En los últimos meses, Tesla, la emblemática compañía de vehículos eléctricos liderada por Elon Musk, ha experimentado una caída vertiginosa que ha puesto en jaque tanto su posición en el mercado como la imagen de su controvertido fundador. A fecha de hoy, 21 de marzo de 2025, la empresa atraviesa una crisis que muchos analistas describen como el peor momento de Musk en años, marcada por un desplome en el valor de sus acciones, una ola de protestas y vandalismo contra la marca, y un creciente rechazo de los consumidores debido a las decisiones políticas y personales del magnate.
DESPLOME FINANCIERO
Las acciones de Tesla han perdido más del 50% de su valor desde diciembre de 2024, cayendo de un pico de $479 a aproximadamente $225 por acción esta semana. Este declive se ha acelerado en las últimas seis semanas, con caídas diarias significativas, como el reciente 5.3% registrado el martes pasado. Factores como la disminución de las ventas en mercados clave como China (donde los envíos cayeron un 49% interanual) y Europa, junto con la competencia feroz de rivales como BYD, que ha introducido tecnología de carga ultrarrápida, han golpeado duramente a la compañía. En Estados Unidos, el mercado de reventa de Tesla también se está desmoronando, lo que agrava la percepción de una marca en declive.
Los inversores, que durante años vieron en Musk a un visionario intocable, están perdiendo la paciencia. Algunos, como Ross Gerber de Gerber Kawasaki Wealth, han llegado a pedir públicamente que Musk abandone el liderazgo de Tesla, argumentando que su enfoque en otros proyectos y su alineación política están dañando irreparablemente la empresa. Fondos de pensión y grandes accionistas han comenzado a desinvertir, mientras la valoración de Tesla, aunque todavía alta en comparación con sus ganancias, se tambalea bajo el peso de las expectativas incumplidas.
El declive de Tesla no puede entenderse sin considerar el papel de Elon Musk, cuyo comportamiento y decisiones recientes han generado una tormenta perfecta. Desde que asumió un rol prominente en la administración de Donald Trump como jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), encargado de recortar gastos federales, Musk ha polarizado a la opinión pública. Sus políticas de despidos masivos y su respaldo a figuras y movimientos de ultraderecha, como su apoyo a un partido nacionalista en Alemania con vínculos históricos controvertidos, han alienado a una base de clientes que alguna vez vio en Tesla un símbolo de innovación y sostenibilidad.
Esta asociación con Trump y la derecha radical ha desencadenado una reacción visceral: Tesla ha pasado de ser una marca admirada por su enfoque ecológico a un blanco de críticas y actos de vandalismo. En las últimas semanas, concesionarios de Tesla en Estados Unidos y otros países han sido atacados con grafitis, incendios y destrozos, con más de 80 vehículos dañados solo en Hamilton, Ontario. Las autoridades, incluido el fiscal general de EE.UU., han calificado estos incidentes como «terrorismo doméstico», mientras Musk ha expresado su «shock» ante lo que describe como «ataques dementes» de la izquierda política.
La imagen de Tesla está en su punto más bajo. Clientes como Joe Romer, un propietario en California, han manifestado su vergüenza por conducir un Tesla, mientras otros han recurrido a pegatinas como «Lo compré antes de saber que Elon estaba loco» para distanciarse del magnate. El Cybertruck, el vehículo más asociado con Musk, ha sido objeto de un aumento en el acoso vial y vandalismo, además de enfrentar su octavo recall masivo por problemas técnicos, lo que ha afectado a miles de unidades esta semana.
Analistas como Dan Ives, de Wedbush, han descrito la situación como un «momento de crisis tornado» para la marca, señalando que el daño no se limita a lo financiero, sino que se ha extendido globalmente debido a la percepción de Musk como una figura divisiva. Incluso Jimmy Kimmel se ha sumado a las burlas, ridiculizando a Musk en su monólogo por culpar a «enfermedades mentales» de los ataques a Tesla.
A pesar de los problemas, Musk insiste en que ni él ni Tesla han hecho «nada dañino» y ha intentado calmar a empleados e inversores con una reunión improvisada este jueves por la noche, donde habló de futuros productos pero también lamentó el «Armagedón» que siente al ver Teslas incendiados. Sin embargo, su atención dividida entre Tesla, SpaceX, X (cuyo valor ha repuntado a $44 mil millones) y su rol en el gobierno de Trump plantea dudas sobre su capacidad para rescatar a la compañía que lo convirtió en el hombre más rico del mundo.
Algunos expertos sugieren que un nuevo CEO podría ser la salvación de Tesla, pero la identidad de la empresa sigue intrínsecamente ligada a Musk. Mientras la competencia avanza y los consumidores se alejan, el futuro de Tesla pende de un hilo, y el peor momento de Elon Musk podría ser solo el comienzo de un declive aún mayor si no logra recuperar la confianza perdida. Por ahora, la gravedad parece haber alcanzado finalmente al hombre que durante años desafió todas las expectativas.
LRS