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SE NOTA MUCHO

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La última semana se aceleraron las presiones de Washington sobre América Latina y el Caribe para que limite, suspenda o interrumpa sus vínculos con el nuevo “eje del mal” determinado por quienes detentan el poder real en Estados Unidos: el centro financiero de Wall Street, las corporaciones trasnacionales y el complejo militar-industrial, actores articulados que muchos analistas nominan como el poder profundo (Deep Power). Esa ofensiva se observó claramente en sendos encuentros celebrados en Lima y Buenos Aires, cuya preocupación central estuvo centrada en la creciente cooperación con China y Rusia, instaurada en el último lustro a partir del triunfo de líderes populares en la región. El despliegue de tropas propagandísticas y mediáticas desplegadas por la Santa Alianza de las derechas latinoamericanas incluyó –durante la misma semana– demonizaciones de Cristina Fernández de Kirchner, Gustavo Petro, Lula y Andrés Manuel López Obrador.

La última semana se realizó en Buenos Aires el encuentro de la Fundación Libertad, presidida por Mario Vargas Llosa, cuyos ejes centrales de debate fueron la influencia de Beijing y Moscú en la región, el populismo y la corrupción. En forma paralela –también el 28 y 29 de marzo– se llevó a cabo otro evento en Lima, organizado por la fracción más bolsonarista, liderada por el partido falangista español VOX. La primera de las convocatorias exhibió entre sus figuras estelares a Mauricio Macri y los ex Presidentes, mientras que la segunda presentó como orador central a Santiago Abascal.

Una semana antes del encuentro que se inició en el salón Dorado de la Legislatura porteña, los dirigentes cambiemitas participaron –con aval explícito de asociaciones civiles ligadas al Departamento de Estado– del Grupo Libertad y Democracia, una respuesta de ex mandatarios de derecha latinoamericanos y españoles al Grupos de Puebla, el Foro de San Pablo y los catalogados como gobiernos populistas. La lista de referentes incluye a los actuales Presidentes de Ecuador y Paraguay –Guillermo Lasso y Mario Abdo– y a los ex jefes de Estado José María Aznar y Mariano Rajoy (España); Felipe Calderón y Vicente Fox (México); Iván Duque (Colombia); Jorge Quiroga (Bolivia) y Andrés Pastrana (Colombia). Además se hizo presente el actual senador brasileño Sergio Moro, responsable del encarcelamiento de Lula da Silva, investigado en la actualidad por la Justicia de su país por –entre otras causas– la prevaricación instrumentada en el proceso contra el actual Presidente.

El debate del encuentro de Buenos Aires –que se inició en la mañana del lunes último– se centró en la relación de Occidente con el eje conformado por Moscú y Beijing. El gerente de la Fundación Libertad, Marcos Falcone, se concentró en el punto nodal del encuentro. “La influencia de China, Rusia e Irán en América Latina. Hallazgos y recomendaciones de los estudios de caso de Argentina y Chile”. En su alocución, se sentaron las bases de una discursividad justificatoria de una Nueva Guerra Fría, esta vez centrada –a diferencia a la protagonizada por la URSS en el siglo pasado– en la ciencia, la tecnología, el comercio, la competencia por los mercados de materias primas y la logística de las cadenas de valor.

Golpes desde adentro

 

El senador Ted Cruz, responsable de exigir la investigación contra Cristina Fernández de Kirchner.

El posicionamiento de Falcone fue ampliado por Juan Battaleme, integrante del Consejo para las Relaciones Internacionales (CARI), el think tank argentino ligado al radicalismo cambiemita. Falcone defendió la necesidad de darle continuidad a una alianza estratégica con Estados Unidos, pero enmarcada en el eufemismo conceptual del compromiso selectivo, marco esgrimido por circunspectos analistas internacionales para impedir que América Latina y el Caribe abandonen el sitial de patio trasero instituido por los Estados Unidos.

