El Real Madrid ha convertido lo extraordinario en cotidiano. Su victoria en Stamford Bridge de ayer le mete en unas semifinales de la Champions por tercera vez consecutiva y undécima… en trece ocasiones. Una auténtica salvajada. El Chelsea apretó y lo intentó en todo momento, pero jamás dio la sensación de poder darle la vuelta a la eliminatoria, por mucho que el conjunto blanco pasara momentos de dudas y de sufrimiento en territorio londinense. Dos goles de Rodrygo, uno tras una inteligente asistencia de Vinícius y otro tras una gran jugada de Valverde, sentenciaron la clasificación de los de Carlo Ancelotti.

El técnico italiano no es de tocar lo que le funciona y parece haber encontrado su once de gala. Sin especular lo más mínimo con su alineación, Camavinga salió en el lateral zurdo y Rodrygo repitió arriba ante un Chelsea extrañamente conservador, pues Lampard apostó por un 5-4-1 con Havertz como único jugador de ataque, con Joao Félix en el banquillo.

La idea del equipo blue era clara: presión alta aprovechando sus poderosos centrocampistas para robar lo más arriba posible y no dejar al Real Madrid hacer su juego. Le funcionó en parte, pues el dominio fue local en el comienzo del choque y Kanté la tuvo en un remate que, solo dentro del área, mandó fuera.

No fue hasta el minuto 20 cuando el conjunto blanco tuvo su primera llegada clara. Rodrygo hizo una gran jugada y su remate final lo repelió con violencia uno de los palos. 

Pese a que el Chelsea apretaba y se iba arriba, lo cierto es que el Madrid empezó a estar cómodo en el campo y rozó el tanto en un chut de Modric que repelió Kepa y un centro del croata que no remató con acierto Vinícius. 

Aunque la más clara la tuvo Marc Cucurella. El lateral español, a bocajarro y con todo a favor, se encontró con un descomunal Courtois, que hizo su milagro de cada partido cuando Stamford Bridge cantaba ya el gol.

El Chelsea salió de los vestuarios con una marcha más. Un remate de Kanté lo salvó Militao, imperial de nuevo, y Havertz y Gallagher también llevaron la inquietud a la meta madridista. Sin suerte.

Y cuando peor estaba el Madrid, llegó su zarpazo. Militao lanzó en carrera a Rodrygo, extrañamente solo, y el brasileño ganó el área. Su pase no lo remató Benzema, pero lo recogió Vinícius, que le cedió inteligentemente el balón de nuevo a Rodrygo para que marcara el primer gol.

La eliminatoria había acabado ya, por mucho que el Chelsea atacara –sin demasiada fe– y que entraran al campo Joao Félix, Mudryk y Sterling. Cada contra blanca parecía medio gol, y lo rozaron Benzema, que chutó demasiado flojo tras una gran jugada colectiva, y Vinícius, que se trastabilló en una contra cuando se iba solo contra Kepa.

Era cuestión de tiempo que llegara la sentencia definitiva, y por fin se produjo. Vinícius le cedió a Valverde y el uruguayo se zafó con potencia de sus rivales para completar su magnífico partido regalándole el gol a Rodrygo, que no tuvo más que empujar el balón a la red totalmente a placer. El Real Madrid estaba en otra semifinal más.