En la tierra de Vicuña, en Chile, nació el 7 de abril de 1889, Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, poeta, diplomática y pedagoga inmortal que adoptó el nombre de Gabriel D’Annunzio y de Frederic Mistral, el escritor francés en lengua occitana. Hasta ahora es la primera y única mujer de América Latina que ha obtenido el Premio Nobel de Literatura, en 1945, o sea, setenta y nueva años que no se le otorga un Premio Nobel a una escritora latinoamericana.
Gabriela Mistral, nos recuerda al colosal José Martí que resalta su espíritu nómada y su amor a la naturaleza expresado en estos versos :
Yo vengo de todas partes, y hacia todas partes voy, arte soy entre las artes y en los montes, monte soy.
Fidelia Valdez fue la musa que le inspiró al magisterio, en 1904 inicia su labor como escuelera en la comunidad de Compañía Baja, al norte de la Serena, (hoy es un barrio de la ciudad); en 1910 recibe el titulo de Maestra Primaria, inicia un recorrido por los Liceos de Traiguén, Antofagasta, Los Andes, Punta Arenas, Temuco y Santiago, llego a ser directora.
En Temuco, se cruzó con el poeta de prosa y fervor, Pablo Neruda, otro chileno inmortal, quien al igual que ella, obtuvo el Premio Nobel de Literatura, nos describe a la maestra físicamente y su pasión por la lectura de novelas rusas, en sus memorias que tienen por título: Confieso que he vivido, en la página 33:
«Llegó a Temuco una señora alta, con vestidos muy largos y zapatos de taco bajo. Era la nueva directora del liceo de niñas. Venia de nuestra ciudad austral, de las nieves de Magallanes. Se llamaba Gabriela Mistral…la miraba pasar por las calles de mi pueblo con sus ropones talares, y le tenía miedo. Pero, cuando me llevaron a visitarla, la encontré buenamoza. En su rostro tostado en que la sangre india predominaba como en un bello cántaro araucano, sus dientes blanquísimos se mostraban en una sonrisa plena y generosa que iluminaba la habitación…le regalaba libros de novelas rusas que ella consideraba como lo más extraordinario de la literatura mundial… Tolstoi, Dostoievski, Chejov entraron en su mas profunda predilección…»
Seis años después de recibir el Premio Nobel, le otorgan el Premio Nacional de Literatura en su Patria.
Las injusticias sociales hirieron profundamente la sensibilidad de su alma, se recuerda su fervoroso llamado a «ir hacia el pueblo, sin orgullo intelectual, a dirigir las lecturas en las bibliotecas populares, a abrir los dispensarios…»
«El mejor maestro será siempre el alma encendida por dos cosas: la juventud y el ensueño redentor»
Gabriela se llevaba bien con los estudiantes agrupados en la Federación de Estudiantes de Chile era portavoz de demandas de reformas sociales que permitieran una Educación para todos, inclusiva para los obreros, para todas las clases sociales.
Sufría el asedio que padecen los pueblos originarios, para despojarles de sus tierras, en la búsqueda insaciable de los recursos naturales de los mapuches…
La maestra Mistral fue reconocida en el ámbito cultural latinoamericano. Sus trabajos aparecían en los grandes periódicos de Chile –La Nación y El Mercurio – como en otros espacios literarios y pedagógicos hispanoamericanos: México Moderno, Universidad y El Maestro (México) y Repertorio Americano (Costa Rica)
El 23 de junio de 1922, va a México, invitada a participar de la reforma educativa de allí, inicialmente como una visita de tres meses que se prolongó por dos años.
El Ministro Plenipotenciario en Chile, el ateneista Enrique González Martinez había conocido a Gabriela Mistral por las revistas literarias mexicanas Pegaso y Revista Moderna, la vincula con el escritor, político, educador y reformador de la educación José de Vasconcelos, (1882-1959), nativo de Oaxaca, la tierra de Benito Juárez, uno de los hombres más singulares de nuestra América hispana.
Tala (1938, Bs. Aires), poemario de Gabriela Mistral, está considerado uno de sus libros fundamentales de la poeta maestra Gabriela Mistral.
En el siguiente enlace podemos visualizarlo:
https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/tala–1/html/ff25d1ee-82b1-11df-acc7-002185ce6064_8.html#I_1_
«Sonetos de la muerte», una serie de poemas con los cuales ganó el concurso literario de los Juegos Florales de Santiago el 22 de diciembre de 1914 y saltó a la fama a nivel nacional.
«Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada,
que he de dormirme en ella los hombres no supieron
y que hemos de soñar sobre la misma almohada»
…
La conferencia que dictara Federico De Onis, Profesor de Literatura Española, de la Universidad de Columbia, causó grande admiración hacia la maestra poeta y querían más poemas, difícil empeño al no tener una colección, el Instituto de las Españas, perteneciente a la Universidad de Columbia, luego de convencerla, para que publicara, se editó en Nueva York, en el año 1922. Desolación fue su primer libro.
Los poemas de Desolación han estado relacionados con el suicidio de Romelio Ureta en 1909, quien había sido amigo de juventud de la autora, sería esa «‘sombra’ ausente y pregnante a la vez»; y la muerte de su madre: Petronila Alcayaga, en 1929, así como la muerte de Juan Miguel Godoy Mendoza, Yin-Yin (1925-1943), niño que estuvo al cuidado de Mistral.
Pedro Prado escritor, pintor y arquitecto chileno ganador del Premio Nacional de Literatura, en 1949, en el prólogo de la edición chilena de Desolación nos la describe asi:
«La veréis llegar …llegará recogido el cabello, lento el paso, el andar meciéndose en un dulce y grave ritmo… Tiene la boca rasgada por el dolor, y los extremos de sus labios caen vencidos como las alas de un ave cuando el ímpetu del vuelo las desmaya…
ojos mortales nunca vieron a su hijo, pero todos hemos oído las canciones con que le arrulla. ¡La reconoceréis por la nobleza que despierta!
De todo su ser fluye una dulce y grata unción …»
La maestra y poeta abrazaba el sentimiento infantil, la pureza, la ternura y el amor es manifiesto en sus textos: Piececitos de Niño, Balada, Todas íbamos a ser Reinas, La Oración de la Maestra, El Ángel Guardián, Decálogo del Artista y La Flor del Aire, en «La noche» aflora el tema de la maternidad, similar a una nana para dormir a los pequeños, en que el mundo entero se encuentra en calma y a descansar y con su amor ha logrado incluso «acunar» a la tierra.
Al volcán Ixtlazihuatl ubicado en Puebla, conocido también por su forma como «La Mujer Dormida», es el tercer volcán más alto de México, ícono de la geografía mexicana, rodeado de leyendas y mitos prehispánicos le dedica los siguientes versos:
El Ixtlazihuatl mi mañana vierte;
se alza mi casa bajo su mirada,
que aquí a sus pies me reclinó la suerte
y en su luz hablo como alucinada.
Te doy mi amor, montaña mexicana;
como una virgen tú eres deleitosa;
sube de ti hecha gracia la mañana,
pétalo a pétalo abre como rosa.
El Ixtlazihuatl con su curva humana
endulza el cielo, el paisaje afina.
Toda dulzura de su dorso mana;
el valle en ella tierno se reclina.
Está tendida en la ebriedad del cielo
con laxitud de ensueño y de reposo,
tiene en un pico un ímpetu de anhelo
hacia el azul supremo que es su esposo.
Y los vapores que alza de sus lomas
tejen su sueño que es maravilloso:
cual la doncella y como la paloma
su pecho es casto pero se halla ansioso.
Mas tú la andina, la de greña oscura,
mi Cordillera, la Judith tremenda,
hiciste mi alma cual la zarpa dura
y la empapaste en tu sangrienta venda.
Y yo te llevo cual tu criatura.
Te llevo aquí en mi corazón tajeado,
que me crié en tus pechos de amargura
¡y derramé mi vida en tus costados!