En la mesa “Valores democráticos y los derechos humanos frente al autoritarismo”, los organizadores no tuvieron mejor idea que convocar a un académico de la Escuela de Guerra de los Estados Unidos, Evan Ellis, quien advirtió la preocupación que existe en su país por la consolidación de los BRICS, la posible adhesión de la Argentina y el creciente predicamento de las autocracias de Moscú y Beijing en la región. Además puntualizó que esta peligrosa deriva “se hace evidente con la penetración del régimen chino en Brasil”, que extiende su influencia a través de la visita de Lula a Xi Jinping, iniciada el mismo 28 de marzo en que Ellis brindó su conferencia. En esa misma mesa, dedicada a derechos humanos, el ex arquero y diputado Waldo Wolff –hoy secretario de Asuntos Públicos de la ciudad autónoma– omitió cualquier referencia al eje convocante y a la discriminación contra las mujeres, el negacionismo, la banalización del terrorismo de Estado y las violencias simbólicas, todos rubros por los que fue denunciado por la Cámara Baja.

Otro de los participantes fue el ex mandatario chileno Sebastián Piñera, a quien se le recordó su participación protagónica en los sucesos represivos acaecidos durante el estallido social que se inició en Santiago el 18 de octubre de 2019. En dicho alzamiento popular, su gobierno fue responsable del asesinato de 34 manifestantes. Durante su exposición en la cena de gala realizada en el Golden Center de la ciudad de Buenos Aires, advirtió que existen “amenazas a la democracia y la libertad: antes eran los golpes de Estado, ahora las amenazas [que] muchas veces vienen de dentro”. Dicha aseveración generó miradas cruzadas y murmullos varios. Los presentes, sobre todo los periodistas acreditados, se interrogaron acerca de las interpretaciones posibles de dicho testimonio: ¿Admitía que el golpe de Pinochet no había sido decidido internamente? ¿O que se trataba –en la actualidad– de recuperar el concepto del “enemigo interno”, instituido en el siglo pasado por la Doctrina de la Seguridad Nacional implantada desde Washington?

También se hizo presente el ex Presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, quien decidió cambiar de residencia –vive en la actualidad en Madrid y trabaja para la Fundación del Partido Popular, dirigida por José Luis Aznar– luego de que su ministro de Seguridad, Genaro García Luna, fuese declarado culpable y encarcelado en Nueva York por su sociedad con el cartel de Sinaloa, comandado por “el Chapo” Guzmán, durante el sexenio en que Calderón se desempeñó como primer mandatario, entre 2006 y 2012. García Luna fue el responsable de la “guerra contra el narcotráfico, que produjo alrededor de 30.000 víctimas.

En Buenos Aires, Calderón se mostró disgustado con el actual Presidente mexicano, a quien caracterizó como “un autócrata, aspirante a dictador”, mientras se esperan en su país las explicaciones referidas a su corresponsabilidad en los negocios de su amigo, confidente y secretario de Seguridad, García Luna, condenado por recibir un millón y medio de dólares mensuales para defender el control del narcotráfico hacia Estados Unidos, en manos del cartel de Sinaloa.

Mientras se desarrollaba en Buenos Aires el encuentro de la Fundación Libertad, en Lima se llevó a cabo –de forma paralela– el tercer Encuentro Regional del Foro de Madrid, congregado en defensa de la democracia peruana y contra “las fuerzas de la izquierda, agrupadas en torno al Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla” y la “ofensiva de la izquierda internacional”. El Foro de Madrid es uno de los capítulos de la Fundación Disenso, presidida por el neofalangista Santiago Abascal, quien en su alocución central denunció la injerencia en Perú de Colombia, Bolivia, la Argentina, México, Nicaragua y Cuba: “Los peruanos estáis combatiendo contra su injerencia. Los peruanos le habéis dicho no a Petro, a Arce, a Fernández, a AMLO, al matrimonio Ortega-Murillo y a la cabeza de la serpiente, el régimen castro comunista”.

Miren al norte

 

El jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, general Mark Milley.

El primer punto de la Carta de Madrid, divulgada en octubre de 2020 por un variopinto colectivo de referentes políticos de la ultraderecha de Iberoamérica, señala que “el avance del comunismo supone una seria amenaza para la prosperidad y el desarrollo de nuestras naciones, así como para las libertades y los derechos de nuestros compatriotas”. El posicionamiento público fue congregado alrededor de una organización pantalla de VOX, el partido político neofalangista español liderado por Santiago Abascal.

