Por Diómedes Núñez Polanco
Apropósito del 150 aniversario del fracaso del proyecto de anexión de nuestro país a los Estado Unidos (31 de julio de 1871), nos hemos referido al expansionismo del presidente Ulises Grant y al anexionismo de Buenaventura Báez, y de manera particular a la actitud, en ese proceso, del senador Charles Sumner, de Massachusetts.
La Cámara de Representantes de ese país había adoptado, por unanimidad, una resolución en la que expresaba “su simpatía por la lucha que sostienen los cubanos para obtener su autonomía. Esta resolución autoriza al presidente de los Estados Unidos a reconocer la independencia de Cuba (que luchaba desde el 10 de octubre de 1868) desde que un gobierno de facto sea establecido”.
El periódico El Imparcial, de España, del 13 de marzo de 1870, revelaba que el senador Sumner fue entrevistado por el corresponsal del World, y sostuvo un diálogo altamente desfavorable a la causa de Cuba.
Los discursos de Sumner en el Senado basaban su oposición al Tratado de Anexión de Santo Domingo, en principios morales y de respeto a la soberanía. Llegó a decir varias veces que no importaban ventajas comerciales y materiales si sacrificaban el Derecho y el principio humano. El 17 de marzo decía en el Senado: “[…] He hecho voto de hacer todo lo posible para la protección y la cultura de la raza africana. Cuando se trata de ayudar a la gente de esta raza, estoy listo a ello. Es mi deber protegerla contra una injusticia”.
En efecto, su voz se oyó muchas veces en contra de los ataques del presidente Grant al gobierno haitiano. Pero desaprovechó la oportunidad que le ofreció la guerra de Cuba para defender el derecho a la soberanía de ese pueblo, a lo que se sumaba la ocasión de ayudar a la “gente de raza negra”. La lucha independentista cubana se inició cuando varios oligarcas esclavistas, como Carlos Manuel de Céspedes, declararon la guerra a España y pusieron en libertad a los esclavos de sus ingenios y plantaciones.
Fernando Wood, representante de Nueva York por el Partido Demócrata, fue de los que en su Cámara combatió con firmeza el proyecto de Anexión. Basaba su posición en que la República Dominicana no convenía ser anexada a los Estados Unidos ni como Estado ni como territorio, en que “su población era de tipo degenerado en grado sumo” y que estaba principalmente compuesta de “una raza cuya sangre tiene dos tercios de africano nativo y un tercio de criollo español, a diferencia de cualquier raza de color conocida en este país o en cualquiera parte del mundo. Esta es una mezcla completamente incapaz de asimilar la civilización, y descalificada bajo cualesquiera circunstancias posibles, de hacerse ciudadanos de los Estados Unidos…”.
Para Wood, la población de color de los Estados Unidos ha tenido la ventaja de disfrutar durante siglos del ejemplo y la sociedad de los blancos, ventajas, aclaraba, que no ha tenido la población dominicana. Advirtió que la doctrina del Partido Demócrata “(…)ha sido siempre anexar territorios que tengan una población adecuada para ayudarnos en el avance y el progreso, nunca ha existido como parte de la doctrina del partido demócrata (sic) el anexar una población como de (ese) tipo…”.