InicioARTE Y CULTURAMURIÓ CHEO ZORRILLA, SEMBRADOR DE AMORES Y CANTOR DEL ALMA

MURIÓ CHEO ZORRILLA, SEMBRADOR DE AMORES Y CANTOR DEL ALMA

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-Murió Cheo Zorrilla, sembrador de amores y cantor del alma-

Por  Luis Rodríguez Salcedo

Santo Domingo. El silencio bajó temprano este domingo, con la solemnidad de las cosas tristes, para llevarse la voz de uno de los más finos orfebres de la canción dominicana: Cheo Zorrilla, el cantor de los amores dolidos y las esperanzas que nacen “cada enero”, como su verso eterno.

A los 75 años, tras batallar en la sombra del coma inducido, el alma del trovador de Tamayo se elevó, quizá al encuentro de algún “amado Cirineo”, o envuelto en las alas rotas de sus propias melodías.

Fue en la provincia de Bahoruco donde su trompeta adolescente encontró el primer aire, el primer sol, el primer “sembrador” de sueños. Luego, Santo Domingo lo cobijó con formación musical, mientras la sensibilidad lo guiaba sin mapa, sin brújula, pero con la certeza del que conoce el corazón humano.

Cheo no escribió canciones: escribía confesiones, plegarias, epifanías. Cada verso suyo parecía brotar de una herida limpia o de una ternura que dolía. Nos enseñó que “los hombres de rabia lloran”, y que amar es también saber decir adiós cuando “se seca la piel”.

En 1977 estremeció el Festival OTI con “Al nacer cada enero”, un poema hecho canción que ocupó un segundo lugar que en el alma del pueblo siempre fue primero. Desde entonces, su voz y sus composiciones viajaron en las gargantas de Danny Rivera, Fernando Casado, Vickiana, Lalo Rodríguez, Basilio… y de todos nosotros, que sin saberlo, tarareamos su sensibilidad en la nostalgia.

Cheo fue el amante discreto de la música, el romántico impenitente que nunca negoció con la banalidad ni se rindió ante el ruido. Sus temas no fueron éxitos pasajeros: son parte de esa herencia callada que se instala en la memoria como un perfume querido, como una foto en blanco y negro que siempre conmueve.

Hoy la patria del bolero, la isla del sentimiento, despide a su cantor. En Tamayo, quizás alguien toque una trompeta por él, mirando al cielo. Y en algún rincón de la radio, alguien volverá a poner ese verso que ya es epitafio:

“Al nacer cada enero, yo te vuelvo a buscar…
aunque todo en la vida me vuelva a negar”.

Descansa, Cheo. Donde haya música, ya estarás.

rodriguezsluism9@gmail.com

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