Por Leonel Fernández
Primero fue la visita de la Subsecretaria de Estado para la Seguridad Ciudadana, Democracia y Derechos Humanos, Uzra Zeya.
De conformidad con una nota informativa del Departamento de Estado, la agenda de la funcionaria norteamericana consistiría en enfatizar el compromiso estratégico de Estados Unidos de promover los derechos humanos, contrarrestar la corrupción, reconocer los derechos laborales, combatir la trata de personas, resolver la situación de las personas apátridas y prestar servicios a todas las personas vulnerables, incluidos los haitianos.
Luego, fueron las declaraciones del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi, quien instó a no devolver a los haitianos a su país, debido a la crisis humanitaria y de inseguridad extrema que actualmente afecta a esa nación caribeña.
Con posterioridad, le correspondió el turno al Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Turk, quien en más de una ocasión ha insistido ante las autoridades dominicanas para que cesen lo que él denomina como “devoluciones forzosas” de haitianos.
Al mismo tiempo, en un comunicado de la embajada de Estados Unidos en el país se alertaba que en los últimos meses viajeros a la República Dominicana habían sido sometidos a retrasos o detenciones en los puertos de entrada por funcionarios de migración, basados en el color de su piel.
Finalmente, coincidiendo con todo lo anterior, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, emitió una orden para impedir que los embarques de azúcar de Central Romana puedan ingresar a ese país.
Se alega que los trabajadores de esa empresa, en su mayoría haitianos, son sometidos a trabajos forzosos, en contra de las disposiciones de la Organización Internacional del Trabajo.
RECHAZO UNÁNIME
Frente a esa andanada de ataques que procura convertir a la República Dominicana en centro de refugio de ciudadanos haitianos, el rechazo ha sido unánime. Además del Estado dominicano, se han manifestado las diversas organizaciones cívicas, los partidos políticos, las iglesias, los empresarios, los principales medios de comunicación y la población en sentido general.
El rechazo ha conducido a la indignación, a la ofensa colectiva, a la vulneración del sentimiento patriótico y a la ira popular, por la creencia generalizada de que todavía, en pleno siglo XXI, pueda existir el propósito deliberado de pretender degradarnos como colonia o patio trasero de una potencia mundial.
Se ha visto, en el papel de Estados Unidos y de Naciones Unidas, una injerencia que vulnera la independencia, la soberanía y la autodeterminación del pueblo dominicano, lo cual ha motivado la unidad, como hacía tiempo no se había visto, de toda nuestra sociedad, en la defensa de nuestra identidad como nación.
Frente a lo acontecido, hay varias preguntas que formular.
¿Por qué frente a la situación de Estado colapsado en que actualmente se encuentra Haití, se plantea un tema de apatridia, de racismo y xenofobia por parte de los dominicanos, que ya había tenido lugar con anterioridad?
¿Por qué razón Estados Unidos y la ONU acusan a la República Dominicana de “devolución forzosa” de haitianos (en el nuevo lenguaje de distorsión de la realidad), cuando lo único que hace el Estado dominicano es ejercer su derecho legítimo de deportación de cualquier ciudadano extranjero ilegal en territorio nacional?
¿Por qué se nos quiere obligar a ser un centro de refugiados de ciudadanos haitianos, cuando eso debe ser una expresión de voluntad y una decisión soberana de nuestro Estado nacional? ¿Por qué, si no deseamos asumir esa condición, se desata una campaña injusta de ataques y de amenazas contra nuestro país?
¿Por qué se puede considerar que la actual inestabilidad política crónica y vacío de poder que existe en Haití luego del asesinato del presidente Jovenel Moïse, puede encontrar solución en la República Dominicana?
LA RAZÓN OCULTA
No obstante, en medio del enigma y del misterio que resulta todo cuanto hasta ahora ha sucedido, se abre a la luz una posible explicación que aclara el verdadero objetivo estratégico de lo que se procura, al pretender convertirnos en campamento de refugio de ciudadanos haitianos.
De conformidad con un reportaje de NBC News, el Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos, los departamentos de Seguridad Interna (Homeland Security), de Defensa y de Estado, preocupados por el incremento de la migración ilegal hacia Estados Unidos, se reunieron a mediados de este año para identificar un tercer país hacia el cual pudieran desviar o ubicar a los que aspiraban ingresar a territorio norteamericano.
Ha habido mucha preocupación durante la actual administración del presidente Joe Biden sobre el fenómeno migratorio, debido al incremento histórico que ha habido en los últimos dos años. ?Con motivo de la pandemia del Covid-19, bajo la configuración legal de lo que se identificó como Título 42, se establecieron, a los extranjeros, restricciones de entrada al territorio estadounidense. Eso permitía deportar a los indocumentados o ilegales sin tener que procesar cada caso de manera individual, como es la norma en Estados Unidos.
Luego de la pandemia, al dejarse sin efecto esa disposición legal, ya tenía que admitirse al migrante ilegal hasta tanto la justicia resolviese sobre el caso específico, con lo cual se hacía imposible la deportación masiva e inmediata de extranjeros en condición irregular en suelo norteamericano.
Ante esa nueva realidad es que se produce el encuentro de los altos mandos de seguridad del gobierno del presidente Biden, buscando una solución a la potencial crisis migratoria que se podía presentar en los Estados Unidos.
Es entonces cuando se encuentra como solución la posibilidad de enviar a los migrantes deportados a Guantánamo, en Cuba, o a un tercer país, que no estaba definido cual sería en la declaración que ofrecieron funcionarios gubernamentales a la cadena de televisión NBC News.
Ahora, sin embargo, podemos inferir que ese tercer país no mencionado es la República Dominicana. Su conveniencia estratégica o geopolítica consiste en que, al compartir territorio con Haití en la isla de La Hispaniola, se convierte en el lugar ideal para servir como campamento de refugio.
De esa manera, Estados Unidos puede evitar que miles de haitianos penetren su territorio, como ocurrió en septiembre del año pasado, cuando intentando cruzar el Río Grande, fueron repelidos, como en tiempos de la esclavitud, con la montura del caballo y el castigo del látigo.
Si esta fuese la intención, no es justo que se nos quiera obligar a asumir una carga que no estamos en capacidad de realizar, luego de una campaña de descrédito a nuestra reputación como nación y unas amenazas de sanciones para doblegarnos como pueblo.