Por Luis Rodriguez Salcedo
–Trump sube aranceles, China contraataca, Putin se ríe… y Europa ensaya pasos de ballet en la tormenta-
¡Ah, qué escena más pintoresca nos ofrece la geopolítica moderna! Parece una tragicomedia digna de Molière, con tintes de House of Cards, dirigida por un Trump que no distingue entre diplomacia y espectáculo de reality show.
Acto I: «Make America Expensive Again»
Donald Trump, en su inconfundible estilo de magnate de casino venido a político, decide subir los aranceles a China como quien sube la tarifa de entrada a un club exclusivo… pero con luces de neón y música de los 80. “¡Estados Unidos primero!”, gritaba, mientras los productores americanos comenzaban a sudar al ver cómo sus costos de importación subían como espuma. Lo que supuestamente era una jugada maestra para proteger la industria nacional terminó siendo un búmeran que le pegó en la nuca al mismo consumidor estadounidense.
Acto II: China responde: «No somos idiotas»
Desde Pekín, el dragón no se quedó de brazos cruzados. Xi Jinping —menos dado al show, pero con un colmillo afilado como sable samurái (sí, sí, ya sé, los samuráis son japoneses, pero démosle licencia poética)— impone sus propios aranceles, apuntando a sectores clave, como la agricultura estadounidense. De repente, los votantes rurales de Trump, los mismos que soñaban con sombreros MAGA y tractores patrióticos, se vieron ahogados en toneladas de soya sin compradores. Karma, dicen algunos; estrategia milenaria, dicen los chinos.
Acto III: Putin entra en escena, y el guión cambia de género
Y en este teatro absurdo, entra el zar moderno: Vladimir Putin. Trump, que ve en él a un soulmate del autoritarismo con estilo y sin complejos, le guiña el ojo y le da la mano… mientras la OTAN tose incómoda en un rincón. Los antiguos enemigos de la Guerra Fría ahora intercambian halagos como dos influencers en Instagram. ¿Una alianza? ¿Un pacto tácito de “tú me ayudas a desestabilizar a Europa, yo hago como que no veo”?
Acto IV: Europa, la bailarina sin pareja
Y Europa… ¡Ay, Europa! Siempre elegante, siempre correcta, siempre creyendo en el multilateralismo como si todavía viviéramos en la era de Kant. Los europeos se ven atrapados en medio del pleito como la tía diplomática en una pelea de borrachos. Por un lado, dependen de la economía china; por otro, están atados al titubeante liderazgo estadounidense. Y con Rusia en la frontera, gruñendo y enseñando músculo, no les queda más que bailar solos bajo la lluvia, mientras intentan no mojarse los pies.
Epílogo: ¿Quién ríe al final?
Ríe Putin, que ve a sus dos grandes adversarios desgastarse entre sí. Ríe China, que a largo plazo juega al ajedrez mientras los demás están en una partida de parchís. Trump… bueno, Trump ríe siempre, aunque nadie sepa exactamente por qué. Y Europa… Europa no ríe, pero sigue bailando, con una copa de vino en la mano y una ceja levantada, preguntándose en qué momento pasó de protagonista a extra en este circo global.
LRS
