Por: Simeón Arredondo
Poeta y escritor dominicano residente en España
simeonarredondo@gmail.com
En la continuación de la conmemoración del cumpleaños número 100 del connotado poeta petromacorisano Víctor Villegas (1924-2011), destacamos que entre los galardones que recibió se encuentran el Premio Nacional de Poesía (1982), Medalla al mérito literario hispanoamericano (Caracas, Venezuela), Medalla literaria José María Heredia (Santiago de Cuba, 1995), Premio Caonabo de oro (1996), y el Premio Nacional de Literatura de la República Dominicana (2000).
En esta ocasión, como parte del homenaje al autor de “Diálogos con Simeón”, presento la primera parte del ensayo “El tema de la muerte en la poesía de Víctor Villegas”, contenido en mi libro “De Gastón Fernando Deligne a Pedro Mir y otros ensayos” (Santo Domingo, Editora Santuario, 2013).
El tema de la muerte en la poesía de Víctor Villegas 1
La vida y la muerte comparten un secreto que quien lo descubre muere en el acto. Conscientes o no de ello, poetas y escritores han usado en sus inspiraciones el tema de la muerte desde antaño, y aún en nuestros días no pierde vigencia.
Desde el Marqués de Santillana hasta Antonio Machado, y desde César Vallejo hasta Víctor Villegas, este tema ha perdurado con bastante notoriedad en muchos de los escritos que han lanzado a narradores y poetas a la fama, o sencillamente en composiciones literarias dignas de tomar en cuenta al momento de analizar la obra de cualquiera de ellos.
El tema de la muerte ha sido tratado no por pocos literatos de diferentes géneros y épocas desde múltiples puntos de vista, y ha sido usado para manifestar incontables tipos de sentimientos y situaciones.
Connotados poetas del mundo han usado las musas para hacer una premonición de su muerte. Antonio Machado en su poema “Retrato” dice: “Y cuando llegue el día del último viaje/ y esté al partir la nave que nunca he de tomar,/ me encontrareis a bordo ligero de equipaje,/ casi desnudo, como los hijos de la mar”. César Vallejo en uno de los momentos que el numen invadía sus pensamientos escribió: “Me moriré en París con aguacero,/ un día del cual tengo ya el recuerdo./ Me moriré en París -y no me corro-/ tal vez un jueves, como es hoy, de otoño”.
Otros han preferido decidir la forma y la fecha de su encuentro con la muerte suicidándose por distintas razones y por diferentes vías, como Alfonsina Storni (en 1938), y Gastón Fernando Deligne (en 1913), generando inspiraciones posteriores para otros escritores, y siendo las formas o los motivos de su muerte objeto de análisis en múltiples escenarios de la intelectualidad.
Los hay que simplemente han sido impactados por la desaparición física de un ser querido o por una escena que guarde afinidad con ello, como se refleja en Arturo Pellerano Castro cuando escribe: “Junto a una cruz al expirar el día/ una pobre mujer de angustia llena/ sus lágrimas vertía,/ dolió a mi corazón su amarga pena/ y junto al sepulcro de la madre ajena/ lloré la muerte de la madre mía.”
Destacados narradores como Selma Lagerlöf, Horacio Quiroga y Juan Bosch también abrazaron el tema haciendo galas de su capacidad creativa en varios de sus textos. En fin, se trata de una manifestación de atención de manera artística a un fenómeno que a todos nos impacta y nos aguarda.
En el caso del personaje que en esta ocasión ocupa nuestra atención, el galardonado Víctor Villegas, de repente pareciera que comienza a manosear el tema de la muerte a raíz del deceso de su esposa, Amada Antonia García de Villegas, ocurrido en los albores del año 2001, y a quien dedica la obra “Muerte Herida”, publicada un año después. Es el primer libro del autor en el que aparece la palabra “muerte” en el título (más adelante, en el 2005 lo volveremos a encontrar en “La Muerte al Borde de la Muerte”); sin embargo, como tema ha venido incrustado en sus poemas desde “Diálogos con Simeón”, emblemática obra concebida y producida durante la tiranía trujillista, según ha dicho Abelardo Vicioso en una de sus introducciones, pero que sale a la luz en el último lustro de la década que va de 1971 a 1980.
Jorge Manrique es ampliamente conocido en el mundo por las “Coplas a la muerte de su padre” (1477), sin embargo, no es en la única obra que trata el tema. Algo parecido ocurre con el también ibérico Antonio Machado y su poema “A un olmo seco” (1912), escrito a raíz de la muerte de su esposa Leonor. Pues ya en “Diálogos con Simeón”, publicado en 1977, adentrándose al tema de la muerte, Villegas formula el siguiente cuestionamiento:
“Cuantas veces preguntaste: verán siempre
los ojos ese difícil movimiento en las estrellas,
ese entregarse al fin al más puro
contacto con la muerte?”
Estos versos, que están entre los primeros que se conocieron de Víctor Villegas, contienen en esencia una de las temáticas que más sobresale en la obra del poeta: la muerte. Es notable que Víctor Villegas maneja el tema de distintas maneras. Le da diferentes tratamientos, ya refiriéndose a la muerte como sufrimiento para protestar y realizar denuncias sociales, ya dando vida a seres inanimados o a personajes de la historia que hace mucho tiempo desaparecieron físicamente, resignándose a ella, aceptándola, filosofando en torno a ella, o tomándola como interlocutora en ejercicio del apóstrofe, figura literaria que consiste en dirigirse emotivamente a un ser inanimado, abstracto o ausente.