InicioCOLOMBIARUBBY PEREZ: SU VOZ INMORTAL CANTÓ HASTA EL FINAL

RUBBY PEREZ: SU VOZ INMORTAL CANTÓ HASTA EL FINAL

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Por  Luis Rodriguez Salcedo

La historia de Rubby Pérez no puede reducirse a una noticia trágica ni a una fría estadística de una noche amarga.  La historia de Rubby es, en realidad, una sinfonía de superación, de coraje y de pasión por la vida. Fue un guerrero de la música, un símbolo de alegría para todo un pueblo, y un ejemplo viviente de que los sueños —por difíciles que parezcan— pueden alcanzarse con el alma puesta en cada paso.

Desde muy joven, Rubby conoció el dolor. Un accidente automovilístico truncó su sueño de ser pelotero, pero jamás logró frenar su espíritu. En vez de rendirse, encontró en la música su nueva razón para vivir. Su voz potente y emotiva, con ese timbre inconfundible, pronto lo catapultó como una de las figuras más queridas del merengue dominicano.

Con el micrófono en mano, Rubby no cantaba: conmovía, celebraba, sanaba. Cada nota suya era un puente hacia la esperanza. Hizo vibrar escenarios de todo el mundo, pero nunca olvidó su raíz dominicana. Siempre humilde, siempre sonriente, Rubby Pérez era mucho más que un artista: era el amigo que llegaba a las casas en Navidad, el hermano que animaba las fiestas, la voz que nos recordaba que la vida vale la pena, aunque duela.

Y fue justamente eso lo que hizo hasta el final

Aquella noche en el Jet Set —un lugar que tantas veces había hecho brillar con su presencia— Rubby no sabía que estaba cantando su último merengue. Pero si lo hubiera sabido, probablemente no habría cambiado nada. Porque así era él: entregado, apasionado, con el alma puesta en cada presentación como si fuera la última. Y lo fue.

La tragedia que apagó las luces del Jet Set no pudo apagar su luz. Porque Rubby Pérez murió de pie, haciendo lo que amaba, regalando alegría en su última nota, y dejándonos un legado que trasciende la muerte.

Hoy, su ausencia duele. Pero más fuerte que el dolor es la inspiración. Porque su historia nos enseña que se puede volver a empezar después de una caída, que las barreras físicas no detienen a quien tiene fuego en el corazón, y que vivir con pasión y entrega es el mejor homenaje que podemos hacerle a la vida.

Rubby se fue cantando, y esa es quizás la forma más hermosa de despedirse. No fue un adiós; fue un “hasta siempre” en tono mayor. Su voz seguirá resonando en cada rincón donde haya un dominicano celebrando, en cada corazón que haya aprendido de él a no rendirse jamás.

LRS

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