Por Luis Rodríguez Salcedo
En un giro que parece sacado de una novela de espionaje con tintes de comedia geopolítica, los presidentes Vladimir Putin y Xi Jinping han acusado a Estados Unidos de incrementar el riesgo de una guerra nuclear, comprometiéndose a responder de manera conjunta. Lejos de dividirlos, los intentos del expresidente Donald Trump por acercarse a Putin han fortalecido su alianza, dando lugar a lo que algunos llaman el «G2».
El anuncio de Trump de invertir 175.000 millones de dólares en un escudo antimisiles denominado «Golden Dome» ha generado preocupación en China, que teme una escalada armamentística global y la militarización del espacio . Rusia, aunque más reservada, también ha expresado inquietudes sobre la estabilidad estratégica.
Lejos de debilitarse, la relación entre Rusia y China se ha consolidado. Ambos países han intensificado su cooperación militar y han criticado las políticas de contención de Estados Unidos . La estrategia de Trump, en lugar de dividir, ha unido aún más a estos líderes, quienes han encontrado en la oposición a las políticas estadounidenses un terreno común.
En este escenario, los esfuerzos por dividir a Putin y Xi han resultado contraproducentes, fortaleciendo una alianza que desafía abiertamente a Estados Unidos. Mientras tanto, el «Golden Dome» se convierte en un símbolo de las tensiones crecientes y de una carrera armamentística que recuerda a los días más tensos de la Guerra Fría.
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