Por Simeón Arredondo /
Poeta y escritor dominicano residente en España /
El criollismo encuentra en la poesía de Arturo Pellerano Castro un eco de notable importancia que garantiza de alguna manera que no desaparezcan ciertas expresiones del costumbrismo dominicano. Pero más que ello, asegura no sólo la no desaparición de algunas expresiones orales, sino también que invita a conservar las costumbres que como tales generan el lenguaje que las alimenta y las sostiene.
De ahí la importancia de estudiar y conocer la obra de este poeta de ascendencia italiana, que nació en Curazao por circunstancias relacionadas con el accionar de su padre, pero que es tan dominicano como Gastón Fernando Deligne, Salomé Ureña de Henríquez y Favio Fiallo, de quienes fue contemporáneo, y cuya poética se diferencia de la de cada uno de ellos, no tanto por haber asumido estilos y temáticas distintos, sino más bien por haber abrazado una corriente literaria diferente, aunque es innegable una que otra coincidencia con la de éstos y la de otros coterráneos de la época.
El criollismo literario nace fundamentalmente en América del Sur, y en principio se notan sus principales expresiones en la narrativa, con autores como Ricardo Güiraldes, Luis Manuel Urbaneja, Rómulo Gallegos, José Eustaqui Rivera, Mariano Latorre, y otros.
Sin embargo, la corriente no tardaría en tocar todos los territorios de América Latina y en alcanzar de manera considerable a la poesía.
Aunque ésta tuvo representación desde sus inicios, no era significativamente notable debido a lo que ha explicado Rafael Arráiz: “Lo que ocurre con el criollismo es similar a lo que pasa con los ríos subterráneos: unas corrientes de agua van por la superficie haciéndose evidentes, mientras otras, soterradas, siguen su curso sin ser vistas, hasta que de pronto afloran, mientras casi nadie había advertido su naturaleza subrepticia”.
Así la poesía criollista no se hizo notar hasta transcurrido cierto tiempo. ¿A caso no cumple con los preceptos criollistas la poesía gauchesca ampliamente difundida por Antonio Cómas (El Indio Duarte) antes del florecimiento de la narrativa enmarcada dentro de ese movimiento?
Es en este contexto costumbrista que Arturo Pellerano Castro ancla su poética dándole con frecuencia un tinte campesino, por lo que en la misma encontramos reflejadas las costumbres y expresiones tradicionales de los campos de Quisqueya, tomando en cuenta que entre finales del siglo XIX y principios del XX, época que comprende los años activos del poeta, la población dominicana era mayoritariamente rural. Un buen ejemplo de ello lo constituye la que aparentemente es su obra más celebrada, la criolla “A ti…”, en la que se refleja claramente lo anteriormente expresado.
A ti…
Yo quisiera, mi vida, ser burro,
ser burro de carga,
y llevarte, en mi lomo, a la fuente,
en busca del agua,
con que riega tu madre el conuco,
con que tú, mi trigueña, te bañas.
En esta primera estrofa, Pellerano Castro emplea expresiones que nos sitúan inmediatamente en la zona rural y en el costumbrismo dominicano de la época.
“…ser burro, ser burro de carga, y llevarte en mi lomo…”. Los burros constituían un medio de transporte habitual, en cuyo lomo los usuarios se apoyaban o apoyaban su carga, y eran más usados por las damas para sus quehaceres habituales por ser más bajos y mansos que los caballos, que eran más usados por los hombres.
“…a la fuente,
en busca del agua, con que riega tu madre el conuco, con que tú, mi trigueña, te bañas”. Era tradición y costumbre abastecerse de agua en ríos, lagunas, pozos y otras fuentes y transportar el líquido a los sembradíos y al hogar para las labores de la casa.
Yo quisiera, mi vida, ser burro,
ser burro de carga,
y llevar al mercado tus frutos,
y traer, para ti, dentro del árgana,
el vestido que ciña tu cuerpo,
el pañuelo que cubra tu espalda,
el rosario de cuentas de vidrio
con Cristo de plata,
que cual rojo collar de cerezas
rodee tu garganta…
Yo quisiera, mi vida, ser burro,
ser burro de carga…
Los versos de esta segunda estrofa, bien cohesionados con los de la primera, continúan retratando la cotidianidad campesina dominicana de la época. “…y llevar al mercado tus frutos, y traer, para ti, dentro del árgana,” Aquí se refleja la costumbre del campesino de transportar los frutos de sus cosechas hacia los mercados de las ciudades o a los mercados o plazas ambulantes que se establecían en fechas y lugares específicos, donde los vendían, y a la vez adquirían productos que eran transportados en árganas a lomo de equinos.
Desde el día que en el cierro del monte,
cogida la falda el arroyo al cruzar,
me dijiste sonriendo: ¿me pasas?…
y tus brazos ciñeron mi cuello,
y al pasarte sentí muchas ganas,
de que fuera muy ancho el arroyo,
de que fueran muy hondas sus aguas…
desde el día que te cuento, trigueña,
¡yo quisiera ser burro de carga!…
Y llevarte en mi lomo a la fuente,
y contigo cruzar la cañada,
y sentirme arrear por ti misma,
cuando, a vuelta del pueblo, te traiga,
el vestido que ciña tu cuerpo,
el pañuelo que cubra tu espalda,
el rosario de cuentas de vidrio
con Cristo de plata,
que cual rojo collar de cerezas
rodee tu garganta…
¡Yo quisiera, mi vida, ser burro,
ser burro de carga!
Para algunos autores “dentro de su proceso de escritura, es posible identificar en las obras de la literatura criollista dos tipos de lenguajes particulares.
De un lado se puede identificar un tipo de lenguaje culto y refinado, y de otro, un lenguaje popular que sin duda marca la diferencia entre los protagonistas y retrata la sociedad de la época”.
Retrato del campesinado dominicano reflejado en este poema de Arturo Pellerano Castro con abundantes expresiones que no dejan lugar a duda del enraizamiento de su obra en el costumbrismo que caracteriza a la literatura criollista, la cual se opone al naciente modernismo del momento y no se siente tan cómoda con el agonizante romanticismo.
Los criollistas como Pellerano Castro, tenían más tendencia hacia el realismo. Pero un realismo cimentado en las costumbres, en el exaltamiento de lo rural, lo tradicional.
Una mirada hacia su poética le daría a la sociedad dominicana la oportunidad de reencontrarse con sus tradiciones y algunas de sus más importantes raíces.