartagena, observo que en lo publicado en la revista Callaloo la autora dudaba de su propia obra («es una novela que he escrito, que pienso que he escrito…»).
Igualmente, lo que cuenta resulta ambiguo en más de un sentido y lamento no tener espacio para un análisis más profundo. Por ejemplo, donde dice «recibí un mensaje urgente», no explica cómo, por qué vía lo recibió; lo mismo con «querían mi trabajo», pero ¿quién lo quería?, etc.
Por la costumbre de la época y formalidad de Seix Barral, las comunicaciones habrían sido por cartas o telegrama; por eso intuyo que esos documentos, si realmente existieron, debieron estar conservados por la autora dominicana, ya que el solo hecho de quedar finalista del Biblioteca Breve era colocarse, si no en el umbral del Boom de la narrativa latinoamericana, por lo menos en la mira de aquellos editores que revolucionaron el mundo del libro en español.
Además de los poderosos de Seix Barral, allí influía mucho la amiga y cómplice de todos ellos convertida en diosa de los escritores en lengua española, la agente literaria Carmen Balcells, a quien el administrador de la editorial, Jaime Salinas, hijo del poeta Pedro Salinas, asegura haber inventado: «En Seix Barral aprendí la alegría de la profesión» […] «A Carmen Balcells la inventé yo».
Mientras tanto, busco verificar dónde y a quién dijo Carlos Fuentes que la novela «Escalera para Electra» de Aída Cartagena «no es un libro para todos, pero no podemos dejar que se desperdicie», como relata ella a la mencionada revista Callaloo y en otras entrevistas.
La autora dominicana ni siquiera es recordada en el voluminoso libro «La gran novela latinoamericana» de Fuentes, publicado en 2011 por el sello Alfaguara. El único dominicano mencionado allí es Juan Bosch, pero solo como parte de una anécdota sobre la idea que tuvieron Vargas Llosa y el escritor mexicano de convocar autores a escribir una novela sobre las dictaduras en sus respectivos países, y Bosch fue invitado a participar con el tema de Trujillo.
Es poco creíble que a Seix Barral le preocupara en aquellos momentos el costo de impresión de la breve novela de Aída Cartagena, como dice ella en aquella revista: «Fue por los costos de impresión. ¿Puedes imaginar? Necesitaban asegurarse de que todos los costos estarían cubiertos. Pero me nombraron finalista. Me llamaron con muchas excusas, tenía que entender esto o lo otro, pero yo simplemente dije: «No, no me siento mal, solo devuélveme mi manuscrito»».
Ese supuesto diálogo no encaja con la dinámica empresarial de lo que leí en los tres libros de memorias del fundador de Seix Barral, ni en los libros ni las cartas del ya mencionado administrador Jaime Salinas.
En la solapa de un libro de cuentos de Aída Cartagena, «Tablero», se lee lo siguiente: «Sobre su novela ESCALERA PARA ELECTRA se pronunció el Jurado del Premio Biblioteca Breve (Seix Barral-España) con nota a base de lecturas: “…especie de Electra tropical, o mejor aún, nudo vital en que se desarrollan los mitos de la Hélade y se aboceta la problemática de un mundo rural, conmocionado por pasiones… numerosas reflexiones sobre el oficio de novelar coexisten con los acontecimientos que se narran e imbrican en ellos, determinan el relato y aclaran sus perfiles”».
De eso último tampoco hallé prueba, pues algo así debió haber llegado por escrito a las manos de Aída Cartagena. También, eso era suficiente para llamar la atención de un buen editor profesional en España, si no la misma Seix Barral, alguno cercano a ellos.
Sin embargo, la primera edición de la novela «Escalera para Electra» fue publicada en 1970 en la imprenta de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), donde la autora era profesora y fundadora de la revista Brigadas Dominicanas y la Colección Baluarte.
En fin. En mis saltos y sobresaltos encontré muchos testimonios de editores y telegramas relacionados con distintos años del Premio Biblioteca Breve, enviados estos últimos por el propio Carlos Barral a varios autores. Por ejemplo, el de 1962 a Vargas Llosa para avisarle que había ganado «por unanimidad –stop– cálida enhorabuena…». Y una carta a Donoso para explicarle por qué se suspendió el premio en 1970, año en que sería otorgado al escritor chileno por su novela «El obsceno pájaro de la noche» que finalmente fue publicada por Seix Barral, con solapa firmada por el mismo Carlos Barral.