65 años de embargo a Cuba: la ONU lo rechaza masivamente… ¿y ahora qué? Con 165 votos a favor de levantarlo, solo 7 países respaldan mantener el bloqueo a la isla: ¿hoy sanciona o solo castiga?
La Asamblea General de la ONU condena otra vez el embargo de EE.UU. a Cuba. ¿Ha sido la política eficaz o ya sólo un acto simbólico que agrava la crisis?
Desde hace más de seis décadas, el bloqueo impuesto por Cuba vive un nuevo capítulo de rechazo internacional. En la sesión de este año de la United Nations General Assembly (Asamblea General de la ONU), 165 países votaron a favor de levantar el embargo, 7 en contra y 12 se abstuvieron. Entre los que repitieron su respaldo al mantenimiento del bloqueo figuran Estados Unidos e Israel, pero ahora se sumaron también países latinoamericanos como Argentina y Paraguay.
El origen del embargo se remonta al contexto de la Guerra Fría: un paso inicial en 1958 con el régimen de Fulgencio Bautista, seguido por restricciones comerciales de 1960 y la proclamación de un embargo total en 1962 por el presidente John F. Kennedy. Leyes clave como la Cuban Democracy Act (1992) y la Helms‑Burton Act (1996) codificaron sanciones extraterritoriales que complican el levantamiento pleno del bloqueo —solo el Congreso de EE.UU. puede revertirlo.
Desde entonces, prácticamente todos los años la ONU ha aprobado una resolución pidiendo el fin del embargo. Aun así, Washington ha insistido en que la medida sirve para presionar reformas democráticas en Cuba y preservar derechos humanos, mientras La Habana y buena parte de la comunidad internacional la consideran una política punitiva que penaliza a la población más que al gobierno.
En la lectura más política de los resultados de 2025, destacan tres hechos:
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El ligero aumento de países que votan a favor del bloqueo (pasó de 2 en 2024 a 7 en 2025) refleja una mayor presión diplomática de EE.UU. y arreglos partidistas, pero no cambia el rechazo global.
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Las abstenciones crecen en países que prefieren no antagonizar ni con Washington ni con La Habana, lo que subraya la dimensión geopolítica más que la de política de derechos humanos.
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El embargo sigue activo porque está legislado en EE.UU., lo que significa que la resolución de la ONU, aunque simbólica y ampliamente respaldada, no obliga a levantar las sanciones.
¿Y la gran pregunta que debe plantearse el periodismo crítico? ¿Ha tenido —o puede tener— algún efecto positivo el embargo más allá de incomodar y castigar a un país en severa dificultad económica, o es ya momento de reconocer que su balance es negativo y que es necesario diseñar otra estrategia de política exterior?
Si se parte del objetivo declarado de promover democracia y derechos humanos en Cuba, los indicadores muestran que la isla ha resistido y adaptado, sin transformaciones estructurales significativas fruto del embargo.
Si el objetivo real fuera aislar a Cuba de aliados o reducir su capacidad de cooperación estratégica: puede apuntarse algún impacto, pero con costos altos, incluidos los sociales y para terceros países que se abstienen de intercambiar libremente con la Isla.
Y si el embargo solo funciona como instrumento simbólico de política exterior de EE.UU., entonces su valor práctico —y su legitimidad ética— pueden cuestionarse.
Para el lector de TeclaLibre queda este planteamiento:
¿El embargo cumple una función útil, o hace ya más daño que bien? ¿Es hora de que la comunidad internacional —y los países latinoamericanos en particular— impulsen un nuevo enfoque, más centrado en la cooperación, el diálogo y el desarrollo, en vez de recurrir a sanciones que pueden cristalizar en bloques ideológicos?
-Luis Rodriguez Salcedo para TeclaLibre-
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