Por Luis Rodríguez Salcedo
La madrugada del martes 8 de abril de 2025 quedará grabada con sangre en la memoria nacional. La discoteca Jet Set, símbolo de la vida nocturna dominicana durante décadas, colapsó sobre cientos de personas que celebraban una noche de música y reencuentros. Al menos 231 muertos y más de 180 heridos fue el saldo de una tragedia que pudo y debió evitarse.
Más allá del dolor y la conmoción, los escombros de Jet Set revelan una verdad incómoda: vivimos en un país donde la negligencia estructural, la falta de supervisión y el desprecio por la vida humana se cruzan impunemente en los espacios públicos. La historia reciente del edificio ya era un grito de alerta: construido como cine en 1994, convertido en discoteca sin adaptación estructural profunda, y golpeado por un incendio en 2023 tras la caída de un rayo. ¿Cómo no se encendieron las alarmas?
Según los informes preliminares, el techo colapsado soportaba equipos pesados —plantas eléctricas, sistemas de climatización— sin que mediara una revisión técnica actualizada. ¿Dónde estaban los ingenieros municipales? ¿Dónde estaba la supervisión del Ministerio de Obras Públicas o del Ayuntamiento del Distrito Nacional? ¿Quién certificó la seguridad de una estructura que terminó siendo tumba para cientos?
Ya comienzan a llegar las consecuencias jurídicas. La familia de una víctima ha interpuesto la primera demanda civil, acusando a los propietarios del local, al Estado dominicano y a la alcaldía por homicidio involuntario y negligencia. Y vendrán muchas más. Los abogados coinciden: aunque no haya dolo, las omisiones son evidentes y las víctimas tienen derecho a reparación.
En medio del dolor, también surgen teorías. Algunas apuntan a posibles sabotajes, a oscuros intereses, a simbolismos por las figuras públicas fallecidas —como el legendario cantante Rubby Pérez o la gobernadora Nelsy Cruz. Pero mientras la conspiración se alimenta de la incertidumbre, los hechos hablan claro: fallaron la prevención, el control y el Estado.
El presidente Abinader ha reconocido deficiencias en la supervisión de obras privadas. Bien por la franqueza. Pero no basta con admitir errores; urge una reforma real del marco regulador de edificaciones y locales públicos. Necesitamos una Ley de Seguridad de Infraestructuras Urbanas, con dientes, con sanciones, con auditorías periódicas obligatorias.
Jet Set no es solo una tragedia. Es un espejo roto en el que se refleja una cultura de la improvisación, de la permisividad y del olvido de lo esencial: la vida humana. Si esta catástrofe no marca un punto de inflexión, entonces estaremos condenados a repetirla.
LRS rodriguezsluism9@gmail.com