InicioESTADOS UNIDOSDRONES EN HAITI: ¿VICTORIA TÁCTICA O DERROTA MORAL?

DRONES EN HAITI: ¿VICTORIA TÁCTICA O DERROTA MORAL?

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-🇭🇹 Haití entre drones y desesperanza: ¿victoria táctica o derrota moral?-
Por  Redacción de Teclalibre

En una nación asfixiada por la violencia y la impunidad, el gobierno haitiano ha dado un paso drástico: en las últimas 48 horas, al menos un centenar de presuntos pandilleros fueron abatidos por drones cargados con explosivos. Los ataques, según confirmó la Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos (RNDDH), forman parte de una nueva estrategia ordenada por el primer ministro Alix Didier Fils-Aimé para intentar recuperar el control de una capital en ruinas.

Puerto Príncipe, donde más del 85 % del territorio urbano está bajo dominio de bandas armadas, se ha convertido en un infierno a plena luz del día. La violencia ha forzado a miles al desplazamiento interno, ha cerrado escuelas, paralizado mercados y sumido a la población en una constante sensación de terror.

Los recientes bombardeos con drones —una tecnología más común en guerras del Medio Oriente que en un país del Caribe— marcan una peligrosa escalada. Uno de los ataques más letales se produjo sobre una escuela abandonada, utilizada como base por miembros de las temidas bandas Gran Ravine y Village de Dieu. La escuela, ironías del colapso, ahora es campo de batalla.

Es comprensible que un Estado colapsado recurra a medidas extraordinarias. Pero lo que está ocurriendo en Haití no puede celebrarse sin matices. Se trata de una militarización sin control civil, sin leyes claras, sin transparencia. ¿Quién decide quién muere desde el cielo? ¿Qué tipo de verificación se hace antes de disparar un dron cargado con explosivos en zonas urbanas? ¿Cuántas vidas inocentes han quedado atrapadas en estos bombardeos?

El director de la RNDDH, Pierre Espérance, reconoció que los principales cabecillas aún no han sido alcanzados. Esto sugiere que se está ejecutando a los más vulnerables del engranaje criminal —reclutados muchas veces por hambre o miedo— mientras los grandes jefes siguen operando en las sombras.

Ciertamente, algunas zonas han experimentado una tregua temporal. Comercios reabren, niños regresan a la escuela. Pero la historia enseña que, cuando los líderes criminales sobreviven, tienden a reagruparse, con más rabia y menos límites.

Además, periodistas, activistas y defensores de derechos humanos han denunciado amenazas constantes por parte de las bandas. ¿Qué tipo de reconstrucción puede hacerse en un país donde las armas callan por un momento, pero el miedo permanece?

Esta ofensiva tecnológica puede dar réditos inmediatos, pero no sustituye una solución política ni social. Haití no necesita más explosivos, sino instituciones. Necesita jueces independientes, escuelas funcionando, policías no corruptos, hospitales con insumos. Necesita, en suma, un Estado que esté presente para vivir, no solo para matar.

La comunidad internacional, que tantas veces ha mirado hacia otro lado o ha intervenido sin entender, también tiene una responsabilidad. No puede permitir que Haití se convierta en un laboratorio de guerra urbana donde la justicia se decide por control remoto.

El uso de drones suicidas puede ser eficaz a corto plazo. Pero si no se acompaña de un proyecto nacional de reconstrucción y justicia, lo que hoy parece una victoria puede terminar siendo una derrota moral, política y humana.

Haití no puede ni debe ser reducido a un campo de exterminio tecnológico. Es una nación herida, sí, pero también digna. La paz verdadera no se alcanza desde el cielo con explosivos, sino desde abajo, con justicia, esperanza y reconstrucción.

rodriguezsluism9@gmail.com

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