En 2024, al menos 1,233 personas perdieron la vida en las rutas migratorias de América, según datos revelados por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), una agencia de las Naciones Unidas. Esta cifra, publicada el viernes 21 de marzo de 2025, refleja un descenso del 12% en comparación con el año anterior, cuando se registraron más fallecimientos en la región.
A pesar de esta reducción, el número sigue siendo alarmante y pone de manifiesto los peligros persistentes que enfrentan los migrantes en su búsqueda de mejores condiciones de vida, seguridad o reunificación familiar.
La OIM destacó que 2024 fue un año particularmente letal a nivel global, con un total de al menos 8,938 muertes en rutas migratorias alrededor del mundo, lo que lo convierte en el año más mortífero desde que la organización comenzó a recopilar estos datos en 2014. En el caso de las Américas, las 1,233 víctimas representan una parte significativa de esta tragedia global, aunque las cifras finales aún están pendientes de consolidación.
Entre los datos parciales, se reportaron eventos especialmente devastadores, como la pérdida de 341 vidas en el Caribe —un récord para la región— y 174 fallecimientos en el cruce del Darién, la peligrosa selva que conecta Colombia y Panamá, también una cifra sin precedentes.
Las causas de estas muertes varían, pero suelen incluir ahogamientos, exposición a condiciones extremas, violencia y accidentes. En las Américas, rutas como el cruce del Darién y las travesías marítimas en el Caribe son conocidas por su alta peligrosidad, agravada por la falta de vías seguras y legales para la migración. Factores como el cambio climático, que intensifica las condiciones ambientales, y las políticas migratorias restrictivas, que obligan a los migrantes a tomar caminos más arriesgados, contribuyen a esta crisis humanitaria.
Ugochi Daniels, subdirectora general de Operaciones de la OIM, calificó la situación como “inaceptable y prevenible”, subrayando que detrás de cada número hay una historia humana de pérdida y dolor. La organización enfatizó que muchas de estas muertes podrían evitarse mediante una respuesta internacional coordinada que incluya la creación de rutas migratorias seguras y regulares, así como mejores operaciones de búsqueda y rescate. Además, la OIM señaló que el número real de víctimas podría ser mucho mayor, ya que muchos casos no se registran debido a la falta de fuentes oficiales o a la dificultad de documentar desapariciones en áreas remotas.
En el contexto de las Américas, el aumento de la violencia en ciertas rutas, como las de Asia Meridional y Sudoriental, no tuvo un paralelo exacto, pero sí se observó un incremento en los riesgos asociados a la migración irregular. La organización también llamó la atención sobre la tragedia de los migrantes no identificados, cuyos restos a menudo no son recuperados, dejando a sus familias en un limbo de incertidumbre.
Este informe de la OIM pone de relieve la necesidad urgente de abordar las causas estructurales de la migración forzada y de implementar políticas que prioricen la vida y la dignidad humana. Mientras los gobiernos y la comunidad internacional debaten soluciones, las cifras de 2024 sirven como un recordatorio sombrío de los costos humanos de la inacción.
LRS