¿Cómo pudo él, que todo lo había perdido, que había visto destruir todo lo que valía la pena, que tuvo hambre, frío, brutalidades sin fin, que tantas veces estuvo a punto del exterminio- cómo pudo aceptar que la vida fuera digna de vivirla?.
Viktor Frankl, nació en Viena el 26 de marzo de 1905, fue uno de los sobrevivientes de los llamados ‘campos de concentración’, campos de muerte, infiernos terrenales creados por unos monstruos insensibles al dolor ajeno, Frank era neurólogo, psiquiatra y filósofo austriaco, fundador de la logoterapia y del análisis existencial.
En esos grises recintos de desesperanza, angustia y muerte encontró la manera de sobrevivir, como psicoterapeuta quiso ayudar al ser humano, a despertar el sentimiento de asumir la responsabilidad de vivir; por muy difíciles que sean las circunstancias de la existencia.
«El hombre en busca de sentido», es el título de su libro donde proclama un esperanzador mensaje sobre la capacidad humana de trascender a sus dificultades.
El Dr. Frank le preguntaba a sus pacientes aquejados de múltiples padecimientos, más o menos importantes: ¿Por qué no se suicida usted?
En las respuestas que recibía, encontraba la orientación de psicoterapia a aplicar:
‘a éste, lo que lo ata a la vida son los hijos’; al otro, ‘un talento’, ‘una habilidad sin explotar’; a un tercero, quizás, ‘sólo unos cuantos recuerdos que merece la pena rescatar del olvido’
De esto se trata la LOGOTERAPIA, que es la versión original del moderno ANÁLISIS EXISTENCIAL.
En esta obra, el Dr. Frankl, explica la experiencia que le llevó al descubrimiento de la logoterapia. Estaba prisionero, durante mucho tiempo, en los bestiales campos de concentración, él mismo sintió en su propio ser lo que significaba una existencia desnuda.
Sus padres, su hermano, incluso su esposa, murieron en los campos de concentración o fueron enviados a las cámaras de gas, sólo una hermana sobrevivió.
¿Cómo pudo él, que todo lo había perdido, que había visto destruir todo lo que valía la pena, que tuvo hambre, frío, brutalidades sin fin, que tantas veces estuvo a punto del exterminio- cómo pudo aceptar que la vida fuera digna de vivirla?.
Tanto Freud como Frankl estudiaron la naturaleza y cura de la neurosis. Freud, consideraba que la raíz está en la ansiedad por motivos conflictivos e inconscientes. Frankl descubre el origen de algunas neurosis (la neurosis noógena) como la incapacidad para encontrar significación y sentido de responsabilidad en la propia existencia.
Nuestra única posesión: la existencia desnuda
«Mientras esperábamos a ducharnos, nuestra desnudez se hizo patente: nada teníamos ya salvo nuestros cuerpos mondos y lirondos (incluso sin pelo); literalmente hablando, lo único que poseíamos era nuestra existencia desnuda.
¿Qué otra cosa nos quedaba que pudiera ser un nexo material con nuestra existencia anterior? Por lo que a mí se refiere, tenía mis gafas y mi cinturón, que posteriormente hube de cambiar por un pedazo de pan. A los que tenían braguero les estaba reservada todavía una pequeña sorpresa más.
Por la tarde, el prisionero veterano que estaba a cargo de nuestro barracón nos dio la bienvenida con un discursito en el que nos aseguró bajo su palabra de honor que, personalmente, colgaría «de aquella viga» – y señaló hacia ella- a cualquiera que hubiera cosido dinero o piedras preciosas a su braguero.
Y orgullosamente explicó que, como veterano que era, las leyes del campo le daban derecho a hacerlo.
Con los zapatos hubo también sus más y sus menos. Aunque se suponía que los conservaríamos, los que poseían un par medio decente tuvieron que entregarlos y, a cambio, les dieron otros zapatos que no les servían. Pero los que estaban en verdadera dificultad eran los prisioneros que habían seguido el consejo aparentemente bien intencionado que les dieron (en la antesala) los prisioneros veteranos y habían cortado las botas altas y untado después jabón en los bordes para ocultar el sabotaje. Los hombres de la SS parecían estar esperándolo. Todos los sospechosos de tal delito pasaron a una pequeña habitación contigua. Al cabo de un rato volvimos a oír los azotes del látigo y los gritos de los hombres torturados. Esta vez el castigo duró bastante tiempo».
A los recién llegados nos estaban reservadas todavía muchas sorpresas de este tipo. Los médicos que había en nuestro grupo fuimos los primeros en aprender que los libros de texto mienten. En alguna parte se ha dicho que si no duerme un determinado número de horas, el hombre no puede vivir. Mentira! Yo había vivido convencido de que existían unas cuantas cosas que sencillamente no podía hacer: no podía dormir sin esto, o no podía vivir sin aquello. La primera noche en Auschwitz dormimos en literas de tres pisos. En cada litera (que medía aproximadamente 2 X 2.5m) dormían nueve hombres, directamente sobre los tablones. Por cada nueve había dos mantas. Claro está que sólo podíamos tendernos de costado, apretujados y amontonados los unos contra los otros, lo que tenía ciertas ventajas a causa del frío que penetraba hasta los huesos. Aunque estaba prohibido subir los zapatos a las literas, algunos los utilizaban como almohadas a pesar de estar cubiertos de lodo. Si no, la cabeza de uno tenía que descansar en el pliegue de un brazo casi dislocado. Y aún así, el sueño venía y traía olvido y alivio al dolor durante unas pocas horas.
Me gustaría mencionar algunas sorpresas más acerca de lo que éramos capaces de soportar: no podíamos limpiarnos los dientes y, sin embargo y a pesar de la fuerte carencia vitaminas, nuestras encías estaban más saludables que antes. Teníamos que llevar la misma camisa durante medio año, hasta que perdía la apariencia de tal. Pasaban muchos días seguidos sin lavarnos ni siquiera parcialmente, porque se helaban las cañerías de agua y, sin embargo, las llagas y heridas de las manos sucias por el trabajo de la tierra no supuraban (es decir, a menos que se congelaran) O, por ejemplo, aquel que tenía el sueño ligero y al que molestaba el más mínimo ruido en la habitación contigua, se acostaba ahora apretujado junto a un camarada que roncaba ruidosamente a pocas pulgadas de su oído y, sin embargo, dormía profundamente a pesar del ruido. Si alguien nos preguntara sobre la afirmación de Dostoyevski que asegura terminantemente que el hombre es un ser que puede ser utilizado para cualquier cosa, contestaríamos: «Cierto, para cualquier cosa, pero no nos preguntéis cómo»
Me animo a responder al Dr. Frank: ¿Por qué no se suicida usted?
El Dr. Frank falleció en Viena el 2 de septiembre de 1997.
El 27 de enero se conmemora la liberación en 1945 por las tropas soviéticas del campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau. Esa fecha fue oficialmente proclamada, en noviembre de 2005, Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto.