Raphael Morán
«El no saber nada de mi hija ni de su novio duele. Es una situación que no se la deseo a nadie», dice Benito Gritzewski, un mexicano chofer de autobús en Israel que comparte con RFI su angustia desde que su hija de 30 años de edad, Ilana, fue secuestrada durante la sangrienta ofensiva del grupo armado Hamás. Aquel día, hombres armados entraron al kibutz de Nir Oz, una comunidad agrícola de Nir Oz ubicada a 3 km de la Franja de Gaza, dejando un saldo de 20 muertos y 75 secuestrados incluida Ilana.
A un mes de los hechos, «la única noticia que tenemos es que está viva, y su novio también», agrega el mexicano que recuerda el último momento en el que tuvo contacto con su hija. Fue el 7 de octubre «yo hablé con ella a las 7:30 de la mañana y me comentó que tenía miedo, que había terroristas en el kibutz, y que había muchos disparos y yo le pedí a ella que apagara el teléfono y se quedara con puro WhatsApp en silencio. A las 9:15 leyó el último mensaje que le mandé y a las 9:25 ya no leyó nada».
Para Maayan Sigal Koren también, todo ha cambiado desde que su madre Clara Merman, una israelí de origen argentino de 63 años, desapareció del kibutz de Nir Itzakh el día del ataque de Hamás. Ante la ausencia de rastros de sangre o de violencia, el ejército concluyó que Clara cayó en manos de Hamás junto con cuatro personas más de su familia: su pareja Luis, su hermano Fernando Merman, su hermana Gabriela Leimberg y una sobrina, Mia Leimberg, de 17 años.
«Toda mi vida cambió, todo paró, estoy muy preocupada. Eso es con mucho miedo, angustia», declara Maayan Sigal al responder a las preguntas de RFI.
«Yo hablé con mi madre a la mañana del 7 de octubre antes de que entraran los terroristas a la casa. Después la hija de la pareja de mi madre habló con él en WhatsApp y le escribió que más o menos a las 11 entraron los terroristas a la casa y que estaban tratando de abrir la puerta del refugio de la casa. Fue el último mensaje», añade.
«Pues que traigan a todos pronto de regreso a casa, sea como sea, que los traigan vivos», responde el mexicano Benito Gritzewski. Lo mismo espera Maayan Sigal, aunque confiesa que no sabe «cuál es la mejor manera de traerlos vivos». «No entiendo nada de asuntos militares ni de diplomacia. Pero cada día que pasa estoy más preocupada que pueda pasar algo y al fin no puedan a volver vivos», indica Maayan, con la voz quebrada. Al igual que Benito Gritezweki, se ha unido a los grupos de familiares que visibilizan la suerte de los rehenes con campañas en redes sociales, protestas y homenajes en las calles de Tel Aviv y Jerusalén.
Hasta la fecha, solo cinco rehenes fueron liberados, dos ancianas, dos estadounidenses y una mujer soldado rescatada por el ejército israelí. En medio de los incesantes bombardeos israelíes contra Gaza, la suerte de los 241 rehenes en manos de los islamistas de Hamás sigue siendo incierta. Y es «quizás el tema más candente en la sociedad israelí», constata Mario Sznajder, profesor emérito de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
«El gobierno israelí proclamó desde el primer día que el objetivo de la operación militar Espada de Hierro hacia Gaza era liberar a los rehenes y desarmar Hamás. Claro que todo el mundo entiende que hay una contradicción entre ambos conceptos», subraya el ex profesor de Ciencias Políticas.
«El ejército de Israel sostiene que cuanto más presión ejercen sobre la Franja de Gaza, hay más posibilidades que Hamás y la Yihad Islámica cedan rehenes», comenta Sznajder. El académico recuerda además que este tipo de negociaciones suelen ser secretas.
Abu Obeida, portavoz militar del movimiento islamista indicó que está dispuesto a liberar los rehenes a cambio de la excarcelación de presos palestinos. Pero aún no se ha llegado a un acuerdo, precisó el gobierno israelí que quiere continuar con los bombardeos para negociar en posición de fuerza. Algunos familiares de rehenes exigen una estrategia de gobierno más clara para liberarlos.