Por ORIÓN MEJÍA
Aun cuando el planteamiento político puede contener algún propósito oculto, o la proclama electoral un mensaje subliminal, se aconseja que su contenido y exposición sean siempre claro y preciso, porque un mensaje difuso o confuso obra como veneno para el que lo emite o lo consume.
Desde antes del nacimiento de la República, el caudillismo ha estado impregnado en los partidos políticos, así como en los ámbitos corporativo, militar, social y hasta en la familia, lo que debería disminuir con el crecimiento de la economía y la consolidación del espacio democrático.
Juan Bosch, cuyo fuerte liderazgo se confundía con acendrado caudillismo, introdujo en la vida partidaria dominicana los conceptos de “centralismo democrático” y “unificación de criterios”, que fungen como sostén de la unidad basada en la diversidad.
Esas acepciones, contenidas en la literatura marxista, pero de uso común en la praxis capitalista, constituyen el sostén de la democracia partidaria y global, a partir del criterio de que un líder procura convencer mientras un caudillo trata de imponer.
En sociedades desarrolladas, los planteamientos difusos o confusos en los ámbitos políticos o económicos, generan efectos veces devastadores, como cuando algunas de las extravagantes opiniones del entonces presidente Donald Trump provocaban repentinas caídas en Wall Street, o el asalto al Capitolio.
En un partido de factura progresista, la unificación de criterios da paso al centralismo democrático, aun cuando dirigentes y organismos valoran las opiniones emanadas del líder, en el entendido de que esos conceptos no se reciben como palabras de Dios.
El partido consolida su democracia interna cuando entre líder, dirigencia y militancia se mantiene una activa interacción vertical y horizontal, como llegó a ocurrir en la génesis del Partido de la Liberación, donde el planteamiento de un comité de base se incluía en la agenda del Comité Político.
En víspera del inicio de la campaña electoral, el litoral de la oposición ha quedado afectado por un debate centrado en discursos enrarecidos, difusos, confusos sobre temas tan trascendentes como los de alianza electoral, unidad interna o sostenibilidad de candidaturas tempranamente proclamadas.
El elemento de mayor trascendencia que aflora en esa discusión, a todas luces estéril, ha sido el planteamiento de que en algún partido se maneja una agenda oculta, a lo que se atribuye que en algunas poltronas partidarias se otorgue año sabático al centralismo democrático y a la unificación de criterios.
Juan Bosch recomendó no combatir de forma simultánea a dos o más adversarios, asumir las políticas de alianzas con sentido de oportunidad o conveniencia pero sostenido en un discurso transparente. Los planteamientos difusos y confusos conducen inexorablemente a la reelección.