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Pablo Neruda: inmortal poeta chileno y universal en el 51 aniversario de su muerte

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El 23 de septiembre de 1973 moría de cáncer o de pena, PABLO NERUDA, doce días después del vil atropello a la democracia chilena, el golpe de Estado, que derrocó al presidente socialista Salvador Allende, el asalto al Palacio de La Moneda, donde dignamente se mantuvo defendiendo a su pueblo hasta el final.
Neruda que había renunciado a su candidatura para que el Dr. Salvador G. Allende llegara al poder, los hechos que acontecían tras el asalto, de un terrorismo y barbarie sin precedentes hubo de causar profunda tristeza, su salud se agravó, falleció en la Clínica Santa María de Santiago de Chile, saquearon su casa y le quemaron sus libros.
«Desde los diez años, el joven Pablo se hizo poeta, observando la naturaleza que lo embriagaba con su belleza. No escribía versos entonces, pero su alma vibraba, al contemplar los pájaros, los escarabajos, los huevos de perdiz que encontraba. La perfección de los insectos le asombraba y maravillaba, le inspiraron a explorar el universo con su mirada profunda y clara».

 

Su primer libro Crepusculario y en 1924 escribió los más bellos poemas de amor:  «Veinte poemas de amor y una canción desesperada», al cabo de cien años de su aparición,  siguen siendo leídos y disfrutados por todos los que tienen en su pecho un corazón que vibra de sentimientos y emociones.

«Puedo escribir los versos/ más tristes esta noche/ escribir por ejemplo/ la noche está estrellada/ y titilan azules / los astros a lo lejos / y el viento de la noche/ gira en el cielo y canta…
https://www.youtube.com/watch?v=C87Hg2y7no8&t=27s.
Su Oda a la poesía es un testimonio fehaciente del significado de la misma en su vida.
La poesía fue su eterna compañera:  «le enredaba los pies/ y caía de bruces/sobre la tierra oscura/ no enterraba los ojos /en la charca/ para ver las estrellas».
Anduvo tanto con la poesía que le perdió el respeto y
«la puso a trabajar de lavandera,/
a vender pan en las panaderías,
a hilar con las sencillas tejedoras,
a golpear hierros en la metalurgia.
elaboraste pan a manos llenas,
me ayudaste a no caer de bruces,
me buscaste
compañía,
no una mujer,
no un hombre,
sino miles, millones.
Juntos, Poesía,
fuimos
al combate, a la huelga,
al desfile, a los puertos,
a la mina,
y me reí cuando saliste
con la frente manchada de carbón
o coronada de aserrín fragante
de los aserraderos.
Y no dormíamos en los caminos.
La poesía fue a la fábrica, y a los obreros le gustó y a todos les gustó, él quería que la poesía fuera útil para aliviar el sufrimiento de los obreros que en las minas dejan el pellejo, el sudor honrado que baña sus frentes y espaldas, que las palabras aliviaran la carga…
y todos
se acostumbraron a tu vestidura
de estrella cotidiana,
porque aunque algún relámpago delató tu familia
cumpliste tu tarea,
tu paso entre los pasos de los hombres.
Yo te pedí que fueras
utilitaria y útil,
como metal o harina,
dispuesta a ser arado,
herramienta,
pan y vino,
dispuesta, Poesía,
a luchar cuerpo a cuerpo
y a caer desangrándote.
Y ahora,
Poesía,
gracias, esposa,
hermana o madre
o novia,
gracias, ola marina,
azahar y bandera,
motor de música,
largo pétalo de oro,
campana submarina,
granero
inextinguible,
gracias,
tierra de cada uno
de mis días,
vapor celeste y sangre
de mis años,
La poesía, fiel compañía en todos los niveles con los de arriba y con los de abajo en la mesa simple de los pobres y lo elevó a la altura de los hombres comunes
desde la más enrarecida altura
hasta la simple mesa
de los pobres,
porque pusiste en mi alma
sabor ferruginoso
y fuego frío,
porque me levantaste
hasta la altura insigne
de los hombres comunes,
Poesía,
porque contigo
mientras me fui gastando
tú continuaste
desarrollando tu frescura firme,
tu ímpetu cristalino,
como si el tiempo
que poco a poco me convierte en tierra
fuera a dejar corriendo eternamente
las aguas de mi canto.
Sólo nos quedan las palabras Neruda, nos enseñaste a seleccionarlas, a emperejilarlas, para que resuenen por siempre en nuestros corazones y nos alivien,  ante la impotencia de las injusticias y absurdos cotidianos, palabras tan sólo palabras…
las palabras que atrapabas:
«las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas… Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto… Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola…
Quién dijo que Neruda ha muerto?   Neruda vive y vivirá por siempre en el recuerdo de los que aspiramos a un mundo de justicia para todos.

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