Donald Trump, presidente de Estados Unidos, ha expresado recientemente su interés en llegar a un acuerdo con Rusia para acceder a sus tierras raras, un grupo de minerales estratégicos esenciales para la industria tecnológica, militar y energética.
Esta declaración, realizada el 25 de febrero de 2025 durante una rueda de prensa en el Despacho Oval, marca un giro inesperado en la política exterior estadounidense, especialmente considerando el contexto previo de tensiones con Rusia y el enfoque inicial de Trump en las tierras raras de Ucrania. A continuación, analizo esta noticia basándome en la información disponible y el contexto geopolítico.
Trump señaló que Rusia posee «muy buenas tierras raras, petróleo y gas» y que una colaboración en este ámbito sería «genial» tanto para Estados Unidos como para Rusia. Según reportes, el mandatario destacó que este tipo de acuerdo podría formar parte de una cooperación más amplia entre ambas naciones.
Paralelamente, el presidente ruso, Vladímir Putin, había indicado el lunes 24 de febrero de 2025, en una entrevista en televisión estatal, su disposición a colaborar con Estados Unidos en la explotación de tierras raras, incluso mencionando recursos en los territorios ocupados de Ucrania y regiones rusas como Múrmansk, el Cáucaso y Siberia.
Este anuncio llega tras semanas de negociaciones entre Washington y Kiev, donde Trump había presionado a Ucrania para acceder a sus reservas de tierras raras —valoradas en cientos de miles de millones de dólares— a cambio de apoyo militar. Sin embargo, Ucrania rechazó propuestas que no incluyeran garantías de seguridad frente a Rusia, lo que pudo haber motivado a Trump a explorar alternativas con Moscú.
Inicialmente, Trump enfocó su atención en las tierras raras ucranianas como una forma de compensar la inversión militar estadounidense en la guerra contra Rusia, estimada en unos 500,000 millones de dólares. Su pivot hacia Rusia sugiere una estrategia pragmática y transaccional, priorizando el acceso a recursos críticos sobre las rivalidades geopolíticas tradicionales. Esto podría reflejar una evaluación de que negociar con Rusia, un país con reservas mucho mayores y una capacidad de producción potencialmente más estable, es más viable que depender de Ucrania, donde muchos yacimientos están en zonas de conflicto o bajo control ruso.
Putin y su portavoz, Dmitri Peskov, han acogido positivamente la idea, destacando que Rusia tiene «muchísimas más» tierras raras que Ucrania y que esto abre «amplias perspectivas» de cooperación. Rusia, aunque posee una de las mayores reservas mundiales de estos minerales, no lidera la producción global, que está dominada por China (70% del mercado). La propuesta de Putin de incluir territorios ocupados en Ucrania añade una capa de provocación, desafiando la soberanía ucraniana y buscando legitimar su control sobre esas áreas.
Este acercamiento entre Washington y Moscú podría tensionar las relaciones con aliados europeos y Ucrania, que han visto el apoyo estadounidense como un baluarte contra la agresión rusa. La Unión Europea, que también busca diversificar su suministro de tierras raras frente a China, podría percibir esto como una traición a los intereses occidentales conjuntos. Además, el hecho de que Trump explore esta opción tras el rechazo de Ucrania sugiere que su prioridad no es necesariamente resolver el conflicto ucraniano, sino asegurar recursos estratégicos para Estados Unidos.
Rusia tiene reservas significativas de tierras raras, pero su producción ha sido limitada por falta de inversión y tecnología avanzada. Un acuerdo con Estados Unidos podría impulsar esta industria, beneficiando a ambas partes: Rusia obtendría ingresos y tecnología, mientras que Estados Unidos reduciría su dependencia de China. Sin embargo, las sanciones actuales y la desconfianza mutua podrían complicar la implementación práctica
Las tierras raras (17 elementos como neodimio, lantano y cerio) son esenciales para fabricar desde teléfonos inteligentes hasta misiles. China domina el mercado, lo que ha llevado a Estados Unidos a buscar alternativas. Rusia, con reservas estimadas en 10 millones de toneladas métricas (según el Servicio Geológico de EE.UU.), supera a Ucrania en volumen, aunque la explotación ucraniana podría haber sido más accesible antes del conflicto.
El anuncio ha generado reacciones mixtas. Por un lado, se alinea con la visión de Trump de política exterior basada en «América primero» y acuerdos comerciales directos. Por otro, contradice su retórica previa de confrontación con Rusia y su promesa de resolver la guerra en Ucrania rápidamente. Algunos analistas podrían argumentar que esto debilita la posición de Ucrania, al mostrar que Estados Unidos está dispuesto a negociar con su adversario. Otros, sin embargo, podrían verlo como un movimiento astuto para presionar a Kiev a aceptar un trato menos favorable.
Desde la perspectiva rusa, la oferta de Putin parece un intento de aprovechar las prioridades de Trump para suavizar sanciones o ganar legitimidad internacional, especialmente sobre los territorios ucranianos ocupados. Sin embargo, cualquier acuerdo enfrentaría obstáculos legales, políticos y logísticos, dada la hostilidad previa entre ambas naciones.
La propuesta de Trump de acceder a las tierras raras rusas refleja su enfoque transaccional y su interés en asegurar recursos estratégicos para Estados Unidos, incluso si eso significa negociar con un rival histórico. Aunque el giro hacia Rusia podría ser una respuesta al rechazo ucraniano, también plantea preguntas sobre la coherencia de su estrategia en el conflicto ucraniano. La viabilidad de este acuerdo dependerá de factores como la disposición de ambas partes a superar sanciones y desconfianzas, así como de la reacción de aliados y competidores globales como la Unión Europea y China. Por ahora, este desarrollo añade una nueva dimensión a las complejas dinámicas geopolíticas del momento.
LRS
