-Mientras Gaza arde, Trump da una vuelta por el vecindario sin pasar por casa-
Por Luis Rodríguez Salcedo
Mientras Israel desata una nueva ola de ataques aéreos en Gaza —dejando al menos 108 muertos, según autoridades locales, en su mayoría mujeres y niños— el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, continúa su elegante desfile diplomático por los países del golfo Pérsico, cuidadosamente evitando aterrizar en Tel Aviv, como quien visita a todos los vecinos de una casa en llamas… menos al dueño.
Las fuerzas israelíes han calificado los ataques como “el inicio” de una campaña intensificada para presionar a Hamás a liberar a los rehenes. Una especie de “diplomacia por demolición”, aunque los escombros caigan, en su mayoría, sobre civiles. A la par, Israel bombardeó dos puertos en Yemen, señalando que eran utilizados por los hutíes para transportar armas. Allí, también hubo víctimas, claro. Al menos un muerto y nueve heridos. Al parecer, el mensaje de Tel Aviv va acompañado de misiles: el lenguaje universal que rara vez requiere subtítulos.
En Gaza, el Ministerio de Salud reporta más de 130 muertos solo en los últimos días, aunque, como de costumbre, el conteo mezcla civiles y combatientes, como si eso hiciera más digerible el drama humanitario. Y mientras la cifra crece, la ayuda humanitaria sigue varada fuera de la Franja, esperando un permiso que nunca llega.
Todo esto ocurre mientras el presidente Trump, cual viajero de crucero en plena tormenta regional, se pasea entre emiratos con la esperanza de reactivar las conversaciones de paz y, de paso, destrabar un acuerdo nuclear con Irán. Sí, Irán: el mismo país que respalda a Hamás y a los hutíes, blancos frecuentes de los ataques israelíes.
¿Ironía? Más bien rutina. Porque en esta región, las visitas diplomáticas suelen dejar más promesas que resultados, y las bombas, más certezas que palabras. Mientras tanto, en Gaza, la vida se reduce a sobrevivir el próximo ataque, y en los salones del poder, se negocia —con o sin café— la paz que nunca llega.