-Toque de queda, caballos y Trump: noche de candela en Los Ángeles-
Por Luis Rodríguez Salcedo
Los Ángeles vivió una noche de las que se cuentan con licor y con rabia: el martes, apenas el reloj marcó el toque de queda, la policía salió con todo. A caballo, con proyectiles de goma y con cara de pocos amigos, comenzaron a dispersar a un grupo de manifestantes que gritaban contra las redadas migratorias del presidente Donald Trump, quien sigue convencido de que los inmigrantes son el gran villano de su película.
La Guardia Nacional, con su estilo más decorativo que operativo, se apostó tras escudos plásticos como si estuvieran en un desfile de Halloween, sin intervenir directamente en las detenciones. Eso sí, se dejaron ver bien armaditos, por si acaso.
Las protestas bajaron de intensidad según avanzó la noche, aunque algunos focos de rebeldía se resistieron a irse a dormir. Según las autoridades, el toque de queda era “para frenar el vandalismo y los saqueos”… aunque muchos sospechan que más bien era para apagar el fuego de la indignación.
El gobernador Gavin Newsom, demócrata y con lengua filosa, acusó a Trump de tirar una “red de arrastre militar” sobre la ciudad, como si fuera a pescar delincuentes con caña de pescar… pero lo que atrapó fueron más tensiones. Newsom hasta pidió a los tribunales que frenen la asistencia de la Guardia Nacional a los agentes de inmigración, alegando que esa mezcla solo le echa gasolina a la fogata.
¿Y los infantes de Marina? Bien gracias. Dicen que estaban desplegados, pero ni sus botas se asomaron por las calles.
Lo curioso (y peligroso) es que los soldados ya están más cerca de participar en las famosas deportaciones “masivas” que Trump prometió en sus discursos de campaña. Aunque en teoría no deben hacer arrestos, pueden detener por un rato a quienes se rebelen… y luego pasarle el paquete a la policía, como quien entrega una empanada caliente.
Así se vive en la ciudad de las estrellas, donde ahora brillan más los drones de vigilancia que las luces de Hollywood.
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