La marcha programada para el 30 de marzo en Friusa, en el este del país, es organizada por la Antigua Orden Dominicana, un movimiento patriótico que defiende los valores nacionales. Su objetivo es presionar al gobierno para abordar el descontrol migratorio, principalmente relacionado con la migración haitiana, vista como una amenaza a la identidad cultural y nacional. Se espera que la actividad sea pacífica, sin incidentes que opaquen sus metas.
La migración descontrolada parece poner en juego la identidad dominicana, ya que algunos sectores temen que la llegada masiva de migrantes haitianos, que representan cerca del 86.5% de los inmigrantes, pueda, con el tiempo, alterar la composición cultural y étnica.
Esto se refleja en la demanda de controles más estrictos, como se vio en las elecciones de 2024, donde Luis Abinader ganó apoyo por su política migratoria dura. Sin embargo, la identidad dominicana, con un 70.4% de mestizos y 15.8% de negros, ya incluye diversidad, lo que complica esta percepción.
La situación es controvertida: mientras grupos locales ven la migración como un riesgo, organizaciones internacionales, como Amnistía Internacional, critican las deportaciones masivas y la discriminación, afectando la imagen del país. Esto sugiere que la identidad nacional también se ve desafiada por cómo el mundo percibe estas políticas.
La expectativa por la marcha del 30 de marzo en Friusa, un poblado en el este de la República Dominicana, refleja un momento crítico en el debate sobre la migración descontrolada, especialmente desde Haití, y su impacto en la identidad nacional.
Esta actividad, organizada por la Antigua Orden Dominicana, busca ser un punto de inflexión para presionar al gobierno dominicano, liderado por Luis Abinader, a implementar medidas más estrictas contra la migración irregular. Se espera que no ocurran incidentes que desvíen la atención de sus objetivos, como exigir mayor control migratorio y preservar la identidad cultural.
La República Dominicana tiene una población de aproximadamente 11.5 millones, con una composición étnica diversa: 70.4% mestizos (58% indios, 12.4% mulatos), 15.8% negros, 13.5% blancos y 0.3% otros, según estimaciones de 2014. La migración haitiana es significativa, con estimaciones que varían entre 650,000 y 1 millón de haitianos en el país, representando cerca del 4% de la población total, y el 86.5% de los inmigrantes son de origen haitiano. Estas cifras son oficiales pero poco creíbles, puesto que la percepción más que triplica esos números. Muchos trabajan en sectores como agricultura, construcción y servicios domésticos, a menudo en condiciones precarias.
Esa percepción local, reflejada en el apoyo a las políticas migratorias de Abinader, sugiere que una parte significativa de la población ve la migración descontrolada como una amenaza a la identidad nacional.
Declaraciones de funcionarios, como el director de migración Luis Rafael Lee Ballester, destacan que los migrantes sobrecargan servicios públicos, como la gran cantidad de estudiantes haitianos en escuelas públicas en cuatro años y hasta 70% de los nacimientos atribuidos a mujeres haitianas, lo que genera costos significativos.
A nivel internacional, las políticas migratorias dominicanas han sido criticadas por organizaciones como Amnistía Internacional y la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que han señalado discriminación y violaciones de derechos humanos, como redadas en hospitales y deportaciones de menores y mujeres lactantes. Estas críticas sugieren que la identidad nacional también se ve desafiada por cómo el mundo percibe estas prácticas, potencialmente afectando la imagen de un país que se enorgullece de su historia y cultura.
La identidad dominicana, profundamente influenciada por su historia colonial, la mezcla racial y la herencia taína, africana y europea, parece estar en tensión debido a la migración haitiana. La barrera lingüística, con muchos haitianos hablando kreyòl en lugar de español, y las diferencias culturales, pueden ser percibidas como una amenaza a la cohesión cultural, especialmente en áreas con alta concentración de migrantes. Sin embargo, la identidad dominicana no es estática; históricamente, ha incorporado influencias haitianas, como se ve en la música, la religión y las tradiciones compartidas en la isla de La Española.
Un análisis más profundo muestra que el «descontrol migratorio» no solo afecta la identidad cultural, sino también la política y social, creando divisiones entre quienes ven a los migrantes como una carga y quienes abogan por una integración humanitaria. La marcha en Friusa, con su enfoque en la presión al gobierno, refleja esta división, mientras que las deportaciones masivas y las políticas de Abinader, apoyadas por la población, indican un deseo de reafirmar una identidad nacional que excluye a los migrantes irregulares.
LRS