-El monarca sin corona bajo la tormenta ciudadana-
El cumpleaños del expresidente Donald Trump pintaba para ser una jornada de homenajes, vítores patrióticos y quizás algún discurso inflamado con tono de “yo soy el elegido”. Pero en lugar de celebración, lo que encontró fue un escenario digno de tragedia griega… o mejor dicho, de sátira americana.
Mientras él probablemente soñaba con una nación alineada cantándole el “Happy Birthday” entre salvas de cañón y banderas al viento, lo que realmente ocurrió fue una oleada de protestas a lo largo y ancho del país. Multitudes con pancartas, cánticos y un mensaje claro: “No Kings” —una frase que debió retumbarle más fuerte que los coros de cumpleaños.
Para colmo, la fecha también coincide con el aniversario de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, esas mismas instituciones que, por más que él intente, no han sido cooptadas para servirle de guardia pretoriana. El simbolismo fue brutal: mientras los soldados recuerdan su lealtad a la Constitución, miles de ciudadanos ejercen su derecho a protestar… precisamente contra alguien que ha intentado reinterpretarla a su antojo.
Así, el día que debía estar marcado por su ego y su eterna campaña, terminó siendo un desfile de repudio. Nada de aplausos gloriosos ni alfombras rojas. En vez de tronos y coronas simbólicas, hubo pancartas, gas lacrimógeno y una ciudadanía que, lejos de rendirse ante su figura, decidió marchar para recordarle que esto no es una monarquía… aunque él insista en actuar como si ya hubiese sido ungido.
Un cumpleaños sin pastel, sin gloria, y con un pueblo que le cantó, sí, pero no precisamente una serenata.
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