Por FELIPE CIPRIÁN
Luis Abinader llegó a la Presidencia en el verano de 2020, electo constitucionalmente, con votos ajenos.
Ni él ni el Partido Revolucionario Moderno (PRM) tenían entonces fuerza para reunir los más de dos millones (2,154,829) de votos que lo llevaron al triunfo el 5 de julio.
Esos votos salieron, principalmente, de los seguidores de Leonel Fernández que sabían que él no tenía posibilidades de ganar las elecciones, y de una masa de empleados públicos peledeístas que favorecieron el ‘cambio’ ante la inmimente derrota de su partido, para tratar de conservar sus puestos.
Una sumatoria conservadora sitúa en alrededor de 650,000 los leonelistas que votaron a favor de Abinader para destronar al Partido de la Liberación Dominicana (PLD) tras “arrebatarle la candidatura” a Leonel para dársela a Gonzalo Castillo, arfil de Danilo Medina.
Más de 400,000 peledeístas –esencialmente empleados públicos de baja categoría- votaron a Abinader, quien para conquistarlos, prometió que todos conservarían su puesto en la administración pública.
El total de votos ajenossuperó el millón, lo que es igual a la mitad de los sufragios que obtuvo Abinader para ganar las elecciones.
Un elemento destacado de esas elecciones fue la gran abstención, superior al 45 por ciento, motivada por la pandemia y por la falta de una candidatura más novedosa que la de Abinader para enfrentar los retos del país.
Es improbable que suceda igual ahora porque hay cuentas por ajustar y no hay Covid.
El descontento se expresa en protestas sociales locales, pero esencialmente lo hará en las urnas en mayo.
El escenario de 2024
Para las elecciones presidenciales de 2024, Abinader no puede contar ni con un solo voto de los partidarios de Leonel y mucho menos con los 634,400 empleados (familias) que su gobierno botó de la administración pública en solo un año.
En esa barrida se fueron médicos (en plena pandemia), enfermeras, bioanalistas, psicólogos, psiquiatras, profesores, agrónomos, veterinarios, economistas, abogados, controladores aéreos, soldados, policías, plomeros, electricistas, pintores de brocha gorda, soldadores, limpiadores de calles, bacheadores y periodistas.
Ahí, Abinader-PRM no tienen nada que buscar y muy probablemente, son votos activos en su contra.
Estoy hablando de más de un millón de votos que le entraron “por desquite” (los leonelistas) y esperanzados en un cambio que se convirtió en hambre y desamparo para las miles de familias de los cancelados, con los que ya no puede contar.
Un gobierno, aunque sea exitoso –que no es el caso de Abinader-, sufre un desgaste natural cuando pasa el tiempo y la situación del país no mejora, sino que empeora y la condición particular de las personas se hunde en la precariedad.
Es evidente que desde el poder, Abinader se ha restado muchos votos de los que obtuvo en 2020 y las acciones de su gobierno no les suman masa importante de simpatizantes.
Las razones de la pérdida de aceptación popular se explican porque el dinero público se ha entregado a manos llenas al sector turístico, a los comerciantes importadores de alimentos y materias primas para quebrar la agropecuaria nacional y a un excesivo gasto corriente parasitario que no produce riquezas.
Como ejemplo de desgaste, solo hay que ver que las candidaturas del PRM para dos alcaldías importantes, disputadas en primarias, se volcaron contra los alcaldes de Santo Domingo Este y Santo Domingo Oeste, en una conjunción de deterioro en el poder y mañas traicioneras de los dueños del PRM para cerrarles el paso a esos dirigentes municipales. En síntesis, Abinader invocó el voto anti-reeleccionista de los pobres, pero no le dijo que era para gobernar para los ricos, que son los mismos que ordeñaron el erario en los gobiernos de Leonel y Danilo.
Coctel de ruina social
•Cuando una madre va al supermercado y tiene que pagar 80 pesos por una libra de carne de pollo, piensa en Abinader y su reelección.
•Cuando observa que un paquete mediano de papel sanitario que costaba 25 pesos a comienzos de año, en octubre tiene que pagar 40 pesos, piensa en Abinader y su reelección.
•Cuando fue al supermercado en agosto y compró una botella de aceite de oliva y volvió en octubre y le cuesta, la misma botella, cien pesos más, piensa en Abinader, las cifras de inflación del Banco Central y la reelección.
•Cuando va a la farmacia a comprar sus medicamentos para la alta presión, la diabetes y el cáncer porque las ARS solo les cubren la factura de dos meses, y comprueba que suben constantemente, pregunta qué será de ella si Abinader se reelige.
•Cuando los productores agropecuarios ven al gobierno entregándoles todos los recursos del Banco Agrícola a los importadores de alimentos para que quiebren la producción nacional, los lleve a la ruina, tengan que vender su propiedades para pagar deudas e irse por la vuelta de México para sobrevivir, piensan ¿qué sería de ellos si Abinader se reelige por cuatro años?
•Cuando a las madres se les están enfermando masivamente sus hijos de dengue, acuden a los hospitales y no encuentran camas, ni medicinas y los médicos tienen la orden de no internar a menos que sean casos mortales y si mueren tienen que asentar que fue por otra causa, piensan en ¿qué será de este país si Abinader es reelecto por otros cuatro años?
•Cuando los pequeños negocios y familias reciben apagones constantes del servicio de electricidad, pero cada mes la factura llega con valores incrementados de hasta 50 por ciento, piensan ¿qué será de ellos con una reelección de esas prácticas perversas?
Justicia independiente
Abinader empeñó una parte significativa de su gobierno en ‘vender’ un ministerio público independiente para perseguir la corrupción, lo que le granjeó un buen torrente de votos y la adhesión total de la “sociedad civil”, que entró en su gobierno como funcionarios por decreto y como contratistas directos y sin concurso.
La lucha contra la corrupción es el fiasco más grande que ha tenido este gobierno porque solo se ha perseguido a los peledeístas, mientras se encubre a los funcionarios del PRM, cuyos escándalos motivan cancelaciones por decreto y rabiadas renuncias, pero ni un solo sometimiento ni interrogatorio.
Consciente de que la popularidad de Abinader está en picada, los “estrategas” de su candidatura, cuyo jefe máximo es él mismo, decidieron levantar el sentimiento anti-haitiano para tratar de remontar. ¡Qué fiasco!
Abinader y su flamante ministro de Conflictos Exteriores, Roberto Álvarez, decidieron bloquear a Haití por “aire, mar y tierra”, exhibir carros artillados haciendo disparos de advertencia en la frontera, hasta que los haitianos desistan de construir un canal en el binacional río Masacre.
¡El pobre! Los haitianos siguen construyendo su canal con cemento, varillas, arena y agua dominicanas; los comerciantes y productores de la frontera están quebrados y protestando, y Abinader no ha tenido más remedio que decidir abrir la frontera (que solo estaba cerrada por las puertas) y permitir los vuelos comerciales.
¿A cambio de qué? ¡De nada! ¡El gobierno dominicano no ha conseguido nada en su conflicto innecesario y torpe con Haití!
Nadando a contracorriente
Tengo para decirle a Abinader que su emprendedurismo reeleccionista es una empresa altamente riesgosa y de muy difícil realización.
Es como remar a contracorriente, río arriba, con una tormenta en el nacimiento de esa fuente fluvial.
Me preguntarán, pero ¿quién puede vencer a Abinader?
Creo que él lo sabe perfectamente, pero ese será mi tema el miércoles 7 de noviembre, que es “de hoy en ocho”.