Es una novela corta, de 122 páginas, que sigue a Ana Magdalena Bach, una mujer de mediana edad que ha estado felizmente casada por 27 años y no tiene razones para querer escapar de la vida que ha construido. Sin embargo, cada agosto viaja a visitar la tumba de su madre en una isla y por una noche se convierte en una persona distinta.

Este miércoles llegó a las librerías del mundo.

Gabriel García Márquez trabajó larga e intensamente en ella, pero el proceso se vio interrumpido por el deterioro de su memoria. En los años antes de morir, él mismo la descartó. “Este libro no funciona. Hay que destruirlo”, dejó dicho.

Sin embargo, sus hijos Rodrigo y Gonzalo decidieron rescatarla del archivo de la Universidad de Texas en Austin y publicarla cuando se acerca el décimo aniversario de la muerte del escritor.

“Mi teoría es que cuando dijo que no funcionaba había perdido la capacidad para juzgarlo. No está tan pulida como sus otras novelas, pero tampoco es un desastre que no se entienda. Yo creo que era él quien ya no entendía nada”, expresó a la prensa Rodrigo García.

¿Cómo llegó usted a trabajar en “En agosto nos vemos” y cómo fue su relación con García Márquez en ese proceso?

Fui editor de García Márquez desde 2001, cuando colaboré en la edición de sus memorias, “Vivir para contarla”. Ahí comenzó una relación de editor-autor a distancia, que después cuando me fui a México en 2006 reanudamos en persona. Tuve una relación continua con él en la edición de “Yo no vine a decir un discurso”, el libro que recoge todos sus discursos que se publicó en 2010.

Y finalmente, como comento en la nota del editor que va en el libro, la agente de García Márquez, Carmen Balcells, en 2010 me pidió que lo animara a terminar su novela “En agosto nos vemos”, de la cual no tenía noticia yo.

Entonces, al regresar a México se lo comenté. Él ya había terminado un primer borrador en 2004.

En esa época, 2010 y 2011, ya estaba empezando a perder un poco la memoria y no estaba trabajando realmente en la novela. Pero sí estaba dedicado a corregir una palabra, una frase, para mejorarla, y ahí brillaba su genio, en esas pequeñas correcciones.

Yo pude leer con él delante, en voz alta, tres o cuatro de los capítulos de la novela, y me encantó. Vi que el tema además era inédito para él, con una protagonista que no se había visto en su narrativa.

Y él siguió tomando notas en una versión quinta que tenía entre las versiones que había estado haciendo hasta que finalmente lo fue dejando a medida que su enfermedad progresó.

¿Qué pasó con la novela después de la muerte de García Márquez en 2014?

Después de su muerte, la familia decidió que no era el momento de publicar esa novela, que además él había dicho que no quería publicar en sus últimos años.

Todos los papeles de García Márquez, incluso este manuscrito, llegaron a la Universidad de Texas en Austin para convertirse en el gran archivo de García Márquez. Esta novela no estaba disponible al público en principio, pero alguna gente pudo verla.

Luego de ver que alguna gente había tenido acceso al manuscrito y había dicho que estaba muy bien y que debería publicarse, los hijos de García Márquez finalmente decidieron no hacerle caso al padre y publicarla. Y ahí es cuando me piden que yo trabaje en la edición final de la novela.

Gabriel García Márquez.

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,«Esta novela era parte de un proyecto narrativo”, dice el editor de García Márquez.

Más allá de descartarla en sus últimos años, ¿qué relación había tenido García Márquez con esta novela? ¿Qué visión tenía él de la misma?

Esta novela era parte de un proyecto narrativo.

En una entrevista que da en Madrid cuando lee el primer capítulo de esta novela en público, él le dice a la periodista que está escribiendo una serie de novelas cortas con el tema general del amor en la edad madura. “Del amor y otros demonios” era parte de eso.

Luego, cuando regresa en 2002 a su casa después de haber pasado un cáncer en Los Ángeles, retoma el manuscrito de la que sería después “Memorias de mis putas tristes”, y la termina en un año y se publica.

Y después se dedica un año entero a trabajar en el borrador que ya tenía de “En agosto nos vemos”.

Entonces manda un manuscrito a la agencia Balcells, y esa es la versión quinta que él abandona, abandona en el sentido de dejarla reposar, como le dice a su secretaria Mónica Alonso. La secretaria de García Márquez es fundamental. Es quien le ayudaba y quien guardaba los manuscritos.

En sus últimos años, ya cuando la memoria le fallaba y no reconocía muchas cosas, es cuando él menciona varias veces que no quiere publicar la novela, que no está lista, etcétera.

Pero, bueno, como dicen los hijos en la introducción del libro, la novela no estaba pulida, pero estaba terminada, ya lo verán los lectores. Yo no he tenido que añadir ni una palabra, por supuesto. No tengo ni que decir que no he añadido nada.

¿Qué detalles puede contar sobre el proceso de edición del libro? ¿Con qué desafíos se encontró?

El desafío más grande era el respeto absoluto a la obra de García Márquez. Es una labor de una responsabilidad inmensa.

Afortunadamente, tuve la ocasión de trabajar mucho con él codo a codo, con lo cual conocía muy bien su obra, había trabajado con él en correcciones, sabía cómo trabajaba y eso me ayudó.

Lo más importante fue leer el manuscrito completo y ver que sí estaba la historia ahí completa, terminada. No había nada que hacer ahí para terminar nada ni había que añadir una frase ni un final, estaba todo ahí.

He hecho el trabajo de editor con el manuscrito que había en un documento de Word y la versión quinta que dejó impresa con muchas anotaciones a mano en los márgenes, con cambios, con cosas. Ahí es en donde yo baso la edición para llegar el texto final.

Solamente había que seguir las pistas que él dejó para tomar la decisión de, por ejemplo, eliminar una frase que estaba tachada.

Y después, lo que sí tuve que hacer fueron unos cambios que venían dados por verificar datos como nombres de autores que menciona, el trabajo normal de un editor, y algunas cuestiones de coherencia del propio texto.

Cristóbal Pera con Gabriel García Márquez.

FUENTE DE LA IMAGEN,MÓNICA ALONSO

Pie de foto,«Es una labor de una responsabilidad inmensa”, dice Pera.

¿A qué se refiere con cuestiones de coherencia?

Hay un par de ejemplos que menciono en la nota del editor. En la novela, la protagonista termina al final el último capítulo con 50 años, con lo cual, haciendo las cuentas, en el primer capítulo tiene 46 años.

La cuestión es que, en el primer capítulo, él describe a la protagonista como una mujer cercana a la tercera edad, y él mismo marca esa frase y le pone un interrogante. Obviamente era de una versión temprana y él se da cuenta de que, claro, una mujer de 46 años no es cercana a lo que entendemos por tercera edad.

Allí, yo como editor, simplemente interpretando esa marca de él, quito esa referencia a la tercera edad, y el lector no se confunde, porque es una mujer de 46 años.

Otro ejemplo es que la protagonista conoce a un hombre en el primer capítulo, y en el último capítulo, años después, se reencuentra con él en una calle de una ciudad de la costa, y no lo reconoce al principio porque dice que lleva un bigote que no lo llevaba cuando lo conoció. Y en el primer capítulo, el hombre sí aparece con bigote.

Son cuestiones puramente de coherencia narrativa que él en una revisión final hubiera visto. Entonces, había que quitar la mención del bigote de ese primer capítulo para que tenga sentido esa referencia final.

Las intervenciones mías han sido esas: seguir todas sus marcas y simplemente controlar la coherencia narrativa de las edades, la cronología, los nombres, etcétera, etcétera.

Gabriel García Márquez.

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

¿Qué representa este libro en la literatura de García Márquez y qué muestra sobre el final de su carrera?

Los lectores van a ser quienes juzguen “En agosto nos vemos”. Yo creo que esta novela cierra con un broche de oro toda su narrativa. Y yo creo que en el fondo él era consciente de eso.

Es una novela con una protagonista mujer, como jamás había tenido ninguna de sus novelas. Y las mujeres son muy importantes en sus novelas desde Cien años de soledad y en todas sus narraciones, pero nunca habían tenido un papel protagonista como el de Ana Magdalena Bach, que es una mujer que decide explorar su sexualidad y su libertad.

Eso le provoca conflictos, pero ella sigue en ese camino, aunque es una mujer que en teoría es feliz y no tendría razones objetivas para hacerlo.

Por eso es una novela que el propio hijo Rodrigo ha calificado de feminista. Creo que esta novela reacomoda toda la obra de García Márquez y sobre todo el papel de la mujer en ella, que después de esta novela se tiene que reconsiderar. Yo creo que por eso es tan importante.

Después, en su estilo, en cómo la cuenta, ocurre en un lugar y un momento innominados, seguramente en los años 80 o 90 en la costa de Colombia en una isla, pero no se sabe realmente. No quiere dejar marcas estrictas de dónde es, lo cual es una novedad.

Es entonces una obra que le hace justicia a las demás…

Sin duda. Pero no vale de nada lo que yo diga, porque los lectores a partir de ahora van a poder juzgarlo.

Yo solamente puedo volver a cuando leí por primera vez en voz alta varios capítulos de la novela junto a él. En ese momento lo que pensé es que ojalá algún día todos los lectores de García Márquez pudieran disfrutar de la obra maestra que tenía el privilegio de leer por primera vez.

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