A siete semanas de la votación, y tras meses de vaivenes, las elecciones para escoger al presidente de Estados Unidos siguen absolutamente abiertas, en manos del voto en siete u ocho Estados.
Nuestro promedio de predicciones dice que Kamala Harris tienen un 53% de opciones ganar, pero eso significa que su rival, Donald Trump, tiene casi las mismas, un 47%. Las cifras salen de unir seis pronósticos que nos resultan confiables, desde el modelo basado en encuestas de The Economist (52% de opciones para Harris), al mercado de predicción Polymarket (51%), las apuestas (52%) o los pronosticadores de la plataforma Metaculus (55%).
Además, otro motivo para ser cautos es que las expectativas han sido un tobogán en los últimos tres meses, como ilustra la evolución de los pronósticos:
En junio, la probabilidad de una victoria de Trump era del 55%, según los pronosticadores, que elevaron sus opciones hasta el 75% a mediados de julio, en su mejor momento, tras el pésimo debate de Joe Biden, por entonces su rival, y justo después del atentado contra el republicano. Luego llegó Kamala Harris y giró la situación. La vicepresidenta dio su último avance esta semana, cuando protagonizó un buen debate.
La primera señal para entender por qué los pronósticos están igualados son los sondeos a nivel nacional. En esas encuestas, Harris aparece tres puntos por delante, con un 49% de voto estimado, frente al 46% de Trump. Sin embargo, las elecciones en realidad se decidirán en ciertos territorios.
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La situación en los Estados clave
Ocupar la Casa Blanca pasa por lograr 270 delegados o votos electorales en la jornada electoral, sumando los que reparte cada Estado, con la particularidad de que el candidato que gana un territorio se lleva todos sus delegados. Para Harris y Trump es esencial ganar en el máximo de lugares, pero no importa si lo hacen por un voto o por un millón. Además, con la actual distribución de fuerzas, lo normal es que los demócratas necesiten más votos para alcanzar la presidencia. En 2020, Biden se impuso a Trump por 4,5 puntos en el voto nacional, y ganó la presidencia con 306 delegados. Sin embargo, cuatro años antes, en 2016, Hillary Clinton perdió contra Trump, aunque ganó en voto nacional por 2,1 puntos.
Por eso son esenciales un puñado de Estados.
Hay siete que se presentan como los decisivos: Míchigan, Wisconsin, Pensilvania, Nevada, Georgia, Arizona y Carolina del Norte. Esos territorios reparten 93 votos electorales (de 538 en total), y sus electorados están divididos, de manera que pueden caer del lado republicano o del demócrata. Además, en Nebraska, que tiene un sistema de reparto particular, hay otro voto electoral que puede cambiar de manos y que, aunque no es probable, podría llegar a ser decisivo.
El resto de Estados están muy decantados; se pueden considerar seguros o probables para los demócratas (225 votos electorales), o seguros o probables para los republicanos (219).
En 2016, Trump llegó a la Casa Blanca venciendo en seis de los siete Estados clave (todos menos Nevada), y Biden lo hizo en 2020 ganando otros seis (todos menos Carolina del Norte).
¿La situación ahora? Los siete territorios están en juego. Trump tiene ventaja en Carolina del Norte (60% de opciones de ganar, según Metaculus) y Harris la tiene en Míchigan (63%) y Wisconsin (60%). Pero acertar el ganador de Georgia, Arizona, Nevada y Pensilvania es prácticamente una moneda al aire.
La tremenda igualdad en esos cuatro Estados explica que las elecciones sean ahora mismo impredecibles. Es más, salvo que haya un giro profundo, por un evento o una noticia imprevista, la incertidumbre seguirá hasta la noche electoral y la presidencia de Estados Unidos se decidirá por un puñado de votos en una parte del país.