Entre los firmantes figura –otra vez– el ex diputado argentino Waldo Wolff, hoy funcionario del gobierno de Horacio Rodríguez Larreta. También aparecen el ex candidato pinochetista a la presidencia de Chile, José Antonio Kast, y el diputado trasandino Johannes Kaiser, quien afirmó –en relación a la perspectiva de género– que “las mujeres dejan de ir al parque a trotar [en su suelo chileno] porque tienen miedo a inmigrantes que las pueden violar, pero siguen votando por los mismos partidos que están trayendo a esa gente, y tú realmente te preguntas si el derecho a voto [de las mujeres] fue una buena idea”. La lista fantasmal se completa con Arturo Murillo, ex ministro de Gobierno de la golpista Janine Áñez, hoy condenado y detenido en Estados Unidos por corrupción.

Luego de la finalización de los encuentros de Buenos Aires y Lima, el miércoles último, Alberto Fernández se reunió con Joe Biden. Según el mandatario argentino, Biden le reprochó los acuerdos que la Argentina mantiene con China, especialmente los relativos a la construcción de la cuarta central nuclear en el país. El periodista del Grupo Clarín, Marcelo Bonelli –con llegada directa a la delegación diplomática que acompañó a Fernández– afirmó que “en las reuniones secretas y paralelas a la cumbre, Washington pidió que la Argentina paralice todo acuerdo en marcha con China”. Quienes escucharon las exigencias extorsivas realizadas por parte de funcionarios estadounidenses no llegaron a comentar que la República Popular China es nuestro primer socio comercial y que además ha sido responsable de sostener con su aporte la mitad de las reservas que se encuentran depositadas en el Banco Central.

La guerra híbrida entablada por la OTAN contra China y Rusia incluye la demonización y, si fuera necesario, el aniquilamiento de todos los que no se plieguen a las necesidades estratégicas del poder real tramitado a través de la lógica neoliberal. En ese marco, diferentes líderes latinoamericanos que defienden las soberanías de sus países son etiquetados, difamados, hostigados y perseguidos. El pedido del senador republicano Ted Cruz para que se investigue y condene a Cristina Fernández de Kirchner es la continuidad de otra acusación realizada por la representante por Florida María Elvira Salazar, presidenta del Subcomité del Hemisferio Occidental de la Cámara Baja, quien denunció a la actual Vicepresidenta como responsable de la negociación con China respecto a potenciales fabricaciones de aviones, en forma conjunta entre Beijing y Buenos Aires.

La ofensiva se da en todos los planos: el mismo día que Alberto Fernández era recibido por Biden, el jefe del Estado Mayor Conjunto de las fuerzas armadas de Estados Unidos, general Mark Milley, brindó su informe periódico ante la comisión de Fuerzas Armadas de la Cámara de representantes. Junto a él se hizo presente el secretario de Defensa, Lloyd Austin. Milley advirtió a los congresistas sobre el peligro del acercamiento entre Rusia, China e Irán. Estos países cuentan con “los medios para amenazar nuestros intereses y nuestra forma de vida (…) por primera vez Estados Unidos enfrenta en forma conjunta a dos grandes potencias nucleares”.

Las derechas latinoamericanas y el poder real –configurado en torno al trípode económico definido como Deep Power– buscan establecer una estrategia de pinzas sobre todos los proyectos emancipatorios, más aún si se atreven a establecer vínculos con potencias que empiezan a desafiar el orden global neoliberal, tal como fue instituido desde mediados de los años ‘70 hasta la actualidad. Esta doble presión solo puede superarse con crecientes niveles de integración regional, apertura al sudeste asiático, impulso a los intercambios a través de canastas de monedas (que limiten el monopolio del dólar) y la multiplicación de decisiones soberanas que vayan desacoplando a la región de la toxicidad estadounidense. Mientras más influencia tenga Washington en América Latina y el Caribe, mayor cantidad de persecuciones políticas se observarán y mayor capacidad de inocular crueldad tendrán sus representantes domésticos.

 

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