Por Carlos McCoy
¡Quién lo diría!, los arios, la raza pura, las mentes brillantes, los que soñaron con conquistar el mundo, hoy quieren despertar de lo que ha sido un mal sueño autoinducido, una real y vívida pesadilla. Los teutones, que luego de su debacle en la segunda guerra mundial, acogieron como solución a sus problemas económicos y comunitarios un sistema que llamaron Capitalismo Social, más técnicamente, la Economía Social de Mercado. Un híbrido entre el capital propiamente dicho y el socialismo.
Aunque el Plan Marshal también contribuyó en algo al despegue de Alemania, este solo estuvo en vigencia unos cuatro años y fue enfocado, principalmente al Reino Unido y a Francia. El verdadero impulsor del llamado “milagro económico alemán” fue el economista Ludwig Erhard.
El proyecto germánico dio sus frutos, a un punto tal que, ya en el año 1990 pudieron reunificarse en una sola nación y terminar con la división que le impusieron los aliados cuando la invadieron al final de la segunda guerra mundial. Esta reunificación, por la desigualdad económica entre la República Federal Alemania y la República Democrática Alemana, aminoró un poco el paso de la recuperación, aunque no al nivel de evitar que se convirtieran en la mayor economía europea y una de las más grandes del mundo. Situación que se ha mantenido hasta hoy.
Sin embargo, al mejor galgo se le escapa una liebre. Con el descubrimiento, el siglo pasado, de enormes reservas de gas natural en las tundras rusas, Alemania llegó a un acuerdo donde los soviéticos les proveían gas y petróleo a precios muy baratos para calentar sus hogares y mover su excelente industria y los germanos enviaban los grandes tubos de acero necesarios para construir los oleoductos que traería el hidrocarburo desde la Siberia a Alemania y a casi toda Europa, a través de Lituania, Bielorrusia, Ucrania y Polonia.
Posteriormente, para no depender solo del paso por esos países y hacer más expedita la entrega del hidrocarburo, teutones y rusos construyeron, sobre el lecho del Báltico, desde el noroeste de Rusia hasta Alemania, a regañadientes de los Estados Unidos y el Reino Unido, los gaseoductos Nord Stream I y II, Con estos ductos se les provee a los alemanes de una forma rápida y segura, casi el 100 % de sus necesidades de hidrocarburos.
Todo marchaba sobre ruedas. Pero llegó el problema de la innecesaria provocación a Rusia con la invitación a Ucrania para que formara parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte y de la Unión Europea y la aceptación de esta, algo que Vladimir Putin no estaba dispuesto a aceptar y todos sabemos las consecuencias.
Alemania, unida al coro de los Estados Unidos y de algunos países de la Unión Europea, establecieron sanciones a Rusia que han resultado ser un bumerán. El despacho de carburantes a Alemania ha bajado a un 40% y en la actualidad hay un conflicto con una turbina del oleoducto Stream I que está en reparación en Canadá y las autoridades canadienses, acogiéndose a las prohibiciones impuestas no quiere entregarles el propulsor a los rusos. Finalmente, los alemanes van a servir de intermediarios poque sin el gas ruso la locomotora económica germana no puede caminar y el país, en muy poco tiempo, se ha colocado al borde de la estanflación.
Al parecer, las sanciones a Rusia le han hecho daño casi al mundo entero, menos a Rusia. Tanto, que el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden luego de decir barbaridades de Arabia Saudita, de sus flagrantes violaciones a los derechos humanos y según un informe de la inteligencia de los EE. UU. El Involucramiento del príncipe Mohammed Bin Salman en la muerte del periodista Jamal Khashoggi en el 2018 ocurrida en Turquía. Dando su brazo a torcer, ha anunciado un viaje a este país con el pretexto de limar asperezas entre los árabes e Israel.
Urgentemente se busca la fórmula, bien difícil, por cierto, de conseguir que los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo se comprometan a aumentar su producción como una forma desesperada de bajar los precios de los combustibles.
Todo este mejunje se puede resolver fácilmente si Bruselas y Washington desisten de su obstinación en atraer a las filas de la OTAN a Ucrania. Con esta simple acción se daría el primer paso para que las aguas económicas mundiales tomen su nivel.
La unidad en la Unión Europea comienza a resquebrajarse pues Alemania y Francia, principalmente, no están dispuestas a permitir que, por una tozudez, sus respectivos pueblos, por falta de gas, pasen penurias en este otoño e invierno que inexorablemente se acerca y que la economía caiga en una recesión. Están listos para rectificar y admitir que las sanciones fueron un garrafal error. Que no han logrado su objetivo y que, por el contrario, han desestabilizado la economía mundial, que luego de la pandemia del Covid-19 venía en franca recuperación.
Es de sabios admitir una equivocación.