InicioESTADOS UNIDOSLA ODISEA MIGRATORIA DE TRUMP ATERRIZA EN DJIBOUTI

LA ODISEA MIGRATORIA DE TRUMP ATERRIZA EN DJIBOUTI

-

Un vuelo sin destino: la odisea migratoria de Trump que aterrizó en Djibouti

Por  Luis Rodríguez Salcedo

En el cada vez más extenso catálogo de decisiones insólitas del gobierno de Donald Trump, ahora se suma un episodio que, si no fuera tan serio, podría pasar por una tragicomedia diplomática: ocho inmigrantes enviados en un vuelo de deportación rumbo a Sudán del Sur terminaron varados en Djibouti, a medio camino, por orden de un juez federal que, con un poco de sentido común y bastante sentido del derecho, decidió que la operación violaba el debido proceso.

Sí, leyó bien: un avión fletado por el gobierno estadounidense despegó como quien huye de la legalidad, pero fue alcanzado por la justicia en pleno aire. El destino era Sudán del Sur, país que ni siquiera el propio Departamento de Estado considera seguro. Pero claro, cuando se trata de políticas migratorias bajo el sello “Make America Great Again”, el concepto de “seguridad” es flexible… como la realidad alternativa.

Los pasajeros, ocho almas que buscaban una vida mejor, fueron condenados sin juicio a un exilio en cadena. Pero el juez —uno de esos jueces que aún cree que la Constitución no es solo decoración en la Corte— detuvo la maniobra en seco. El problema: el avión ya estaba en vuelo. ¿La solución? Un aterrizaje de emergencia legal en Djibouti, un país diminuto del Cuerno de África, conocido por ser más famoso en crucigramas que en política internacional.

Allí permanecerán por “algunas semanas”, según fuentes oficiales. Es decir: lo que tome al gobierno decidir si los devuelve, los reubica o simplemente los olvida como si fueran maletas extraviadas en un aeropuerto sin nombre. Mientras tanto, los expulsados están en un limbo legal y geográfico, sin patria ni destino, como personajes de una novela de Kafka redactada por un burócrata de ICE con exceso de celo y déficit de compasión.

El vuelo a ninguna parte se ha convertido en símbolo de una política migratoria que ha hecho del caos una estrategia y de la dureza, un dogma. Deportar a personas a un país en guerra, sin considerar sus derechos o su seguridad, parece una mezcla de crueldad y negligencia tan absurda que solo puede ser real. En la era Trump, el surrealismo no está en los museos: está en los aviones fletados por el Departamento de Seguridad Nacional.

Los defensores de los derechos humanos han alzado la voz, claro. Pero en la Casa Blanca de entonces, las críticas solían rebotar como pelotas en una cancha vacía. Total, mientras los titulares hablen de deportaciones y no de demandas, todo se puede vender como «mano dura» ante la opinión pública.

Por ahora, el caso permanece abierto. Y los ocho inmigrantes, flotando entre el derecho internacional, las ganas de sobrevivir y la geografía caprichosa del autoritarismo moderno, esperan —desde Djibouti— que alguien, en algún despacho, recuerde que también son humanos.

rodriguezsluism9@gmail.com

Related articles

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Stay Connected

0SeguidoresSeguir
3,912SeguidoresSeguir
22,400SuscriptoresSuscribirte

Latest posts