-Dos mundos, dos enfoques: indigencia y drogas en Estados Unidos y China-
Por Luis Rodríguez Salcedo
Al caminar por ciertas calles de grandes ciudades estadounidenses como Los Ángeles, San Francisco o Filadelfia, uno se topa con una realidad alarmante: miles de personas sin hogar, muchas atrapadas en el círculo vicioso de la drogadicción. Es una imagen dolorosa que pone en entredicho el modelo de desarrollo de una de las naciones más ricas del planeta. Sin embargo, este fenómeno, tan visible en Occidente, parece casi ausente —al menos a simple vista— en ciudades igualmente colosales como Beijing o Shanghái, en la República Popular China. ¿Estamos, entonces, frente a dos mundos irreconciliables? ¿O simplemente a dos formas muy distintas de encarar los mismos problemas?
En Estados Unidos, la indigencia urbana ha llegado a niveles de crisis humanitaria. Se estima que más de medio millón de personas viven sin techo en el país. A esto se suma el impacto creciente del consumo abierto de drogas, sobre todo opioides sintéticos como el fentanilo, que ha desbordado comunidades y ha convertido barrios enteros en escenarios de desesperanza. Las libertades individuales, pilares del sistema estadounidense, permiten incluso que alguien viva en la calle si así lo decide, lo que, aunque legítimo en lo legal, acarrea consecuencias sociales graves.
China, por su parte, muestra otra cara. En sus grandes metrópolis, la visibilidad de la indigencia y la drogadicción es mínima. No porque no existan, sino porque el Estado actúa con mano dura y discreción. Las autoridades desalojan rápidamente a quienes duermen en las aceras y castigan con severidad el uso de estupefacientes, incluso con penas de muerte en casos extremos. El control social, facilitado por un sistema de vigilancia masiva, permite al gobierno mantener una imagen de orden, limpieza y “normalidad”.
Pero este contraste plantea preguntas incómodas. ¿Es preferible la crudeza visible de la democracia liberal o el orden forzado del autoritarismo? ¿Hasta qué punto se deben sacrificar derechos individuales en nombre del orden público? Y, sobre todo, ¿cuál de los dos modelos es realmente más humano?
Ambos países fallan en aspectos fundamentales. En Estados Unidos, el Estado se muestra ineficiente y fragmentado a la hora de atender a los más vulnerables. En China, el problema se encubre bajo capas de represión y censura. Lo que no se ve, no siempre deja de existir. La ausencia de mendigos en las esquinas no garantiza la ausencia de sufrimiento.
En definitiva, ni la libertad sin responsabilidad ni el control sin compasión pueden considerarse soluciones plenas. Los desafíos sociales como la indigencia y la drogadicción exigen políticas integrales, con enfoque humano, y con el compromiso real de transformar vidas, no simplemente esconderlas de la vista pública.
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