-Mientras los hermanos Espaillat intentan esquivar la justicia, un ex trabajador rompe el silencio y entrega pruebas que apuntan a una cadena de negligencias anunciadas-
Por Luis Rodríguez Salcedo
En la maraña de responsabilidades que rodea la tragedia del Jet Set, una figura ha irrumpido con fuerza: Gregory Adames, exempleado de la icónica discoteca, convertido ahora en pieza clave del expediente judicial. Su relato, lejos de ser un desahogo emocional, viene respaldado por evidencias electrónicas que comprometen seriamente a los dueños del establecimiento.
“Yo les advertí, y no me hicieron caso”
Adames no se presenta como un héroe ni como un mártir. Se muestra como lo que es: un trabajador que conocía los rincones del Jet Set, y que alertó a sus jefes sobre lo que describió como “una tragedia anunciada”. Según su versión, advirtió a los hermanos Antonio y Maribel Espaillat sobre filtraciones, grietas y acumulación de agua en el techo. Pero nadie lo escuchó.
Ahora, después del derrumbe que dejó 236 muertos y más de 180 heridos, su testimonio resuena como un eco incómodo en los pasillos del poder y de la justicia.
Gregory no vino con las manos vacías. Entregó su celular al Ministerio Público. Dentro, hay videos, capturas de pantalla y audios que documentan las advertencias, los mensajes ignorados, e incluso respuestas desdeñosas de la administración del Jet Set.
Esto no es una simple declaración. Es un boomerang que podría pulverizar la defensa de los propietarios, quienes hasta ahora habían intentado escudarse en lo “imprevisible” del colapso.
Adames teme por su vida. No lo ha dicho una vez, sino varias. Ha pedido protección, y no es para menos: en un país donde los testigos claves suelen “desaparecer” en el olvido (o en circunstancias sospechosas), él ha lanzado una advertencia preventiva: “Si algo me pasa, los responsabilizo a ellos”.
Este detalle no es menor. Lo que hay detrás de la caída del techo puede no ser solo un caso de “negligencia estructural”, sino de una estructura de poder que creyó que el entretenimiento podía estar por encima de la vida humana.
La justicia ha reaccionado, tarde pero ha reaccionado. Los Espaillat están bajo arresto y se les imputa homicidio involuntario, según el artículo 319 del Código Penal Dominicano. Pero la pregunta de fondo persiste:
¿Por qué se permitió que siguiera funcionando un lugar con tantas señales de colapso?
¿Dónde estaban las autoridades municipales, los ingenieros, los inspectores? ¿Es posible que todo el peso de la culpa recaiga solo en los dueños, mientras el Estado silba hacia otro lado?
Gregory Adames ha hecho lo que muchos no se atreven: romper el silencio y aportar pruebas en un país donde eso suele pagarse caro. Su relato no solo aporta una dimensión humana y ética al caso, sino que también sirve como espejo de una sociedad que sigue privilegiando el espectáculo sobre la seguridad.
El Jet Set no colapsó solo por un techo mal cuidado. Se desplomó por la soberbia, la indiferencia y el desprecio por las alertas.
Y mientras las autoridades dicen actuar, la ciudadanía mira y se pregunta:
¿Quién será el próximo Gregory al que nadie escuchará… hasta que sea demasiado tarde?
rodriguezsluism9@gmail.com