Haití: Transiciones sin transición
I- Escenarios Políticos Haitianos
Por Redacción Teclalibre
En Haití, cada propuesta de transición política nace con un pie en la esperanza y otro en el escepticismo. Esta semana, el llamado Comité de Iniciativa de la Transición para la Paz y la Estabilización —una de tantas entidades emergentes que surgen cuando todo parece hundirse— presentó un modelo de “transición bidireccional”, estructurado bajo un liderazgo dual: presidente-coordinador y primer ministro-ejecutor.
El plan, aunque suena como una innovación, repite un patrón conocido: crear nuevas estructuras sin desmontar los escombros del fracaso anterior. La fórmula ya huele a déjà vu. La novedad está en los plazos. Prometen restablecer el orden en 40 días y celebrar elecciones en 420. Pero la pregunta no es “cuándo”, sino “cómo” y con qué Estado.
Designaron a Laurent Saint-Cyr como coordinador y a Audain Fils como primer ministro. El primero coordinaría un gabinete inclusivo, con representación de todos los sectores, desde la diáspora hasta la juventud y los religiosos. El segundo cargaría con el peso ejecutivo: seguridad, elecciones, gobernabilidad. Un reparto de funciones que, en teoría, suena ideal… si Haití no estuviera sumido en una crisis donde ni siquiera las fuerzas policiales pueden patrullar sin escolta.
El Comité no disimula su repudio al actual Consejo Presidencial de Transición, al que considera un cuerpo inerte frente al colapso de las instituciones y la expansión de las bandas armadas. En efecto, cuando el vacío de poder se convierte en norma, lo que se necesita no es más protocolo, sino autoridad legítima, recursos reales y presencia territorial.
Este nuevo intento no ocurre en el vacío. Haití arrastra décadas de transiciones truncas, diálogos fallidos y promesas rotas. Desde el asesinato de Jovenel Moïse, el país vive entre vacíos legales, gobiernos sin mandato y una clase política que flota sobre la realidad, mientras los ciudadanos se hunden en el miedo, el hambre y el éxodo.
La comunidad internacional observa, financia y sugiere. Pero Haití necesita más que eso. Necesita orden interno, legitimidad, capacidad institucional y una sociedad civil que no dependa del milagro de las ONGs para subsistir.
¿Y ahora qué?
El primer análisis de esta serie concluye con una advertencia: si este nuevo intento no rompe con el pasado de fórmulas decorativas y pactos entre élites, Haití podría entrar en su peor fase: la de la resignación nacional. Esa donde ya nadie cree en nada.
La pregunta que ronda en el aire es la de siempre: ¿será esta la transición que por fin «transicione»? O solo otra etapa en la historia de un país que vive en estado de «provisionalidad permanente».
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