El Tribunal Constitucional, presidido por el magistrado Napoleón R. Estévez Lavandier, reconoció la trayectoria de Germán Brito, destacando su labor de 46 años como jueza y su gestión como procuradora general entre agosto de 2020 y febrero de 2025. El evento tuvo lugar en el auditorio de la Suprema Corte de Justicia, donde se proyectó un video sobre su legado y se le dedicaron palabras de reconocimiento por su defensa de la independencia judicial y los derechos fundamentales.
En su discurso, Germán Brito expresó gratitud por el homenaje, pero también abordó un tema personal que captó la atención de los presentes. Sin nombrar directamente a Negro Veras, hizo alusión a una crítica reciente que interpretó como una traición tardía. Según reportes, dijo: «A mí me llegó el tiempo de que me vaya, y lo que me dolió de la persona que yo he bautizado como el sepulturero de una amistad es que lo que me quería decir lo dijo ahora, cuando ya me voy, cuando ya no tengo un valor de uso. Eso es una vileza». Estas palabras se entendieron como una respuesta a las críticas que Veras había publicado días antes sobre su gestión en la Procuraduría.
Ramón Antonio «Negro» Veras, un conocido jurista dominicano, había cuestionado públicamente la gestión de Germán Brito en la Procuraduría General en artículos y declaraciones recientes. En un texto titulado «Un expediente que merece respuesta desde la procuraduría», Veras expresó que inicialmente confió en la independencia de Germán, pero que con el tiempo se decepcionó.
Afirmó que bajo su administración se elaboraron expedientes criminales contra ciudadanos honorables, algo que le comunicó tanto verbalmente como por escrito, sin recibir respuesta. Sus críticas, publicadas poco antes del homenaje, coincidieron con el final de la carrera pública de Germán, quien estaba próxima a retirarse.
La frase de Germán sobre «el sepulturero de una amistad» y el momento elegido por Veras para hacer públicas sus críticas sugieren una ruptura personal y profesional. Ella pareció lamentar que Veras esperara hasta el ocaso de su carrera para expresar su descontento, cuando, según sus palabras, ya no le era «útil» ni podía responder desde una posición de autoridad. Sin embargo, también destacó su «incapacidad para el rencor», atribuyéndola a una lección de su abuelo, lo que indica un intento de cerrar el episodio sin alimentar una confrontación mayor.
Las palabras de Germán reflejan una mezcla de orgullo por su trayectoria y dolor por lo que percibió como una deslealtad. Su referencia a Veras no fue directa, lo que podría interpretarse como un esfuerzo por mantener la dignidad del evento, pero el mensaje fue claro para quienes conocían el trasfondo. Esto sugiere que, más allá de las diferencias profesionales, había una relación personal que se vio afectada.
El hecho de que Veras publicara sus críticas justo antes del reconocimiento del TC pudo haber amplificado la percepción de oportunismo que Germán expresó. Esto plantea preguntas sobre las intenciones de Veras: ¿fue una crítica genuina o un intento de capitalizar el fin de su gestión para ganar relevancia? La falta de respuesta previa de Germán a sus advertencias, como él señaló, también podría haber motivado su decisión de hacerlas públicas en ese momento.
A pesar de este incidente, el homenaje del TC subrayó el impacto positivo de Germán en el sistema judicial dominicano. Su discurso, aunque tocado por este episodio, se centró en la satisfacción de haber actuado con rectitud y en la importancia de la paz interior, lo que refuerza su imagen como una figura íntegra y reflexiva.
Este intercambio indirecto entre dos figuras prominentes del ámbito jurídico dominicano podría polarizar opiniones. Para algunos, las críticas de Veras son un cuestionamiento válido a la gestión de Germán; para otros, su timing y tono socavan su credibilidad y refuerzan la narrativa de «vileza» que ella planteó.
La referencia de Miriam Germán a Negro Veras durante el reconocimiento del Tribunal Constitucional revela una tensión latente que trasciende lo profesional y toca lo personal. Su discurso, cargado de emotividad, no solo defendió su legado, sino que también expuso una herida abierta por lo que interpretó como una crítica tardía y desleal.
Mientras tanto, las acusaciones de Veras aportan un contrapunto crítico a su gestión, aunque el momento elegido para expresarlas pone en duda su intención. Este episodio, aunque secundario al homenaje, añade una capa de complejidad a la narrativa de Germán como una jurista respetada que, incluso al final de su carrera, enfrentó desafíos interpersonales con una mezcla de firmeza y resignación.
LRS