Por Julio C. Gambina /
Los ultraderechistas liberales lograron el objetivo ideológico propagandístico de correr el debate político local hacia la derecha. Salvo las candidaturas de la izquierda, las principales fórmulas que disputan el gobierno instalan un ideario y agenda de políticas “pro mercado”, amigables con los inversores capitalistas y las necesidades del capital transnacional concentrado.
Massa, Larreta o Bullrich, Milei, expresan con sus candidaturas los rumbos a seguir en el gobierno del capitalismo local. Hay matices entre ellos, por supuesto, pero coincidencia en un rumbo favorable al ingreso de capitales externos y a la profundización de un modelo productivo que atraiga y produzca divisas. Desde el poder ejecutivo impulsarán a sus bloques parlamentarios a la legitimación del funcionamiento capitalista que demanda reformas laborales, previsionales y tributarias acordes a la demanda de fortalecer la tasa de ganancia, con el reguardo de aseguro del poder judicial.
La primarización exportadora es el rumbo del modelo productivo, con la soja, el maíz u otros cultivos, la minería, los hidrocarburos, ahora el litio. El ingreso de divisas, dólares, euros, yuanes, otras monedas, es la condición necesaria para continuar negociando y renegociando el repago de una deuda impagable, por eso también son bienvenidos los fondos de los organismos internacionales, aunque solo sea para repagar lo impagable, claro que a costas de mayores intereses que compiten con gasto público social (condenado al achique).
Como es impagable la deuda pública debe renegociarse recurrentemente, lo que es una constante desde la reinstauración de los gobiernos constitucionales hace cuatro décadas. Todos y cada uno de los turnos presidenciales ejecutaron sus respectivos canjes de deudas. La hipoteca la paga el pueblo con el deterioro de las condiciones de vida.
Reestructuración reaccionaria
Las políticas “neoliberales” instalaron desde 1975/6 una reaccionaria reestructuración del capitalismo local, contenida por la resistencia obrera y popular.
Martínez de Hoz se quejó del “nacionalismo militar” que frenó el proceso de privatizaciones, especialmente en donde la tradición militar había intervenido para el desarrollo industrial, sea el petróleo, la metalurgia o las fábricas militares. El sindicalismo, aun limitado por las restricciones a su funcionamiento y la represión explícita, operó como principal límite a la estrategia reaccionaria de la genocida dictadura.
En esas condiciones, el peronismo, desde la presidencia llevó a cabo el disciplinamiento de la burocracia sindical, política y militar para en los 90 del siglo pasado llevar adelante la tarea de reforma restauradora del poder concentrado en el país.
La tarea fue completada en la década por la Alianza encabezada por el radicalismo.
Menem y De la Rúa, la cúpula del peronismo y del radicalismo, legitimaron un proyecto de restauración liberal para el desarme de una estrategia de industrialización y apuesta al mercado interno instrumentada entre el centenario (1910) y el golpe del 76.
La resistencia popular estableció límites a esa restauración y la pueblada del 2001 habilitó un nuevo tiempo político, que necesitó de una dinámica histórica para legitimar por la vía del consenso electoral en 2015 el proyecto de restauración del poder concentrado, articulando fracciones de la burguesía local y transnacional bajo el macrismo.
Kirchnerismo y macrismo emergieron como las novedades en la disputa gubernamental de los últimos veinte años, arrastrando a los partidos tradicionales y a nuevos agrupamientos producto de desprendimientos de la tradición partidaria entre peronistas y radicales.
Bullrich, con origen en el peronismo fue funcionaria radical y terminó presidiendo el partido fundado por el primer presidente no peronista ni radical de la historia constitucional local.
Rodríguez Larreta fue funcionario público (ANSES) por el peronismo y terminó siendo el gestor del gobierno Macri y luego titular del gobierno en la ciudad de Buenos Aires.
Massa fue funcionario kirchnerista, crítico del kirchnerismo, presentado por Macri como socio político en Davos en 2016 y ahora candidato oficialista desde su puesto de Ministro de Economía en sus negociaciones con EEUU y el FMI, aunque también con China.
Las identidades políticas son difusas, pero el modelo de acumulación capitalista consolida un rumbo primario exportador, con el complejo sojero, de mega minería a cielo abierto, con hidrocarburos no convencionales (entusiastas con el nuevo gasoducto) y expectativas prontas por el litio; pero también una industria de inserción exportadora, caso de la automotriz y la cadena de valor asociada; todo en el marco de una estructura de servicios bancario financieros, comercial y de turismo estructurado en una lógica de transnacionalización, apertura y dinámica orientada a la libre circulación de bienes, servicios y capitales.
Así, la restauración que otrora se materializara por la vía de los golpes militares, ahora se consolida por vía electoral, corriendo la oferta electoral hacia la derecha, con un amplio espacio propagandístico auspiciado por la mayoría mediática en la manipulación del consenso social.
Conflicto social y alternativa
La pueblada jujeña pone de manifiesto, una vez más, la dinámica social de resistencia que demanda la emergencia de una propuesta política alternativa, que contenga la diversidad de reclamos socio populares, de organizaciones sindicales y de trabajadorxs en lucha, de movimientos feministas y ambientalistas, y un conjunto de demandas sociales, culturales, hoy fragmentadas.
Unir lo diverso en la búsqueda de una alternativa política popular aparece como el desafío para no resignar la política a la hegemonía de los proyectos orientados a la satisfacción del proyecto del capital más concentrado. Es posible un rumbo alternativo si se extiende la lucha y se articula estratégicamente como programa compartido de las demandas sociales.
Se trata de un proyecto que se construye integralmente en una dinámica que trasciende el acto electoral de renovación presidencial en curso. La lucha popular es límite a la restauración, pero requiere organizarse en propuesta política para no solo limitar, sino para marcar nuevo rumbo en perspectiva de emancipación popular y transformación social.
Buenos Aires, 24 de junio de 2023
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Julio C. Gambina
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