La competencia entre Estados Unidos y China por el dominio de la inteligencia artificial (IA) es una de las rivalidades tecnológicas y geopolíticas más críticas del siglo XXI. Si bien no existe una guerra militar abierta entre ambos países, la contienda por el liderazgo en IA se libra en múltiples frentes: tecnológico, económico, militar y ético.
DeepSeek, una empresa china de inteligencia artificial, ha emergido como un actor significativo en la competencia tecnológica entre Estados Unidos y China. Su modelo de IA, DeepSeek-R1, ha demostrado capacidades comparables a las de modelos estadounidenses como GPT-4 de OpenAI, pero con costos de desarrollo significativamente menores.
La compañía afirma haber entrenado su modelo por aproximadamente 6 millones de dólares, en contraste con los 100 millones de dólares estimados para GPT-4 en 2023.
Este avance ha generado preocupaciones en Estados Unidos sobre posibles riesgos de seguridad y privacidad. Recientemente, el estado de Nueva York prohibió el uso de DeepSeek en dispositivos gubernamentales, citando inquietudes sobre la privacidad de los datos y la censura. Análisis de seguridad sugieren que la aplicación podría contener código oculto capaz de transmitir datos a China y que se alinea con las posiciones del gobierno chino en temas políticos sensibles.
Además, legisladores estadounidenses están considerando una prohibición a nivel federal de DeepSeek en dispositivos gubernamentales, argumentando que el Partido Comunista Chino podría utilizar la aplicación para recopilar datos sobre ciudadanos estadounidenses y socavar la seguridad nacional.
Estas acciones reflejan una creciente preocupación en Estados Unidos por la influencia de la tecnología china y su potencial para cambiar el equilibrio de poder en el ámbito de la inteligencia artificial. La capacidad de DeepSeek para desarrollar modelos avanzados de IA de manera más económica y eficiente podría desafiar la posición dominante de las empresas estadounidenses en este campo, intensificando la competencia tecnológica entre ambas naciones.
Es evidente que DeepSeek ha logrado avances significativos en inteligencia artificial, lo que plantea varios puntos de análisis. Su capacidad para desarrollar un modelo comparable a GPT-4 con una fracción del presupuesto sugiere innovaciones en eficiencia computacional y optimización de datos. Sin embargo, las preocupaciones de seguridad en EE.UU. reflejan una tendencia creciente de desconfianza hacia la tecnología china, especialmente en sectores estratégicos como la IA.
El temor de que DeepSeek pueda ser utilizado para la recopilación de datos o censura está en línea con otras restricciones que EE.UU. ha impuesto a empresas tecnológicas chinas, como TikTok y Huawei. Además, si el Congreso avanza con una prohibición a nivel federal, esto podría sentar un precedente para futuras regulaciones contra modelos de IA extranjeros.
Este escenario no solo impacta la seguridad y la geopolítica, sino también el mercado de la inteligencia artificial. Si DeepSeek puede mantener su ventaja de costos, podría obligar a empresas como OpenAI, Google y Anthropic a buscar formas más eficientes de entrenar sus modelos o enfrentar una competencia más agresiva en precios y accesibilidad.
EL CONTEXTO ENTRE AMBAS POTENCIA ES EL SIGUIENTE:
Mientras EE.UU. lidera en innovación con empresas como Google, OpenAI, Microsoft y Meta, respaldadas por un ecosistema de startups, universidades de élite (MIT, Stanford) y capital de riesgo. China avanza rápidamente con gigantes como Baidu, Alibaba, Tencent y Huawei, apoyados por inversión estatal masiva y un enfoque en aplicaciones prácticas (vigilancia, smart cities, ejército).
Por otro lado, mientras EE.UU. prioriza la seguridad nacional, restringiendo exportaciones de chips avanzados (como las medidas contra SMIC y Huawei) y promoviendo alianzas con socios tecnológicos (Chip4, Acuerdo de AUKUS). China busca autosuficiencia mediante el plan «Made in China 2025» y su estrategia de «Doble Circulación», reduciendo la dependencia de tecnología occidental.
Mientras EEUU coloca sanciones, veto a empresas y restricciones a la transferencia de conocimiento (ej: prohibición de TikTok en EE.UU.). China opta por competencia por estándares globales de IA (ética, 5G, ciberseguridad).
Ahora veamos un escenario hipotético de conflicto abierto:
Si la rivalidad escalara a una «guerra» no convencional, los detonantes podrían incluir: Ataques con IA a infraestructuras críticas (redes eléctricas, sistemas financieros) usando deepfakes para desinformación masiva. Robo de datos o algoritmos mediante hackers estatales (ej: APT41 vinculado a China).
Los sistemas autónomos letales (drones asesinos, enjambres de robots) operarían sin control humano. Y se utilizaría la guerra cibernética para neutralizar defensas enemigas.
En el campo económico no dudamos que habría de ambas partes un bloqueo de suministros clave (semiconductores, tierras raras) que afecten la producción de hardware para IA.
Ademas, se establecerían sanciones a países aliados que colaboren con el rival (ej: Taiwán en chips, Europa en inversiones).
Hay que recordar que, Taiwan produce el 90% de los semiconductores avanzados (TSMC). Un conflicto por su control podría paralizar la cadena de suministro global de IA.
Dos ecosistemas de IA incompatibles: uno liderado por EE.UU. (énfasis en privacidad y democracia) y otro por China (centrado en control estatal y eficiencia), traería ademas, riesgos éticos y de seguridad, con sistemas de IA militarizados que podrían tomar decisiones letales sin supervisión humana.
En el plano económico seriamos testigo de disrupciones en cadenas de suministro, inflación y caída de mercados bursátiles.
Alianzas polarizadas, con países obligados a elegir bando: Europa, India y naciones del Sudeste Asiático como campos de batalla diplomáticos.
Todo esto nos llevaria a procurar acuerdos para prohibir armas autónomas (similar al Tratado de No Proliferación Nuclear) o regular el uso ético de IA.
Crisis globales (pandemias, desastres climáticos) que obliguen a colaborar en IA para soluciones compartidas.
Si un país logra una ventaja decisiva (ej: AGI – Inteligencia General Artificial), podría redefinir el equilibrio de poder global.
Finalmente, la «guerra» por la IA entre EE.UU. y China es una carrera por el futuro, donde el riesgo no es solo quién lidera, sino cómo se gestionan los impactos de una tecnología transformadora. Un conflicto abierto sería catastrófico, pero incluso en la competencia pacífica, el mundo debe evitar una carrera sin reglas que priorice el poder sobre el bienestar humano. La gobernanza global y la ética en IA no son opcionales: son la única salvaguarda contra un escenario distópico.
LRS