-Trump da 30 días para bajar el precio de los medicamentos… y que Europa pague la cuenta-
Por Luis Rodríguez Salcedo
Washington, 13 de mayo.- En lo que muchos analistas ya califican como un nuevo capítulo de su saga “América Primero y el Resto Que se Arregle”, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmó el lunes un decreto que otorga un plazo de 30 días para negociar una reducción significativa en el precio de los medicamentos vendidos a los estadounidenses. La medida, envuelta en ropaje patriótico y populista, tiene un objetivo claro: que “el resto del mundo”, especialmente Europa, comience a pagar más para compensar lo que Estados Unidos paga de menos.
“El pueblo estadounidense ha subsidiado durante demasiado tiempo los medicamentos baratos del resto del planeta”, dijo Trump desde la Casa Blanca, visiblemente satisfecho, mientras exhibía el documento presidencial con su característica firma, tan dramática como sus decisiones.
Según el mandatario, es injusto que los ciudadanos de países como Alemania, Francia o Canadá paguen mucho menos por los mismos fármacos que un ciudadano de Detroit, Atlanta o Nebraska. La solución, al estilo Trump, es simple: que ellos paguen más, así los estadounidenses pagan menos. Una lógica que, aunque suene a “Robin Hood inverso”, parece tener sus adeptos entre sus bases.
Pero la medida ha encendido las alarmas en el sector farmacéutico. Las grandes compañías del ramo han respondido con un coro afinado de preocupación, alegando que una imposición unilateral de precios podría afectar la inversión en investigación y desarrollo de nuevos tratamientos. En otras palabras: “Si nos bajan la ganancia, se nos quitan las ganas de innovar”.
Desde Bruselas, algunos diplomáticos han preferido no reaccionar públicamente, al menos no todavía. Pero fuentes extraoficiales aseguran que la medida ha sido recibida con una mezcla de incredulidad y resignación. “Es como si el tío rico de la familia dijera: ‘Estoy cansado de invitar la cena, ahora ustedes pagan la cuenta y yo como gratis’”, comentó un funcionario europeo en condición de anonimato.
Mientras tanto, en las oficinas de las farmacéuticas, los estrategas revisan contratos, cifras y proyecciones. Saben que si el plan de Trump se concreta, tendrán que elegir entre perder ingresos en su mayor mercado… o subir los precios en el resto del mundo. En ambos casos, el enfermo será el consumidor.
¿Será este el comienzo de una “guerra de pastillas” global? ¿Veremos a líderes europeos regateando precios como en un mercado persa? ¿O acabaremos todos pagando más por la misma aspirina?
En cualquier caso, Trump ya lanzó los dados. Y como suele ocurrir con él, el tablero no siempre importa.