-Trump lanza su show sobre Irán: “Éxito espectacular” para EE.UU., caos global para el resto del mundo-
Por Redacción Teclalibre
El presidente de EE.UU., Donald Trump, ha hecho lo que muchos temían y otros esperaban: ordenó un ataque militar a gran escala contra tres instalaciones nucleares clave de Irán —Fordo, Natanz e Isfahán— con bombas antibúnker y misiles Tomahawk, dejando la diplomacia sepultada bajo los escombros del uranio.
La operación, realizada principalmente por bombarderos B-2 y submarinos, fue calificada por Trump como un “éxito militar espectacular”, asegurando que la planta subterránea de Fordo “ya no existe”. Pero lo más alarmante fue el mensaje posterior: «háganse la paz o prepárense para algo aún peor». Así, con tono de sheriff texano en película del Oeste, Trump dejó claro que hay más objetivos en la mira y menos paciencia en Washington.
Aunque las autoridades iraníes confirmaron que no hay fuga radiactiva —porque supuestamente el material enriquecido fue evacuado antes del ataque—, lo que sí se desató fue una lluvia de condenas internacionales. Desde Cuba hasta la ONU, pasando por Venezuela, Rusia y China, la respuesta fue clara: Washington ha cruzado una línea roja peligrosa. Incluso el propio António Guterres, secretario general de la ONU, advirtió que la situación “puede salirse de control con consecuencias catastróficas”.
Mientras el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, celebraba “el justo poder de EE.UU.” como si se tratara de una victoria épica de videojuego, Irán respondió con fuego: entre 20 y 40 misiles impactaron en Israel, causando un gran incendio en Haifa.
Teherán no se quedó callado: su canciller denunció que EE.UU. traicionó la diplomacia y encendió la mecha de una “guerra peligrosa”. Insistieron en que, mientras haya bombardeos israelíes, no habrá negociaciones.
Trump, siempre hábil en retórica teatral, insinuó que con este golpe se busca un nuevo camino a la paz. Pero detrás del guion, muchos ven el verdadero libreto: reelección, músculo militar y dominación regional. Como si el mundo fuera su escenario, Trump quiere firmar tratados con una mano y con la otra detonar búnkeres.
Desde Teherán hasta Caracas, pasando por La Habana, la narrativa es coincidente: lo que hizo EE.UU. es un acto de guerra ilegal, injustificable y extremadamente peligroso. Incluso la propia Agencia de Energía Atómica iraní condenó lo ocurrido como “una acción propia de la ley de la jungla”.
EE.UU. atacó tres instalaciones nucleares iraníes usando bombas antibúnker y misiles de precisión. Trump calificó la operación como un éxito rotundo y advirtió de más ataques si Irán no se rinde.
No hubo radiación detectable, pero sí condena internacional masiva y una represalia misilística iraní sobre Israel. La paz sigue secuestrada entre amenazas, discursos bélicos y una peligrosa escalada sin final previsible.
El mundo arde y los líderes juegan ajedrez nuclear con la humanidad. En esta partida, el peón es siempre el pueblo.
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