«Quédate aquí, Luiz Inácio», pidió Jair Bolsonaro. «No quiero estar cerca de ti», le respondió Lula. «Mentiroso», bramó el presidente que busca la reelección. «El pueblo brasileño sabe quién es el mentiroso”, contestó el candidato del Partido de los Trabajadores (PT). El último debate entre los dos competidores, a pocas horas de la segunda vuelta, mantuvo otra vez el tono de una riña callejera.
No hubo intercambio de ideas sino una reyerta. «El color amarillo es el de la esperanza de Brasil y no el rojo que es el del comunismo«, señaló en un momento el capitán retirado. «Quería pedir sinceramente disculpas a la cadena de televisión Globo. Porque este comportamiento insensato es el que gobierna Brasil desde hace prácticamente cuatro años», reaccionó Lula.
«Debate trunco», consideró el diario paulista Folha. «Privilegiaron el intercambio de acusaciones y dejaron las propuestas de lado», señaló por su parte Estado. Lo que se presentó como un espacio de discusión fue, en rigor, un intento de cada candidato de aferrarse a su hoja de ruta: en la recta final, Lula necesitaba mantener los casi cinco puntos de distancia de su rival constatados por distintos sondeos. Bolsonaro, por su parte, centró su esfuerzo en recortar esa diferencia.
El domingo por la noche se sabrá si la pelea televisiva modificó el comportamiento del electorado o le dio razones a los que no quieren ir a votar de quedarse en su casa. Los indecisos representaron el 20% del padrón electoral en la primera vuelta. Si aumentara ese porcentaje se beneficiaría la ultraderecha.
«Dios patria familia y libertad, gracias Dios mío por este momento», rezó Bolsonaro y alzó los brazos como si estuviera en un templo pentecostal. A pesar de haber lanzado amenazas de intervención de los tribunales Supremo y Electoral, el capitán retirado se presentó como un garante de la Constitución. Lula, en tono jocoso, le recordó un discurso de 1992 en el que defendía lo que el candidato petista llamó la «píldora abortiva» para el control de la pobreza. «Ya ni me acuerdo», se defendió Bolsonaro. «¿Hace treinta años (dije esto)? Puedo cambiar», añadió y tachó a Lula de abortista. El exmandatario rechazó esa calificación y se proclamó defensor de la familia, al igual que su esposa.
Bolsonaro aseguró que Brasil es un «ejemplo» mundial en materia ambiental, a pesar de las denuncias sistemáticas sobre la desforestación de la Amazonía y el intento de la ultraderecha de retirarse del Acuerdo de París. «Parece que mi adversario está descompensado», bromeó Lula y el presidente propuso «exorcizarlo». «Compórtese como un presidente de la República», le reclamó el candidato del PT.
«Hay una diferencia entre los dos Gobiernos. Es solo recordar cómo vivías«, dijo Lula y presentó una encuesta de Datafolha según la cual el 24% de los brasileños – unos 51 millones de personas –ha confesado no contar con suficientes alimentos en su casa. El abanderado de la izquierda sacó a luz el desastre sanitario durante una pandemia que mató a 680.000 personas. «Si te vacunaste, dame las gracias», reaccionó Bolsonaro. Sobre el final, los dos aspirantes se encomendaron a Dios. «Somos un 90% cristianos y respetamos la propiedad privada«, dijo el capitán retirado. «Te pido una oportunidad», cerró Lula, mirando a un televidente imaginario a los ojos.
El debate estuvo en sintonía con el ambiente enrarecido con el que se llega a la votación el domingo. «Todo el sistema está en mi contra. Grandes cadenas de televisión, como aquí (en el estudio del canal O Globo). El Tribunal Superior Electoral (TSE), casi todas las quejas dan a su favor, incluyendo la cuestión de las inserciones de radio, Lula.
El TSE se encarga de todo», señaló Bolsonaro al mejor estilo de Donald Trump, y en un intento de volver a sembrar dudas sobre la transparencia de las elecciones. El pasado jueves había hablado sobre una supuesta conjura de las radios del nordeste, donde Lula es ampliamente favorito, que, aseguró, no transmitieron miles de horas de la propaganda gratuita a la que tiene derecho su partido.
El Tribunal Supremo Electoral (TSE) rechazó el reclamo. El diputado Eduardo Bolsonaro (PL-SP), sugirió el viernes que un modo de desagraviar a su padre sería posponer la segunda vuelta. La propuesta mereció rechazos de todos los sectores políticos.
Horas antes de que millones de brasileños se sentaran frente a un televisor para ver a los dos aspirantes a la presidencia, tuvo lugar un episodio más de violencia electoral: fue asesinado un exlegislador municipal del PT en la periferia de San Pablo. La noticia del crimen compartió espacio en los medios con la revelación de la existencia de un grupo de Telegram llamado «Nueva Derecha 70 millones», que cuenta con 182.000 miembros, y ha comenzado a discutir cómo actuar para revertir una posible victoria de Lula en la segunda vuelta. «Matar y romper urnas», propuso Jackson Villar da Silva, un evangélico que se autodenomina empresario y presidente del grupo «Acelera Para Cristo. Las grabaciones fueron dadas a conocer por la Agencia Pública.
«Bolsonaro tendrá que aceptar el resultado de las urnas», aseguró Lula en una entrevista publicada este sábado por el semanario Istoé. «El país no aguanta otros cuatro años suyos».