InicioESTADOS UNIDOSEL NOBEL, MARIA CORINA Y LA HERIDA DE TRUMP

EL NOBEL, MARIA CORINA Y LA HERIDA DE TRUMP

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Cuando el discípulo eclipsa al maestro: el Nobel, María Corina Machado y la herida de Trump

Por TeclaLibre Digital

El Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado no solo reconoció la lucha democrática venezolana: alteró el tablero simbólico del poder global. En un solo acto, la líder opositora se proyectó como nuevo rostro del conservadurismo occidental, desplazando, sin proponérselo, a quien creía tener el monopolio de la influencia moral: Donald Trump.

El Comité Nobel, al premiar a Machado, envió un mensaje político más que humanitario. El gesto coincidió con las aspiraciones de Trump al mismo galardón, generando una colisión de egos entre el norte y el sur, entre el magnate y la activista.

Machado dedicó su premio “en honor” a Trump, un gesto que en apariencia fue cortesía, pero en esencia fue una maniobra para desactivar el ego del maestro. Como enseña Robert Greene en su primera ley del poder: “Nunca eclipses al maestro.”
Pero la paradoja fue inevitable: la discípula brilló más.

Trump respondió con su habitual mezcla de elogio y desprecio. Agradeció la llamada de Machado, pero acusó al Comité Nobel de “politizar” la paz. Fue el reflejo clásico del poder herido: agradecer para no parecer débil, atacar para recuperar el centro.

La Casa Blanca y sus aliados replicaron con tono indignado. Richard Grenell, su enlace con Venezuela, sentenció: “El premio está muerto”. No hablaban del Nobel, sino del golpe al orgullo de su líder. Era la rabia del maestro que descubre que su alumno ha aprendido demasiado bien.

La venezolana comprendió que el poder no solo se ejerce con fuerza, sino con gestos simbólicos. Su dedicatoria fue un intento de absorber, no desafiar, el poder de Trump; de incluirlo en su triunfo para evitar su venganza.
Aun así, el brillo fue suyo. Y en la política global, brillar demasiado es también una forma de peligro.

El Nobel alteró la jerarquía del relato conservador internacional. Trump, que esperaba coronar su retorno político con un reconocimiento global, tuvo que compartir escena con una mujer latinoamericana. El eje de admiración se desplazó: la épica ya no era estadounidense, sino caribeña.

El caso Machado-Trump ilustra una verdad esencial del poder moderno: las guerras ya no se libran por territorios, sino por prestigio y visibilidad.
Machado no solo ganó un premio; ganó el relato.
Y Trump, sin perder nada tangible, perdió el monopolio del protagonismo.

En el arte del poder, como diría Greene, la gloria siempre tiene precio.
A veces, el riesgo no está en caer, sino en brillar demasiado alto.

-Luis Rodriguez Salcedo para TeclaLibre-

rodriguezsluism9@gmail.com      https://teclalibremultimedios.com/category/portada

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