InicioCHINAEL DECLIVE DE EEUU Y LA CRUZADA RESTAURADORA DE TRUMP

EL DECLIVE DE EEUU Y LA CRUZADA RESTAURADORA DE TRUMP

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Por Luis Rodríguez Salcedo

Durante gran parte del siglo XX, Estados Unidos ejerció una indiscutible hegemonía económica mundial, cimentada tras la Segunda Guerra Mundial y consolidada durante la Guerra Fría. Sin embargo, en las primeras décadas del siglo XXI, esa supremacía ha sido desafiada por profundos cambios estructurales en la economía global. Frente a ese declive, la política económica del expresidente y actual mandatario, Donald Trump, ha girado en torno a una ambiciosa —y controvertida— agenda de restauración nacional, cuyas acciones marcan el tono de su segundo mandato presidencial.

Los pilares del declive
La pérdida de liderazgo económico de EE. UU. no responde a un solo factor, sino a una compleja combinación de causas. Entre las más evidentes, se destaca el ascenso imparable de China como potencia manufacturera y tecnológica. Este país asiático, con una economía planificada en sectores estratégicos, ha logrado disputar el dominio estadounidense en áreas clave, desde la industria hasta la inteligencia artificial.

Simultáneamente, la desindustrialización estadounidense ha dejado una marca profunda en su tejido social. Desde los años 70, muchas empresas trasladaron su producción a países con mano de obra más barata, debilitando las comunidades obreras y la base industrial que alguna vez fue símbolo del «sueño americano».

A esto se suman el creciente déficit comercial, la financiarización de la economía —con un peso excesivo del sector financiero sobre el productivo— y el debilitamiento del poder adquisitivo de las clases medias. La desigualdad económica se ha acentuado, erosionando la cohesión social y la competitividad interna.

Trump y su cruzada económica
Durante su primer mandato (2017-2021), Donald Trump impulsó una política económica basada en el nacionalismo económico. La llamada agenda «America First» se tradujo en una guerra comercial con China, la renegociación de tratados como el NAFTA —reemplazado por el USMCA— y la implementación de aranceles con el objetivo de proteger la industria estadounidense.

Trump también promovió recortes de impuestos a empresas, restricciones migratorias para favorecer el empleo nacional y campañas para que grandes corporaciones regresaran su producción al país. Sin embargo, muchos de estos esfuerzos se vieron truncados por factores como la resistencia de las élites económicas, la dependencia estructural de proveedores extranjeros, y la inesperada irrupción de la pandemia de COVID-19, que desestabilizó la economía global y hundió su intento de reelección en 2020.

Un segundo mandato con cuentas pendientes
Reinstalado en la Casa Blanca tras su victoria en 2024, Trump ha retomado su agenda económica con renovado ímpetu. En su segundo mandato, busca acelerar el desacoplamiento económico de China, reforzar las cadenas de suministro nacionales, y ofrecer mayores incentivos fiscales a empresas que inviertan en territorio estadounidense.

Su gobierno promueve una política migratoria aún más estricta y plantea reformas educativas e infraestructurales orientadas a recuperar la productividad perdida. Pero el desafío es enorme: el mundo ha cambiado, las potencias emergentes no ceden terreno, y el liderazgo global ya no se sustenta únicamente en músculo económico, sino también en innovación, alianzas diplomáticas, y estabilidad interna.

¿Recuperación o espejismo?
Las medidas de Trump, aunque populares entre ciertos sectores del electorado, enfrentan escepticismo entre economistas y aliados internacionales. La reindustrialización, si bien deseable, no es automática. Exige tiempo, inversión tecnológica, educación de calidad y acuerdos sostenibles con socios globales.

Estados Unidos aún posee enormes ventajas comparativas —su moneda, su innovación, su cultura empresarial—, pero su hegemonía ya no es absoluta. En su lugar, emerge un mundo multipolar, donde el liderazgo debe negociarse, no imponerse.

La cruzada de Trump puede lograr avances parciales, pero difícilmente restaurará el dominio económico incuestionable del siglo pasado. El mundo ha cambiado, y quizás la tarea más urgente no sea volver al pasado, sino liderar con inteligencia el futuro.

LRS

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