Por Julio C. Gambina /
El pasado 17 de enero publiqué un hilo de tres tuits, en donde señalaba:
- Discutir la REVOLUCIÓN supone un sujeto colectivo en lucha, consciente en la necesidad de superar el orden capitalista. La lucha es fundamental, pero insuficiente si no hay proyecto político transformador que encarne en esa dinámica de la lucha de clases en condiciones concretas.
- El triunfo revolucionario constituye un momento de procesos de transformación permanente, en camino de construir CULTURA social alternativa a la civilización capitalista. No se trata de un proceso único y limitado a un territorio. Tiene rumbo global que suma experiencias locales.
- Resulta importante habilitar la discusión por la REVOLUCIÓN en nuestro tiempo. No está escrito el camino y la experiencia es fundamental ante siglos de explotación, saqueo y dominación capitalista. Hay que abrirse a revisar el momento actual y aprender de la experiencia histórica.
Hoy, 22 de febrero, terminé de leer “Revolución. Una historia intelectual”, de Enzo Traverso, editado por el Fondo de Cultura Económica, con versión en español de octubre del 2022. Es una obra extensa (644 páginas), con un repaso documentado de las “revoluciones”, la americana, la francesa, la haitiana y la rusa. Se trata de un texto interesante, polémico, con abundante bibliografía, con debate teórico y político.
El autor no pretende bajar línea con recetas del qué hacer en el presente y de cara al futuro, reconociendo ciertas pistas en las dinámicas de luchas de las últimas décadas luego de la desaparición de la URSS.
Traverso sostiene en el breve epilogo que “La izquierda del siglo XXI está obligada a reinventarse y distanciarse de patrones anteriores”, convocando a estudiar la experiencia histórica y a construir una “nueva imaginación revolucionaria”.
Existen variadas líneas de contacto entre mis tres mensajes de hace un mes, cuando no conocía la existencia del texto de esta reciente lectura. Aun cuando puedan discutirse muchas de las tesis, opiniones y conclusiones del autor italiano, constituyen una base para un debate necesario.
No pretendo polemizar, ni comentar el texto de Traverso, pero si enfatizar en esos tres ejes que difundí en enero pasado.
Uno: volver a Marx y a la crítica al capitalismo, con la esencialidad de El Capital y el conjunto de la obra, sean los primeros ensayos, como la correspondencia y los textos últimos, muchos de los cuales recién llegan a nuestra consideración.
Estudiar la integralidad de lo escrito por Marx, mucho de lo cual se viene conociendo en los últimos años, además de articularlo con los intentos organizativos desplegados, sean en la Liga de los comunistas o en la Asociación Internacional de Trabajadores.
Con Marx recuperamos el papel del trabajo como padre de la riqueza y a la tierra como madre. Trabajo y bienes comunes son dos categorías esenciales para pensar la creación de la base material de la cotidianeidad y, por ende, la necesidad de superar desde la crítica al capitalismo.
Son categorías que nos permiten discutir al capitalismo desde sus inicios y su derrotero, el presente y la necesidad de la transformación revolucionaria, lo que no acontece por sí mismo.
No hay revolución sin conciencia crítica del capitalismo, sustentada desde la lucha y organización de mujeres y hombres por la emancipación social, lo que supone resignificar el proyecto socialista o comunista.
La lucha abunda, por reivindicaciones democráticas e incluso estructurales, con pretensión anti-sistémica, pero no necesariamente encarnan en un proyecto político que discuta un horizonte alternativo al capitalismo.
Dos: el cambio cultural resulta esencial. No se trata de distribuir la riqueza, sino de cambiar sustancialmente el orden social, la forma de organización para la reproducción de la vida y de la naturaleza.
La organización de la vida cotidiana requiere de nuevas formas de articulación de las relaciones entre mujeres, hombres y diversidades, eliminado toda forma de racismo y discriminación.
Sostenemos que las relaciones sociales de autogestión, cooperación y solidaridad impregnan un orden a contramano de la explotación y el saqueo.
Por eso, no alcanza con la socialización de los medios de producción.
Es imprescindible la construcción de otro tipo de relaciones sociales, las que deben ser parte de la cotidianeidad del presente, anticipando la sociedad sin explotación ni saqueo de los bienes comunes, promoviendo la lógica reproductiva del metabolismo social y natural para las próximas generaciones.
Un cambio cultural que renueve el internacionalismo popular.
Tres: deben resignificarse las dinámicas organizativas del movimiento popular, especialmente las que recoge la historia de lucha del movimiento obrero, entre las cuales, se necesita volver a discutir al sindicalismo y variadas formas de la organización reivindicativa, social, económica, cultural y política.
Sindicatos y organizaciones económicas desarrolladas por trabajadores y trabajadoras en la historia deben repensarse en tiempos de la ofensiva del capital contra el trabajo desplegada en tiempos de hegemonía neoliberal, desde la salida de la crisis de los 60/70 hasta el presente.
Una ofensiva que fragmenta al movimiento entre ocupados y desocupados, regularizados y no regularizados, precarios, sin seguridad social o con ella, pero con tendencias a la baja del ingreso salarial. Qué actuó también en el plano ideológico y subjetivo, desestimando formas de construcción colectiva.
Aludimos a una realidad que escamotea la especificidad de la explotación y su relación con el conjunto de asuntos que definen la dominación capitalista y que es visible en la dinámica de la lucha reivindicativa de los feminismos populares o de quienes confrontan la destrucción de la Naturaleza, entre muchas otras manifestaciones de las luchas populares en nuestro tiempo.
Las formas políticas de esa organicidad en lucha necesitan ser resignificadas desde el protagonismo popular en la toma de decisiones de la vida cotidiana.
No se agota el debate con lo enunciado, es verdad, pero resulta imprescindible reinstalar la discusión por la revolución.
Buenos Aires, 22 de febrero de 2023
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Julio C. Gambina
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