Por Pascual Ramirez
No hay viento favorable para el que no sabe donde va”. (Séneca)
Llegaron al gobierno de carambola, por un golpe de suerte y por eso el triunfo electoral los tomó por sorpresa, sin estar preparados para gobernar. Mintieron con supuestos planes y soluciones a los graves problemas que enfrenta la ciudadanía. En buen dominicano, nos tomaron el pelo. Se les pudiera perdonar las novatadas, las meteduras de patas, las reversas e improvisaciones de los primeros meses, hasta que superaran su propia incredulidad por llegar al poder como llegaron.
Pero a dos años de estar manejando el Estado, las repeticiones de las equivocaciones y las evidencias acumuladas reflejan que no es que estaban aprendiendo a gobernar y cometiendo los errores propios de un aprendizaje, sino que no saben gobernar, y han hecho de la improvisación y la falta de planificación su modo de gobierno, lo que eleva aun mas el nivel de estrés e incertidumbre que vive la población dominicana.
Y como improvisar y dejar todo al azar es el estilo de gobernar de Luis Abinader y su PRM, todo lo que hacen tiene el sello de la ineficiencia y del fracaso. De ahí que en su acción gubernativa, todo lo que hacen luce desalineado, sin orden, sin prioridades, sin rumbo, sin norte, sin un camino trazado para llegar a alguna parte. Todo indica una clara ausencia de liderazgo por parte del ejecutivo en la conducción y planificación de las políticas.
Es por eso que el llamado gobierno del cambio ha resultado ser un gran descalabro, porque no se ha calculado nada, porque responde sobre la marcha y vive pendulando de un lado a otro, dando bandazos, diciéndose y contradiciéndose, moviéndose en zigzag en el proceso de toma de decisiones importantes, cambiando de opinión con rapidez e ímpetu, como quien cambia de camisa.
No se le ve gobernar o gerenciar el Estado en la búsqueda de solución a los problemas de la ciudadanía. El país luce sin rumbo, y sin un líder que proyecte la confianza necesaria de que vamos por buen camino.
Ahora vemos que el gobierno de Abinader y del PRM, no significaba sólo un gobierno desazonado, sino un gobierno de desaguisados continuos, sin propuestas de solución a nada, perdido en el limbo y que no da pie con bola en nada de lo que hace o se propone hacer. Se gobierna en un día a día, es como si el presidente llegara al palacio y preguntara, a donde vamos hoy a dar un picazo y hacernos fotos.
Y esto no se ha notado tanto, porque han sabido aturdir a la opinión pública con expedientes judiciales novelados, derivados de los escandalosos casos de corrupción del pasado gobierno de Danilo Medina y sus secuaces. Pero ya el pueblo está saliendo de ese proceso de adormecimiento y aturdimiento, y se encamina hacia la recuperación de la esperanza, tras irse deshaciendo de la ilusión de que habría un buen cambio, el cual se ha trocado en frustración colosal.
Pierde confianza
Ahora lo que está por verse es si Abinader seguirá improvisando en las cuestiones vitales que están pendientes y en los problemas que urge resolver, porque ya la ciudadanía no aguanta mas las sacudidas permanentes de tantos pa’lante y pa’tra. De tanto andar en el camino del error permanente, el gobierno y el presidente han perdido la confianza y la credibilidad de la gente.
Como parte de su carrera en establecer un récord de improvisaciones, de deshacer lo que hace y de echar hacia atrás las medidas que toma, el gobierno se encuentra hoy enredado en las patas de sus propios caballos.
La verdad es que si el presidente condujera sus empresas como gobierna el país, aquellas también serían un rotundo fracaso, como lo es la presente administración de la cosa del Estado.
Me permito terminar este artículo en palabras de Peña Guaba: ante el fracaso de este gobierno, el país espera y tiene su esperanza en el regreso de Leonel que volverá a poner al país nueva vez en el vagón del progreso, cosa que ningún otro sector político lo puede garantizar.
Leonel genera confianza por su consabido Don de gentes, por su altísima formación académica y por su inigualable experiencia, cosa que se hará muy necesario para dirigir el país en la Era post covid, donde todavía sufriremos las secuelas de la pandemia y de lo que pudiera dejar como resultados la cruenta guerra entre Rusia-Ucrania y Occidente.
El autor es abogado y político